Los horarios irregulares de dormir y la disciplina para irse a la cama en la primera infancia están relacionados con el rendimiento cognitivo de un niño años más tarde. Pero dada la importancia del desarrollo infantil, los efectos del sueño irregular pueden percibirse en efectos para la salud durante toda la vida, tal y como asegura un estudio publicado en Journal of Epidemiology and Community Health. Así lo asegura un equipo de investigadores británicos, que ha detectado que tener hábitos irregulares de sueño puede frenar el potencial de aprendizaje del cerebro de los niños pequeños, según el profesor Yvonne Kelly, del departamento de Epidemiología y Salud Pública de University College de Londres.

"Reducir o interrumpir el sueño, sobre todo si ocurre en momentos clave en el desarrollo, podría tener un impacto importante en la salud durante toda la vida", concluyen estos expertos.

La popular frase de las abuelas de que los "niños crecen mientras duermen" cuenta ahora con otro aval científico. La investigación se hizo con más de un centenar de niños nacidos entre septiembre de 2000 y enero de 2002 y se basó en encuestas periódicas y visitas domiciliarias realizadas cuando los niños tenían 3, 5 y 7 años para obtener información sobre las rutinas de la familia, incluida la hora de dormir.

Es, por tanto, el primer estudio a ese nivel, que prueba "las secuelas, hasta cuatro años después" de los desmanes en los horarios de sueño en los bebés.

Los horarios de acostarse irregulares a la edad de 5 años no se asociaron con una peor capacidad cerebral en niños o niñas a la edad de 7 años, pero sí cuando la hora de dormir irregular se produce a los 3 años de edad. Ahí se relacionó con las puntuaciones más bajas en lectura, matemáticas y el conocimiento espacial en los niños y las niñas, lo que sugiere que alrededor de los 3 años podría ser un período sensible para el desarrollo cognitivo. Además, el impacto de la hora de dormir irregular parece ser acumulativo.

Los autores señalan que "el sueño es el precio que pagamos por el día anterior y una inversión necesaria para permitir el aprendizaje al día siguiente".

El equipo de investigadores británicos también constató que los horarios de acostarse irregulares eran más comunes en la edad de 3 años, cuando uno de cada cinco niños fueron a la cama en distintos momentos, mientras a la edad de 7, más de la mitad de los niños se fueron a la cama regularmente entre las 19.30 y las 20.30 horas; es decir, lo hacían de un modo más estable. Los niños y niñas cuya hora de ir a dormir era irregular o que se acostaban después de 21.00 horas provenían de familias socialmente más desfavorecidas, según los resultados.