La cocina de la Expedición Malaspina tiene sabor gallego. Primitivo Romero, de A Pobra do Caramiñal, y Salvador Castro, de Cangas, son los cocineros del Sarmiento. Preparan, a diario, dos primeros y dos segundos para los 40 tripulantes del buque oceanográfico. Las tres neveras gigantescas ubicadas en la cocina, guardan víveres frescos, en esta ocasión, para tres meses. Kilos y kilos de verduras, frutas, chuletas, pescado, lácteos e ibéricos. "En Gran Sol tenías incluso que hacer el pan a mano a las cinco de la mañana. Aquí, para un potaje, con tres kilos de garbanzos es suficiente. Lo vas calculando día a día", explica Castro, siempre cocinero de barcos, desde la costa irlandesa hasta Malvinas o Terranova. Corta fiambre sin que el eterno meneo del buque sea impedimento mientras escucha Perfect Day, de Lou Reed. Su compañero Primitivo, trabajó en restauración en tierra. "Prefiero ir embarcado porque los horarios de hostelería en tierra tampoco son buenos", explica Romero. Ayer, investigadores, marineros y periodistas, todos a una, comieron cocido y caldo gallego. Callos, chicharro, ensalada de salmón o chuletas completan el menú semanal.