Opinión
Josep Maria Fonalleras
Colgarse la medalla
El espectáculo fue un notable ejercicio de ridiculez. Las futbolistas del Barça femenino acaban de ganar la Copa de la Reina y esperan que Alèxia Putellas baje las escaleras que llevan al palco presidencial para alzar juntas el trofeo que las acredita como campeonas. Cada una de ellas tiene también una medalla. Pero a diferencia de lo que ocurre en otras competiciones (las que organiza la UEFA, por ejemplo), las medallas no las reciben de manos de un alto dignatario. En la UEFA, como decía, el presidente Aleksander Ceferin, con una coreografía impecable, recoge con la mano derecha las medallas que le va proporcionando un empleado de la entidad, a su espalda, y ejecuta una danza precisa, una especie de cadena de montaje ritual. Él mismo, hace años, era el empleado que facilitaba el trabajo al entonces presidente. Todo es una cadena, en la UEFA, y también en la FIFA.
Sin embargo, las chicas del Barça el sábado no tuvieron acceso a ninguna ceremonia protocolaria. Los organizadores dieron un par de sacos con medallas al delegado del equipo y le dijo: espabílate. Las futbolistas, estupefactas, se las repartieron ellas mismas. Se las pusieron unas a otras. Hubo incluso quienes de coña imitaron la ceremonia habitual, agachando la cabeza entre risas y reverencias cómicas. Se vio, por lo que supe después, que ese esperpento es una práctica habitual en el fútbol español. También con los chicos. Ya no hay desfile ni imposición. Es un sálvese quien pueda.
Pienso que quizá sea una consecuencia del caso Rubiales, no sea que uno de esos dirigentes de ahora repitiera la escena que todos recordamos. Sin embargo, resulta que el mundo (y el mundo del deporte no es una excepción, al contrario) funciona con ceremoniales. Y aquí se los cargan sin miramientos. Las jugadoras azulgranas se colgaron la medalla, que podría ser una forma de decir que ejercitaron la vanagloria. Visto el panorama del fútbol femenino en España (¡ganar una final al segundo mejor equipo de la Liga por 8 a 0 lo demuestra!), no se puede criticar que lo hicieran. Sobre todo porque no podían no hacerlo.
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