Preñeces. El marido de la exconcejala embarazada se somete al juicio de la audiencia, soberana, la que se hace el moño donde le da la gana (lo repite siempre Jesús Vázquez). No se esconde, da la cara, salta al ruedo, y lo hace para afirmar que el hijo que espera su esposa es suyo. Por si alguien lo dudaba. Lo jalean como un héroe. La esposa, henchida de orgullo, se sienta a su lado. El próximo paso, no lo descarten, en ese ecosistema todo es posible, será hacerse la prueba de paternidad en directo. Ah, no, callen, callen, que eso ya está inventado en televisión. Paqui la Coles, por ejemplo, supo que iba a traer un hijo al mundo gracias al test de parafarmacia que le facilitó Vasile. ¿Que no saben quién es Paqui la Coles? Esa que decía haber tenido tratos con un torero. Para lo de la exedil de Los Yébenes, dado su pedigrí político aunque se la conozca por lo que se la conoce, preguntaron a Pilar Rahola, que opinó: "Traer a un marido a una televisión nacional para que haga un ridículo como este y para que pasee sus cuernos de esta manera, me parece repugnante". Y así, con ese toque de dignidad, el asunto se elevaba a la categoría de la BBC. ¿O no exhibieron ellos la corona de Lady Di? Pues parecido.

Las Lomana. El presidente del Gobierno concede una entrevista a la directora de Informativos de Antena 3. Corramos un tupido velo sobre lo primero, Rajoy, y lo segundo, la entrevista. Vayamos a lo mollar, la directora, Gloria Lomana en sí. Corre como la pólvora el supuesto parentesco fraternal de la periodista y Carmen Lomana, celebridad nacional. Carmen, ojo, y no al revés, sale al paso: "Que os quede claro de una vez que yo no soy hermana de Gloria Lomana". Las dos Lomanas. Carne de cachondeo tuitero. "Quizá la entrevista a Rajoy hubiera sido más interesante si en lugar de Gloria Lomana la hubiera hecho Carmen Lomana", dice uno. Uf, puede. Gloria Lomana dijo de don Mariano que es "correoso". Ahora que la otra, Carmen, aunque no lo parezca así a simple vista, le llama "martirio". Y no sé que es peor.

Obras en casa. Cayetano ha vuelto a quejarse de las estrecheces de su familia, la de Alba, una saga de lo más necesitada como todo el mundo sabe. El hijo de la duquesa insiste: "En la casa estamos en una restructuración enorme para poder equiparar toda la cuestión económica y no está siendo fácil por los tiempos". Además tienen que meterse en obras por culpa de unas piedras que cayeron sobre el tejado -porque también les caen a ellos- del palacio, no de la villa en Kenia, ni de la casa ibicenca, y meterse en obras es lo peor que puede pasar en una casa. Las obras se harán "si nuestra economía nos lo permite". Pues hagan como la baronesa, véndanse un cuadrito y adelante.

Pelucas. Beatriz Cortázar le cuenta a Ana Rosa Quintana, muy convencida ella, que la Princesa se pone pelucas para pasar desapercibida y salir por ahí de incógnito. Vamos, ni que fuera Encarnita Polo o Aramís Fuster. Marujita no, diga lo que diga Parada, ella ha demostrado hasta la saciedad que todo es suyo -hasta las joyas- tirándose del pelo con fuerza ante las cámaras. Es cierto que el disfraz, el embozo, los dobles y los nombres fingidos son muy propios, mirándolo con perspectiva histórica, de la realeza, pero son cosas del pasado. Ahora se llevan recursos más actuales, como la máscara que se pone Froilán para ir a la disco light. Pero Pipe es más Borbón que Letizia, claro.

El casco. El affaire de François Hollande, como todo en la vida, ha disgustado mucho a unos, sobre todo a Valérie, ha dejado indiferentes a unos pocos (los menos, digan lo que digan los franceses, son tan cotillas como cualquiera), pero ha hecho feliz a otros. Los fabricantes de cascos de moto están exultantes. A través de una carta abierta, la firma que comercializa por internet los protectores como el que usaba el presidente en sus escapadas -inmortalizados por la revista que lo "pilló"- ha querido darle las gracias públicamente. Fue ver la cabeza de su máximo dirigente dentro de ese casco integral y lanzarse los galos a seguir el ejemplo. Se han agotado todas las existencias. La empresa se permite incluso sugerir a François chaquetas moteras para acompañante. Tráfico bien podría aprovechar el tirón para sus campañas de seguridad. Aunque igual le saca más partido esa firma que proporciona coartadas para infidelidades, célebre por sus nada discretas vallas repletas de grandes rostros conocidos. Porque el "hombre normal" que rige los destinos de la France ha logrado hallarle al objeto nuevos usos: el antipaparazzi o apoyo logístico para el socorrido "ése no soy yo, es uno que se me parece".

Las leyendas urbanas habría que mantenerlas ahí, en la nebulosa, en la frontera entre la verdad y la mentira, en el purgatorio. A ver cómo extraemos ahora del imaginario colectivo a esa Victoria Beckham, metiendo tripa, sacando pecho y culo, ladeando la cabeza y poniendo morritos para exclamar, con un mohín de asco ¡España huele a ajo! De entrada, ya se daba por hecho que oler a ajo era algo malo cuando Bigas Luna hizo de ello bandera del erotismo en Jamón, jamón y miren a Pe y Bardem. Además, al país ofendido siempre le quedaba el recurso de arremeter contra Vicky, por guiri y pija. Y defender así el producto nacional. Por ejemplo, los de Las Pedroñeras, que exhiben sin complejos el título de "capital del ajo", le enviaron a la Posh una caja. De los morados. Ahora, al cabo de los años, aclara la mujer en Vanity Fair que jamás salió de su boca el comentario, comentario que aparece en su biografía de la Wikipedia como uno de los datos más relevantes. Va a ser que a Victoria lo que no le gustaba de España no era el bulbo, sino que Ana Obregón rondase a su David. ¿O resultará que ese mito tampoco era cierto?