Opinión | Billete de vuelta

Vitaminas para el bipartidismo

La primera lectura urgente del resultado electoral de los comicios europeos es la confirmación del fortalecimiento del bipartidismo. Se trata de una evidencia constatable en las últimas llamadas a las urnas. Comienza a diluirse la influencia de partidos que irrumpieron con fuerza hace unos años en base a un descontento generalizado. Hay quienes incluso desaparecen de la escena, envueltos en sepulcral silencio de mortaja.

La suma del porcentaje de voto cosechado ayer por las dos grandes formaciones políticas españolas, los dos únicos partidos con vocación de Estado, es claramente superior —64,37%— al que ambos sumaron en la anterior convocatoria continental, que fue del 53%. La nueva política envejece fatal; la vieja, sin embargo, rejuvenece. El curioso caso de Benjamin Button aplicado al panorama nacional.

Cabe interpretar también que el alineamiento electoral mayoritario al bloque de la derecha sugiere que una porción destacada de los votantes afines a esta ideología ha utilizado estas elecciones para expresar su malestar con el Gobierno de España. De esta forma habría hecho carrera la intención, para muchos aviesa, de considerar estos comicios como un plebiscito sobre la figura de Pedro Sánchez. El mayor reparo que el PP puede poner al resultado de ayer es que no ha conseguido un trasvase de votos de Vox, que sale vitaminado de las urnas, como los partidos ultras que han provocado una fuerte sacudida en la UE. Aunque el terremoto no ha alcanzado a derribar las torres del europeísmo.

La participación fue más baja que en las anteriores europeas —50,86% frente a 60,70%, si bien en 2019 las urnas fueron compartidas con las municipales— y cayó por los suelos respecto a las últimas generales, donde se logró movilizar al 66,59% del electorado. Un amplio porcentaje de votantes no se sintió interpelado esta vez para acudir a las urnas. Podría decirse que fueron unas elecciones para convencidos, para votantes habituales. Que suelen ser los más veteranos.

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