Opinión | PArece una tontería
Muy buena y mala suerte
Con suerte, a las cosas que te salen mal las suceden cosas que te salen bien, o casi, de forma que unas veces te quedas con las ganas y otras lo consigues. En esta concatenación no siempre exacta de hechos —te pueden pasar 20 cosas malas antes de que salga una a tu gusto— está la explicación a que hace poco encontrase aparcamiento en una calle donde nunca hay sitio, qué alegría, y dos horas después descubriese una multa en el parabrisas, qué horror, porque me había olvidado de pagar la ORA. Ya no veo estas modestas desgracias personales inesperadas sino como una oportunidad para tener algo que contar más adelante. “Ya nos reiremos”, pienso siempre tras la frustración, conjugando la risa, a esas alturas, en la segunda persona del plural.
La sucesión aleatoria de buenos y malos momentos me recuerda siempre a La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth, cuyo protagonista va recibiendo de la vida golpes desgraciados y afortunados. Andreas Kartak es un clochard borracho que pasa las noches bajo los puentes del río Sena. Un día se encuentra con un desconocido que le ofrece 200 francos. Andreas es un hombre de honor y le dice que se los devolverá, y como insiste, el desconocido le propone que ofrezca la suma en favor de Santa Teresa de Lisieux, en la iglesia de Sainte Marie des Botignolles.
Pero hechos inesperados y decisiones erráticas, regadas con mucho alcohol, desembocan en que se quede sin dinero y no salde su deuda. Para alegría de Andreas, nuevos golpes de fortuna, que él llama milagros, ponen otra vez en sus manos los francos con los que pagar a Santa Teresa lo que debe, y cumplir con el destino de hombre honorable. Enseguida más acontecimientos sobrevenidos, como viejos y nuevos amigos salidos de la nada, y más bebida, hacen que se le agote el dinero a las puertas de Sainte Marie des Botignolles cada vez que logra reunirlo. Antes o después a todos nos ocurre algo cuando no lo esperamos, por buena o mala suerte. Son los instantes a partir de los cuales nada más puede ocurrirnos, salvo lo inevitable, que siempre pasa.
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