Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

La paz y las lecciones de una vuelta perfecta

Afición del Dépor

Afición del Dépor / Carlos Pardellas

Después de pasarse cuatro años con el corazón en la boca y en ocasiones mirando para otro lado, merecía el deportivismo degustar un fin de fiesta así. Plácido, intenso, como ese chocolate negro al máximo de porcentaje. Ni sobresaltos ni derrotas ni desconexión. En paz, en orden. Una victoria justa en la que su equipo cumplió, aunque no sea el mismo de hace dos semanas. Un triunfo que le otorga la ansiada vuelta perfecta. Si en enero tras caer ante la Cultural había llegado al ecuador como el peor Dépor de la historia, ahora es todo lo contrario. Imparable. En Riazor y fuera. Por fútbol, por vestuario, por cuajo como grupo. Al equipo coruñés le costó, pero es claramente el campeón de este grupo, más allá de lo que digan los puntos. Resiliencia, esa palabra tan manida que ahora explica todo, que sí define a este grupo. Había calidad, pero a veces no llega. Y terminó aflorando. Y ese núcleo de los capitanes, los veteranos y la cantera en torno Idiakez acabó obrando el milagro. Hay un camino trazado de lo que demanda el equipo, pero también lecciones que aprender de esta temporada. Será el primer paso para construir esa pretendida otra historia. Puede que solo tenga que aprender de lo bueno y lo malo que ha pasado en estos 118 años, también este, y no volver a pisar sobre algunas huellas frescas.

Cuatro Caminos fue la fiesta que todos deseaban, aunque quizás algo más suave al faltarle el ahogo y la explosión del día del ascenso. El Dépor terminará el domingo de cumplir con las tradiciones con su visita a María Pita. La eliminatoria de los campeones será el epílogo, pero medio del Dépor ya tiene la cabeza en la deseada Segunda División. Estos cuatro años, sobre todo el último, han servido para que el club y su entorno cojan fuerza en torno a su gente, la de la grada y la del campo. Con gente que siente al Dépor. Los de toda la vida y los que han venido, que son más deportivistas que nadie. Ahora solo toca no desviarse, a veces lo más difícil.