Los gallegos dados de alta en el registro de la Xunta que prohibe la entrada en bingos y casinos a aquellos ciudadanos con problemas de ludopatía aumentaron un 47% en los últimos cinco años al pasar de los 1.069 inscritos en 2004 a los 1.575 del pasado año, según los últimos datos de la Consellería de Presidencia, organismo del que depende este archivo. El incremento ha sido constante todos los años y sólo en los últimos doce meses hubo 182 nuevos ludópatas en el registro autonómico, la mayor subida desde 2003. Desde la Asociación Gallega de Jugadores de Azar (Agaja) achacan este aumento a que "ahora es uno de los requisitos que se le exige a cualquier ludópata que quiere rehabilitarse".

El bautizado como Registro Informático de Prohibidos es una fórmula que los ludópatas utilizan para intentar dejar su adicción. Es el propio ciudadano quien debe enviar a la Xunta la solicitud para que se le prohiba la entrada a cualquier salón de juego de la comunidad y también es él mismo quien decide cuando quiere darse de baja. El control está asegurado ya que bingos y casinos introducen en una plataforma electrónica el DNI de cada persona que quiere acceder a sus instalaciones. Si el ciudadano está en el registro de prohibidos saltará una alerta informática.

Las asociaciones que atienden a adictos al juego asegura que el número de ludópatas no ha aumentado en los últimos años aunque sí ha cambiado el perfil. "Aproximadamente un 1% de la población gallega es jugadora patológica mientras que un 3% ya presenta problemas con el juego de manera que puede llegar a ser ludópata", sostiene el presidente de Agaja, Juan Lama, quien añade: "Antes el perfil de los ludópatas era el de un hombre de entre 29 y 36 años, que llevaba jugando una década, gastaba mucho y casi todo en bingos y máquinas tragaperras. Ahora, la mayoría de los afectados son chicos jóvenes, enganchados al juego on line".

Lama asegura que "cualquiera puede convertirse en ludópata" aunque hay aspectos de la personalidad que reúnen casi todos los adictos. "La mayoría de los casos se dan en personas inmaduras, con pocas habilidades sociales y que tienen poca tolerancia a la soledad y la frustración", sostiene aunque reconoce: "Pero hay de todo. He visto a una viuda caer en el juego después de morir su marido o gente que lo veía como algo social porque quedaba para ir al bingo con sus amigos y al final terminó gastando más de la cuenta".

Unos y otros suelen negar su problema y la misión de detectarlo e intentar ponerle freno recae en manos de familiares y amigos. "Al margen de pruebas claras como detectar problemas económicos, hay otras pistas de que estamos ante un ludópata", indica Lama. "Estas personas se vuelven mentirosas, presentan absentismo laboral, cambios de humor e incluso problemas físicos como insomnio o ansiedad", añade. Una vez detectado el problema, el objetivo es no caer en el error de convertirse en su cómplice. "Hay familias que los perdonan, les pagan las deudas, les eximen de responsabilidad... y esta no es la solución. El ludópata debe asumir las consecuencias de su actitud", indica el presidente de la Asociación Gallega de Jugadores de Azar.

A la hora de rehabilitarse de su adicción, los ludópatas deben someterse a una terapia psicológica durante al menos 18 meses. "La base del tratamiento es la abstinencia -no pueden volver a jugar por eso les exigimos que se anoten en el registro de la Xunta- ya que en esta patología no sirven los programas de reeducación como en la adicción a las compras, por ejemplo. A comprar aunque sea el pan siempre hay que volver a una tienda, pero el juego no es necesario", señala Lama. Los expertos defienden el éxito de esta terapia, siempre que se completen todas las sesiones. "El 60% de los ludópatas que finalizaron la terapia no habían vuelto a jugar un año después de terminarla", sostiene Lama, quien reconoce que "como en cualquier adicción, hay cierto riesgo de volver a caer". La clave está en mantener la abstinencia en el juego y permanecer "siempre a alerta" para no confiarse y recaer años después de haberlo superado.