A Desirée Vila la vida se le torció de golpe el 26 de febrero de 2015. Con 16 años, esta gimnasta acrobática de élite se rompió la pierna derecha al sufrir una mala caída mientras entrenaba. Poco se podía imaginar que seis días después acabaría en un quirófano para que le amputasen esa extremidad debido a una concatenación de negligencias médicas del traumatólogo que la asistió en el centro médico El Castro de Vigo, Pedro Larrauri, que acaba de ser condenado a 2 años de cárcel, 4 de inhabilitación profesional y a indemnizarla con más de 2,1 millones de euros. Lejos de hundirse, esta joven que hoy tiene 18 años ha afrontado la adversidad de forma admirable. Con entereza y sin perder la sonrisa. Su nueva vida está ahora en Canterbury, en el sureste de Inglaterra, donde cursa estudios universitarios de turismo y practica deporte a diario: "Siempre tuve la idea de irme a estudiar fuera; pero me vino muy bien para escapar de todo lo que había pasado y para buscarme mi independencia y saber que soy capaz de valerme por mi misma". Desirée atendió ayer a LA OPINIÓN, un día después de notificarse la sentencia judicial de su caso, en una entrevista telefónica al concluir sus clases.

-¿Cómo está? ¿Cuál fue su primera reacción al conocer el fallo?

-Me lo comunicaron mis padres justo cinco minutos antes de entrar en clase. Estoy muy bien, muy contenta y sobre todo aliviada.

-¿Confiaba en esta resolución?

-En ganar el juicio obviamente sí. Las cosas se hicieron mal y las pruebas están ahí. Lo único que nos provocaba más incerteza y preocupación era la indemnización que nos iban a dar, ya que es una cantidad de dinero elevada. Comparado con otros casos nunca se había llegado a dar tanto. Pero el dinero es necesario, es para lo que es. Y es una cuantía alta porque el mundo de las prótesis es muy caro. Al final conseguimos lo que habíamos pedido.

-Gran parte de la indemnización, más de 1,6 millones, son para esas prótesis, que deberá ir renovando a lo largo de su vida.

-Las prótesis las necesitaré de aquí hasta que me muera. Además, yo al haber sido gimnasta y todavía joven tengo un ritmo de vida mayor que una persona de más edad. La prótesis diaria me permite tener una vida activa, hacer algo de deporte, subir escaleras... Y la prótesis deportiva es para correr.

-Además de al pago de ese dinero, la sentencia condena al médico a 2 años de cárcel y 4 de inhabilitación, ¿lo ve adecuado?

-La pena de cárcel me da igual. Lo que me parece justo es la inhabilitación. Cuando uno hace ese trabajo, debe estar al 100%, atento a cualquier cosa porque pone en riesgo la vida de las personas. Y en este caso fue el miembro de una persona... Evidentemente, no pienso que haya actuado con maldad, pero cometió un error y debe asumirlo.

-¿Cómo recuerda esos días tras el accidente?

-Sufrí una caída muy seria. Desde el primer momento que vi mi pierna la única pregunta que hacía a técnicos y sanitarios era si iba a volver a caminar. No se la razón, era mi subconsciente que sabía que pasaba algo grave. Además, estaba preocupada por si esa lesión iba a influir en mi carrera deportiva... Pero luego en el hospital [en El Castro] no me daban información, no sabía cómo de grave era mi lesión porque no me hacían pruebas o si las hacían no me daban los resultados... Fue todo una incerteza.

-Y sobre el proceder concreto del médico condenado....

-Desde el mismo momento que ingresé en O Castro [el 26 de febrero de 2015] el médico tendría que haber ido allí aquella noche, verme con sus propios ojo y no fiarse de lo que le decían otros enfermeros. Mi situación era grave, había gran riesgo de que se produjese un problema de circulación de sangre y eso no se podía pasar por alto, dejarlo de un día para otro. Pero en vez de verme y valorar la situación, decidió aplazarlo para el día siguiente.

-¿Y los días siguientes hasta su traslado a Povisa?

-Sinceramente, creo que él ya sabía lo que había. Y que lo único que hizo fue intentar ocultarlo de alguna manera....

-La sentencia no es firme y el facultativo anunció que recurrirá.

-Confío en que el resultado no variará mucho, ni para bien ni para mal. Los informes son los que son y la verdad está clara.

-¿Cómo cambió su vida tras la amputación de la pierna?

-Fue un impacto muy grande, porque ocurrieron dos cosas de golpe. La primera, que me cambió la vida físicamente, al perder un miembro pierdes mucho más que eso... Y después porque mi carrera deportiva se paró de golpe. Tuve que abandonar, de un día para otro, todo lo que había logrado durante tantos años entrenando a nivel de élite. Los daños psicológicos derivado de todo eso fueron enormes.

-Pese a la adversidad, no ha perdido la sonrisa y ahora estudia en Inglaterra, ¿cómo es su día a día?

-Me vine en septiembre. Estudio Administración del Turismo en la Universidad de Canterbury. Ahora estoy centrada en esto, en los estudios. Y lo compagino con deporte diario, el que puede hacer cualquier otra persona: voy al gimnasio, estoy aprendiendo a correr... Para mantenerme activa. Siempre fui deportista y esas cosas no cambian de un día para otro. Y también me gusta hacer voluntariado. Todo va bien.

-¿Sus mayores limitaciones?

-La mayor es la del deporte. Por mucho que haya deportes adaptados, en lo que se refiere a la gimnasia acrobática, que era lo que me gustaba, en mi situación es muy complicado. Intenté hacer otros, como el baloncesto en silla de ruedas o el tenis, pero no me llaman la atención. Lo que más me atrae es la natación, pero en la ciudad en la que vivo aquí en Inglaterra no hay instalaciones para practicarlo... Me da pena, no se si volveré al alto rendimiento como antes... Pero el deporte siempre estará ahí, aunque sea de forma light como ahora.