Opinión

Jordi Puntí

Los otros 364 días

Uno de mis recuerdos de infancia más vivos se sitúa en el Mercat del Ram de Vic. Tendría nueve o diez años. Como toda la gente de Osona, con mis padres íbamos cada año a mezclarnos con la muchedumbre. Caminábamos con pasos cortos para admirar esos tractores brillantes, las segadoras enormes como animales prehistóricos, el ganado vivo,vacas, cerdos, ovejas, caballos, que nos miraban con desconfianza y hoy me hacen pensar en Rebelión en la granja, la novela de Orwell. Yo soportaba ese fastidio porque en algunas paradas daban caramelos y sabía que tarde o temprano mis padres me comprarían algodón de azúcar, pero odiaba las multitudes. Ese día que ahora recuerdo, en la zona donde se exponían coches y autocaravanas, entré en una rulot y ahí dentro, solo en aquella casa en miniatura, me sentí protegido y me dieron ganas de encerrarme hasta que todos se hubieran marchado. Mi padre me vino a buscar y le dije: “¿Por qué hemos venido? Hay demasiada gente”. Su respuesta fue contundente: “Venimos porque sí, porque viene todo el mundo. Venga, vamos a ver a los ponis”.

Hay un consuelo evidente en hacer lo mismo que todos, una inercia que te conecta con los amigos, con el mundo, y de paso te regala la sensación del deber cumplido. Por eso el próximo martes, por Sant Jordi, aunque quizás nos den miedo las aglomeraciones, saldremos a la calle a comprar libros y rosas; nos mezclaremos con desconocidos; haremos cola para conseguir una dedicatoria; nos dejaremos aconsejar por los libreros; escogeremos libros por el título, por la cubierta, por la primera frase o porque alguien nos ha hablado de ellos con entusiasmo.

En mi caso, este año me toca estar al otro lado de la mesa, para firmar libros con mis lectores, y quizás en algún momento me sienta como ese ganado del Mercado del Ram. Cuando vea a alguien cansado y agobiado, le animaré recordándole que lo hacemos porque nos gusta, sí, pero la suerte es que —a diferencia de las ferias y mercados— los otros 364 días del año también entrar en una librería y hacer lo mismo, sin nervios ni prisas, es todo un privilegio.