Aunque fue la desaparición del Códice Calixtino la que llevó a los agentes hasta Manuel Fernández Castiñeiras, acusado de su robo, el hallazgo en los registros de sus propiedades de lo que la policía calificó de "ingentes" cantidades de efectivo -sobre 1,7 millones de euros- ha desplazado el foco de atención de la obra al aparente descontrol sobre el dinero en la basílica. Y cuando se intentó implementar mejoras en la gestión, la organización "empezó a crujir por diversos sitios" y se dio "marcha atrás", según explicó ayer Pedro Ceán, contable de la catedral de 2002 a 2012, quien estimó que los desajustes detectados en la caja suponían "como mucho un 10%" de los ingresos anuales del templo, que podrían ascender a "unos 20 millones de euros" en una década de años santos.

Si Manuel Iglesias, el administrador de la basílica que admitió que detectó en 2003 que las cuentas no cuadraban, aseguró al tribunal que no lo denunció para "no generar alarma", ayer Pedro Ceán, que asistió al templo para informatizar su contabilidad, explicó, tras descubrir en 2003 desde el primer arqueo que "faltaba dinero", sugirió al administrador contar la caja de "forma reiterada", pero "no se hacía". Solo en 2005, explicó, el administrador, que primero atribuía los "desajustes" entre el dinero de caja y lo que figuraba en contabilidad a un "error" o incluso a un mal funcionamiento del programa alegando que solo había una llave de la caja, empieza a "dudar".

Ceán sugirió que se limitasen los pagos en efectivo para que el "control" de caja fuera más sencillo, pero no se hizo porque "esa decisión tampoco correspondía exclusivamente al administrador". Tras posteriores arqueos e informes que avisaban sobre "ciertas deficiencias de gestión", Ceán señaló que en 2006 y 2007 se realiza "un informe de la situación económica general de la catedral que incluye varias propuestas". Pero, añade, "cuando se comenzaron a implementar medidas" (como una oficina de gestión económica), la organización empezó a crujir por diversos sitios" y se produjo "como una marcha atrás" porque había que reformar los estatutos y no fue como "se planteaba".

Ceán también señaló que la información económica en el templo compostelano "no se trasladaba en su globalidad" porque existía "un silencio discreto" que "venía de atrás" en esas cuestiones. No obstante, afirmó que la contabilidad del templo no es "ficticia" porque "todo apunte contable tenía su sustento en un documento".

Ceán entiende que el sistema de gestión se modificó al traspasar a la Fundación Catedral la gestión económica.