El escritor andaluz Antonio Muñoz Molina obtuvo ayer el premio Príncipe de Asturias de las Letras, que vuelve a distinguir después de trece años a un autor en lengua castellana, del que el jurado ha destacado su condición de intelectual comprometido con su tiempo. El acta del jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Jose Manuel Blecua, señala que el autor ha narrado con brillantez en su obra "fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal".

Muñoz Molina (Úbeda, 1956), académico de la Lengua y exdirector del Instituto Cervantes de Nueva York, llegó a la última ronda de votaciones del jurado, que decidió entre dieciocho candidaturas y toma el relevo de Francisco Ayala, el último español designado Príncipe de las Letras, en 1998.

El autor más joven que gana este premio en sus 33 ediciones nació en el seno de una humilde familia campesina, estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y, durante algunos años, alternó su trabajo como funcionario con la publicación de artículos en prensa hasta que en 1986 ganó el premio Ícaro para nuevos creadores por su primera novela, Beatus ille.

A la obra que le permitió convertir la literatura en su actividad profesional siguieron otras como El invierno en Lisboa (premios Nacional de Narrativa y de la Crítica), El jinete polaco (premios Planeta y Nacional de Narrativa) o Plenilunio (premio Fémina a la mejor novela extranjera), que consolidaron su carrera como uno de los grandes novelistas en lengua española.

Traducida a más de veinte idiomas -una proyección internacional que el jurado ha valorado al conceder el galardón- su obra, al margen de la hondura y brillantez de su prosa, no se limita al ámbito de la ficción y ha escrito también sobre arte o música, además de ensayos como Todo lo que era sólido, su última publicación, donde analiza las causas de la crisis de España. En este ámbito, el autor premiado ha mostrado su faceta de intelectual comprometido con su tiempo, defensor de la tolerancia, crítico con la corrupción y con el terrorismo de ETA desde una óptica política progresista que supone, a su juicio, "no defender a rajatabla al grupo al que uno pertenece, sino vindicar como propias las causas singulares de quienes en principio no son como nosotros".

Su oposición a todo tipo de fanatismos y totalitarismos le situó en el centro de la polémica literaria al acudir a Israel para recibir el Premio Jerusalén por su novela Sefarad, considerada una obra maestra para la crítica, pese a las presiones recibidas desde organizaciones propalestinas y de algunos intelectuales.

Los Príncipes remitieron ayer un telegrama de felicitación al escritor, en el que resaltan que el jurado ha valorado "la mirada diversa y comprometida con tu tiempo, así como la profundidad y riqueza de tu obra literaria".

El galardón está dotado con 50.000 euros.

El escritor Antonio Muñoz Molina recibió ayer "con naturalidad", "agradecido y contento", la concesión del premio Príncipe de Asturias de las Letras pero aclaró que "hay bastantes escritores que se merecen este galardón" y a los que se les podría haber dado legítimamente. Durante una comparecencia en Casa de América tras haberse dado a conocer el fallo, el andaluz remarcó que los premios no definen la carrera de un escritor y añadió que "solo se puede escribir de verdad en un estado de absoluta libertad interior", sin pensar en los posibles premios que a uno le puedan dar.

Muñoz Molina también habló sobre la crisis y la monarquía, temas presentes en su último libro, Todo lo que era sólido. En su opinión, a España le vino "muy bien" en la transición la presencia del Rey y la monarquía "fue muy útil", pero también cree que las personas que en la actualidad encarnan a la institución "no han estado evidentemente a la altura de las circunstancias".

"Mi opinión sobre los Príncipes es limitada, porque los conozco poco, pero me parecen que son excelentes personas en una posición imposible", aseguró y añadió que procura "ser pocas cosas" en la vida, y por eso limita "al máximo" sus identidades, pero, si le piden su opinión sobre la monarquía, responde que no es monárquico y que, "en principio", es republicano.