Opinión | Sólo será un minuto

¿Estás en fuera de juego?

Un 5 de abril de 1905 se introdujo la regla del fuera de juego en Reino Unido. Está claro que los promotores de la norma no podían imaginar, ni siquiera sospechar, que su idea sería motivo de dudas, furias, incredulidades e impotencias en miles de lugares distintos poseídos por la geometría de la visión distorsionada que causa la pasión partidista. Resultadista.

Y tampoco podían prever —no era de su incumbencia el asunto, cierto— que la regla del fuera de juego podía tener una equivalencia en la vida real, no porque muchas veces nos encontremos en una situación sancionable por estar demasiado adelantados y tomar ventaja sin merecerlo, sino porque nada más despertarte (si has podido dormir, que esa es otra) empiezas a escuchar pitidos imaginarios que intentan detener tus jugadas, llevarte a engaño o a confundirte, dejarte con la miel en los labios o impedir que disfrutes de lo que consigues.

Y no solo eso, no se trata únicamente de que un silbato te invalide jugadas y te devuelva al punto de partida sin nada que celebrar, es que a menudo tendrás la sensación (incómoda, dolorosa, frustrante o quizás extenuante) de que vives en un permanente fuera de juego. Quiero decir, y digo, que salvo en los momentos en los que te rodeas de la gente de tu confianza o disfrutas con tu trabajo o tus aficiones o estás a solas muy bien acompañado por la persona que más te conoce (tú), y a la que peor conoces (tú, tú), te vas a encontrar incrustado en el área contraria rodeado de gritos, confusiones, turbulencias, ignorancia, odio, mentira y muchos puntos suspensivos más.

Situación clara de fuera de juego cuando ves o lees noticias sobre inmundicias humana (me refiero a las contrastadas, no a la basura falsa de tanto estercolero desinformativo), cuando das una vuelta por algunas heces sociales y te salpica la mugre ética y moral, cuando constatas que a una mala parte de la sociedad solo le ocupa y preocupa aquello que más la debilita e intoxica.

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