Opinión

¿Pero Serrat no lo tenía?

Es una gran noticia que Joan Manuel Serrat reciba el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Lo curioso es que no lo hubiera recibido antes. Los jurados debieron considerarlo poco glamuroso. Un cantautor tiene que demostrar el doble que un tenor operístico. Y un cantautor bilingüe seguramente se tiene que hacer perdonar demasiadas cosas antes de ser encumbrado por esta especie de Académie Nationale en la que se han convertido los premios Princesa de Asturias, que de una u otra manera pretenden establecer el canon nacional y latinoamericano.

Nadie merece más este premio que Serrat. Por su calidad, por su trayectoria, por su proyección, por su naturalidad, por su sencillez, pero, muy especialmente, por saber expresar en voz alta nuestros más íntimos sentimientos, desde la pasión por el fútbol pasando por el amor o la rebeldía ante las injusticias. Y todo esto se incluye en una sola persona que tras décadas de éxitos no se ha endiosado y sigue poniéndose al teléfono con casi todos por no decir con todos.

Acercarse a Serrat es una buena operación de imagen para la maltrecha monarquía española, falta de recuperar la centralidad política, social y cultural que tuvo en los primeros años de la restauración. Mejor Serrat que los marichulos de Sanxenxo con los que se codea el emérito o los invitados a la boda del alcalde de Madrid con una parienta lejana también del emérito.

Y es bueno también para Serrat que está teniendo la inmensa suerte de retirarse recogiendo el cariño del público, de los críticos y también de estos canónicos de “las artes” que han tardado décadas en reconocer lo que representa para la música, o sea, para la cultura. Tener un concepto amplio es más necesario que nunca porque la cultura no es otra cosa que lo que tenemos en común y cada vez hay menos cosas que tenemos en común y los Serrat son más necesarios que nunca. Viva Serrat y viva la música que además de tener calidad, une a la gente.

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