Opinión

Ernest Folch Editor y periodista

Empresarios con motosierra

El extravagante viaje de Milei a España tenía que ser una detonación controlada, pero alguien calculó muy mal la dosis de explosivos, y la deflagración afecta ya a los propios diseñadores de la bomba. Lo que iba a ser la mera visita de un presidente friqui a sus colegas homónimos ha degenerado en una crisis diplomática y política sin precedentes, que solo ha servido para poner en evidencia las pulsiones conspirativas de la derecha extrema en el Madrid central. De su viaje exprés, sin embargo, lo que quedará no es ni la presentación de su dudoso libro ni el encuentro con los ultras europeos. Lo verdaderamente sustancial ha terminado siendo una simple fotografía, de esas típicas de hombres blancos y ricos con corbata, en la que Milei aparece en el centro rodeado de medio Ibex 35. Es necesaria una primera acotación: no fueron todos, hay también empresarios inteligentes que se dieron cuenta a tiempo de que posar al lado de un radical enloquecido, por mucho que sea todo un presidente argentino, les podía perjudicar gravemente. En cambio, hubo otros que se dejaron arrastrar por sus instintos más básicos antes que reflexionar dos minutos sobre sus consecuencias. El presidente de la patronal, poca broma, y otros 14 directivos de otras tantas empresas, incluido el hijo de Aznar, nos explicaron sin quererlo que ellos también suspiran por una motosierra, y les importa un comino que casi la mitad de argentinos viva en la miseria más absoluta y sin derechos sociales. La explicación de tal irresponsabilidad en realidad es sencilla: Milei les gusta porque dice en público lo que ellos reclaman en privado, lo que sucede es que, esta vez, su admiración babeante les causó una mala pasada.

Fantasías neoliberales

A medida que han pasado las horas, la foto se ha hecho grande y fea como una bola de nieve siniestra, que vuelve de repente contra los que la lanzaron. Es delicioso asistir a la sucesión de comunicados de los participantes en la foto, que se han visto obligados a recoger cable a la desesperada: Garamendi y otros tantos que tenía al lado han tenido que salir diciendo que sí pero que no, que no son ultraderechistas, que muy bien el pirómano pero muy mal los incendios. Lo interesante de este supremo ridículo no es el escandaloso error de cálculo, sino cómo se han delatado. Porque una vez más ha quedado claro que el objetivo último de la entronización de Milei era el mismo de siempre: derribar a Pedro Sánchez y el satánico Gobierno de izquierdas. Sucede que los lumbreras que lo trajeron a España y montaron la fotografía de los horrores han logrado exactamente el efecto inverso al que pretendían, y una vez más Sánchez sale reforzado del envite. Lo que todos estos empresarios todavía no han entendido es que lo único que han conseguido, aparte de autolesionar su propia imagen, ha sido reconfirmar al presidente del Gobierno como gran stopper de la ultraderecha. Es decir, han contribuido a dar todavía más sentido a sus famosos cinco días de retiro. Una prueba más de que por mucho que la ultraderecha mediática, judicial, política y ahora empresarial se den la razón entre ellos en los restaurantes de alto copete de Madrid, luego tienen serias dificultades para cuadrar sus fantasías neoliberales con la tozuda realidad. La moraleja de esta bonita historia es que las fotografías tienen vida propia y no siempre son lo que parecían cuando el fotógrafo apretaba el botón.