Opinión | EDITORIAL

A Coruña necesita un buen servicio ferroviario

La línea ferroviaria Madrid-Galicia es la que más está creciendo en España, ya que el incremento de pasajeros desde la puesta en marcha de la alta velocidad (aunque solamente llegue hasta Ourense) ha sido de más del 70%. Esta cifra, además, se produce a pesar de que se está utilizando solamente el 31% del potencial que ofrece la infraestructura, ya que el número de frecuencias entre Galicia y la capital madrileña sigue siendo muy escaso.

Por otra parte, la conexión ferroviaria por el Eje Atlántico ha superado su barrera histórica y marca cifras de récord, si bien acentuadas por la presencia del bono gratuito operativo durante todo el 2023. El año pasado, según datos de la empresa ferroviaria, la ruta entre A Coruña y Vigo creció un 40% respecto al 2022 y superó los cinco millones de pasajeros, registrando un total de 5,3 millones. Esta cifra supone que cerca de 15.000 personas se mueven a diario a bordo de un tren en nuestra comunidad.

Con estos datos en la mano resulta absolutamente inconcebible que A Coruña y Vigo sean las únicas áreas metropolitanas españolas que carezcan de un servicio ferroviario de cercanías. Y esto es así desde el anuncio realizado de que Álava, la única que quedaba junto con las dos comarcas gallegas, con menos habitantes que la zona coruñesa, dispondrá en breve de un servicio de trenes de proximidad. Los gallegos han demostrado que cuando tienen acceso a un tren competitivo en tiempos y en precio para la movilidad, no dudan en utilizar el que ahora mismo pasa por ser el medio de transporte más limpio y ecológico de cuantos existen.

Por el momento, la puesta en marcha de un servicio de cercanías en A Coruña ni tan siquiera está en la agenda del Gobierno, por mucho que el BNG lo haya incluido en su pacto con el PSOE. El acuerdo contempla que antes de que acabe la legislatura tendría que estar en marcha, aunque son pocos los que otorgan credibilidad a las fechas que maneja el Ejecutivo.

Esta misma semana, el pasado jueves, este diario informó de que la llegada de los trenes Avril se aplazaba sine die pese al anuncio realizado hace apenas unas semanas por el vehemente ministro del ramo, Óscar Puente. De este modo se cumplen ocho años de atrasos, en los que se han sucedido ocho titulares de Transportes en el Gobierno y Renfe ha invertido 1.500 millones de euros. Pese a ello, la compañía vasca Talgo alega que está sufriendo retrasos en las pruebas de fiabilidad de los nuevos trenes.

Esta realidad no es más que otra demostración de la falta de compromiso que existe con el tren en Galicia. Un tren que tendría que servir para vertebrar un territorio y que, lejos de ello, se está dejando morir de inanición. Con la excusa de la pandemia, Renfe administró un tijeretazo descomunal a los servicios que ofrecía en A Coruña. De acuerdo con un informe elaborado por la Xunta sobre la situación de los servicios e infraestructuras de tren, en el trayecto de A Coruña a Lugo las frecuencias pasaron de “doce diarias a tan solo cuatro”.

En cuanto a Betanzos, las frecuencias han bajado a la mitad: de 22 expediciones al día, once por sentido, a catorce en total. El COVID ha pasado, pero los servicios no han vuelto, dejando a una importante parte de la población gallega sin un servicio de transporte digno y limitando sus posibilidades de movilidad a los desplazamientos por carretera, mucho más peligrosos teniendo en cuenta la climatología y estado de la red secundaria de carreteras en Galicia.

A Coruña necesita un ferrocarril que dé servicio al medio millón de personas que conforman la que es la principal área metropolitana gallega. No podemos seguir esperando más por un sistema de cercanías ni por las inversiones precisas para modernizar nuestro tren.

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