Opinión

El mundo de los tipos duros

La apelación a la bondad en términos políticos está desacreditada. El término buenismo fue acuñado para desprestigiar cualquier intención de colocar el bienestar de las personas –de todas las personas– como objetivo primordial. Ni bienestar ni comprensión ni compasión. Una coraza de hierro. Que el dolor ajeno, que el maltrato resulte, no solo indiferente, sino objeto de burla o amenaza que debe ser castigada con saña. El buenista es el naíf, el débil, el que pone en riesgo a los suyos con su ingenuidad, el que no se entera de qué va al mundo. ¿Y de qué va al mundo que los duros preconizan? Dejemos que no los cuente Netanyahu, uno de sus mejores representantes

El mundo de los tipos duros va de líderes que manosean la democracia hasta convertirla en un régimen forjado para su propia supervivencia. Durante los meses previos al inicio de la guerra, cada sábado, cientos de miles de israelís se manifestaban contra el Gobierno de extrema derecha de Netanyahu y su plan para socavar el poder judicial del país. Hoy, a pesar de que el apoyo al primer ministro se ha desplomado, sigue en el poder sin apenas oposición. Toda crítica es considerada una traición.

El mundo de los duros va de laminar los derechos en nombre de una falsa seguridad. Netanyahu es el hombre que se calificaba a sí mismo como «el protector de Israel», el que elevó muros y llevó al delirio la idea de defensa y superioridad como único modo posible de supervivencia. Bajo su mando, Israel ha sufrido el ataque terrorista más desgarrador e incruento, está masacrando sin piedad a los gazatís y poniendo a los israelís en la diana de las reacciones. No había cobijo en su política, solo un laberinto para proteger su poder.

Un mundo que aísla a la ciudadanía con su relato de miedo y control. Antes del ataque de Hamás, la mayoría de los israelís vivía ajena a la realidad del otro lado del mundo. Con su indiferencia, bendecía un sistema de apartheid que sumía a más de medio millón de personas en la desesperación. Ahora, siguen recibiendo con cuentagotas el horror que su ejército está provocando, los ataques indiscriminados a civiles y cooperantes, el hambre como arma de guerra. Porque ese mundo también va de cubrirse la cabeza con las manos, de cerrar los ojos y tapar los oídos al sufrimiento ajeno.

Un mundo en que la política de los pactos es considerada una debilidad despreciable. Un acuerdo siempre significa ceder en algo y no, los duros no pueden retroceder un centímetro. Es mejor masacrar inocentes e incendiar la región. Hoy, los israelís hacen acopio de alimentos y agua y se les come la angustia, temen represalias. ¿Sobrevivirá Israel a esta guerra? ¿Sobrevivirá su Estado? ¿Y su democracia? ¿Y su alma? Un día, cuando los israelís despierten de su pesadilla, descubrirán las atrocidades que se han cometido en su nombre, ¿cómo acomodarán la realidad homicida con su relato fundacional de víctimas? Pero no, no hagamos preguntas. No sea que se cuele algo parecido al buenismo. ¡Que nada tambalee el precioso mundo que modelan los tipos duros! n

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