Cuando llega el verano nos animamos, y a pesar de los problemas que nos agobian, queremos disfrutar. Cualquier idea es válida; lo importante es cambiar el ritmo habitual y salir de casa, lejos de la tele, el ordenador, la rutina?y disfrutar saludablemente. Pero recuerda que el verano tiene sus "peligros" (picaduras de insectos, mareos en los viajes, intoxicaciones alimentarias, etc.). Destacamos:

-El corte de digestión, que sería la parada repentina del proceso digestivo que puede producirse cuando nos metemos en el agua tras la comida. Se debe a que, durante la digestión, el flujo sanguíneo se concentra en ella y, si nos ponemos en contacto con bajas temperaturas, la sangre debe repartirse por el cuerpo para contrarrestar esa pérdida de calor, lo que causa los vómitos y mareos característicos. Lo mismo sucede cuando hacemos ejercicio intenso tras una comida, tomamos el sol con altas temperaturas o sudamos excesivamente.

Los síntomas incluyen: palidez, mareos, náuseas, retortijones y dolor de estómago, bajada de tensión, escalofríos y, en casos extremos, parada cardiorrespiratoria. Si percibes estos síntomas, debes salir del agua o dejar el ejercicio y pedir ayuda.

Si te toca ayudar debes secarle y tumbarle con las piernas elevadas para prevenir la lipotimia, taparle para mantener su calor corporal, si vomita o sufre diarrea, debe ser rehidratado y dejarle reposar hasta que su tensión se estabilice. Lo normal es que se recupere en una o dos horas; si el cuadro es grave, llama a urgencias.

La prevención pasa por evitar comidas copiosas antes del baño, no nadar intensamente justo después de comer, bañarse acompañado, no meterse en el agua bruscamente si sudas mucho, has hecho ejercicio, has tomado el sol, tienes escalofríos, notas mucho calor, etc.

-Quemaduras solares, que cursan con piel roja y sensible caliente al tacto, ampollas de desarrollo tardío, piel que se cae en áreas quemadas varios días después, reacciones severas que incluyen fiebre, escalofríos, erupción cutánea, etc. Aunque los síntomas suelen ser temporales, el daño cutáneo es permanente y puede tener serios efectos para la salud a largo plazo.

Los más sensibles son los bebés y los niños y las personas de piel clara, pero todos podemos padecerlo. También el consumo de ciertos medicamentos puede favorecer su aparición.

La prevención consiste en utilizar protectores solares eficaces con un FPS de 30 como mínimo, aplicados media hora antes de la exposición y repetidos con frecuencia, un bálsamo labial protector, usar sombrero y camisetas y gafas.

Si se ha producido la quemadura, debemos enfriar la zona con agua, no usar vaselina, se pueden tomarse analgésicos o antiinflamatorios por vía oral o cremas de cortisona por vía tópica bajo prescripción médica.

Acude al médico si tienes fiebre, insolación, deshidratación, mareos, taquicardias, sed extrema, ausencia de orina, fiebre, escalofríos, náuseas, dolor ocular, etc. relacionados con la quemadura.

-La deshidratación puede ser peligrosa, siendo los niños y las personas mayores de 60 años de edad los más susceptibles a ella. Habitualmente perdemos agua (sudor, orina, heces, etc.) y la reponemos (bebiendo y comiendo), pero cuando nos exponemos al sol excesivamente podemos deshidratarnos por la pérdida de agua y sales minerales (sodio, potasio, etc.).

Los síntomas incluyen: sed, menor volumen de orina, fatiga, piel seca, mareo, aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, etc. En los niños, además, se presentan boca y lengua secas, no tienen lágrimas, se vuelven irritables, fiebre, etc. En todo caso, debemos consultar al médico.

El tratamiento en casos leves pasa por la rehidratación con líquidos que contengan los electrolitos que se han perdido. En casos graves, será necesario ingresar en el hospital para reponer líquidos con sueros intravenosos. Para evitarla se recomienda beber mucho líquido garantizando que se supera la cantidad que estamos perdiendo por el calor. Mucho cuidado con los niños; ellos no saben que tienen sed.

-La insolación es una emergencia de rápido desarrollo y tratamiento necesario. Se produce tras una larga exposición al sol durante la que no sudamos lo suficiente como para que baje nuestra temperatura corporal. Los ancianos, los bebés, las personas que trabajan al aire libre y quienes toman ciertos medicamentos son más susceptibles de padecerla.

Los síntomas incluyen: dolor de cabeza, mareo, agitación, confusión, fatiga, temperatura corporal elevada, desmayo, taquicardia, etc. Debes consultar al médico.

Como primera medida, se recomienda meter al enfermo en el interior, tumbarle en una zona fresca con los pies en alto, aplicarle agua fría suavemente, intentar enfriarle, favorecer la sudoración, etc. Puede ser necesario aplicar sueros intravenosos y se recomienda reposo en casa durante unos días.

Para prevenirla se recomienda beber abundantes líquidos (mejor agua y bebidas isotónicas), utilizar ropa ligera, de algodón y colores claros, evitar las horas de temperatura más alta, ponerse a la sombra si hace mucho calor y ser muy cuidadoso si se padece alguna enfermedad crónica.