El arzobispo de Granada, Javier Martínez, aseguró ayer que jamás tuvo constancia de "la menor sospecha" de conductas sexuales inapropiadas por parte del padre Román, del que ha dicho que formaba junto a otros curas un grupo "hermético", y que no le ofreció facilidades para tapar lo denunciado.

El prelado rememoró sus primeras conversaciones con la supuesta víctima. Aunque aclaró que no recuerda detalles, indicó al tribunal que le contó que, a partir de los 14 años, había sufrido abusos, que era "buscado" para mantener relaciones homosexuales y que vio moverse a los sacerdotes desnudos. En esas confesiones el denunciante no le habló de la práctica de masturbaciones, felaciones o penetraciones.

Martínez indicó que recibió "muchas quejas" de los procedimientos pastorales por la "forma de ser" del cura acusado, si bien aclaró que "jamás" tuvo la menor sospecha de conductas de índole sexual inapropiadas.