Los vértigos que desde siempre ha sufrido Alejandra provocaron una caída hace seis meses que le cambió la vida. Era el 8 de febrero cuando esta joven de Ourense que cumplió 25 años el miércoles pasado estaba limpiando unas escaleras. Un mareo repentino le sobrevino y cayó hasta fracturase varias vértebras. "Estaba limpiando sin seguro laboral ni nada y me caí. Supongo que es mala suerte o el destino", indica después de haber pasado la mañana en la Unidad de Lesionados Medulares del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña.

Este pasado fin de semana lo ha pasado en casa. Desde hace dos meses recibe permiso para volver junto a su marido y sus dos hijas, de cinco y dos años, que "no pueden venir mucho al hospital, ni mi marido tampoco, claro". Ellas todavía no perciben la lesión que ha sufrido su madre. "A la pequeña le hace gracia la silla y la mayor solo comprende que estoy malita", dice.

Su vida ha cambiado. "Esto genera muchos gastos, aunque aquí estoy cubierta por la Seguridad Social y en Ourense vivo en un bajo, con lo que no tengo problemas de acceso a casa", comenta.

De todas maneras, su situación empieza a complicarse porque su marido se encuentra sin trabajo en este momento y volver a casa supone un coste económico al que se unirían los posibles viajes de su marido al hospital para visitarla. "Pero alguien tiene que quedarse con las niñas", se resigna Alejandra.

Mirar hacia delante es la única opción en estos momentos, después de una primera etapa "en la que estaba enfadada con todo el mundo, pero hay que ir superándolo, aunque tengas días mejores y otros peores. Tenemos que tirar para delante aunque solo sea por nuestras niñas que aún son pequeñas".

El trato con sus compañeros de la unidad hospitalaria sirve de terapia para afrontar con mejor ánimo la nueva vida que se le abre ahora. "Con algunos te llevas mejor que con otros, pero en algún caso incluso creas amistad. A veces te llaman por teléfono y te sirve para desahogarte un poco", confiesa Alejandra, a la que se le ha notado en el rostro el cansancio de la sesión de fisioterapia, a la que sigue una de electroterapia con electrodos para reforzar los músculos. Luego emprende el camino de regreso a su casa en Ourense.

"La rehabilitación que realizamos en el gimnasio es muy dura, aunque el personal y los médicos son muy buenos con nosotros", reconoce Alejandra.