La mejor añada de cine gallego oferta el filme Longa noite, una película en gallego redonda con alguna arista destinada a que duela algo recóndito. Su director, el gallego Eloy Enciso, militante del Novo Cinema Galego, ha llevado la maestría de la poética cinematográfica y la reflexión discursiva hasta un punto sublime. En ella, se siente el miedo a la falta de libertad, a la guerra.

Es una clase de historia de Galicia y España con el 36 de por medio pero contada de otra manera y conectada con lo que hoy vivimos. Por ello, llevó el Boccalino de Oro a la mejor dirección este año en Locarno, entre otros premios.

Su primer largometraje fue Pic-nic, un documental y en 2012 saltó a la ficción con Arraianos. Enciso presentará Longa noite hoy a las 20.00 horas en los cines Yelmo Os Rosales, acompañado por el exconcejal de Cultura José Manuel Sande.

¿Qué le llevó a realizar esta película tan arriesgada?

Quería continuar el trabajo de Arraianos con actores no profesionales y con el mismo equipo. Pero Arraianos es una película más diurna; y ahora quería hacer una exploración de la noche, de la oscuridad.Temáticamente, Arraianos estaba situado en una aldea perdida en una frontera; con esta, quería situar la película en un contexto histórico más identificable para el público. Cuando empezó el proyecto, yo, al igual que gran parte de España, estaba pasando por una crisis económica y laboral muy fuerte. Empecé a interesarme por las razones de esa crisis y me pareció identificar algunas claves en el primer franquismo.

¿Por qué apuesta por actores no profesionales?

Para mí, es interesante ver cómo el cine puede tener una raíz de arte popular. También hay una parte práctica. A mí, me gusta trabajar con actores fuera de su zona de confort; hay un resultado que puede ser menos refinado pero tiene un trasfondo de autenticidad que se transmite.

El filme gira mucho alrededor del concepto de libertad en una dictadura pero a día de hoy también hay esa sensación...

No quería una película hablando de qué pasó sino del cómo, cómo funciona una sociedad de corte totalitario. Analizando ese cómo podemos ver similitudes con el presente. Un sistema no es solo la foto de un señor con bigote, sino la ideología que se va filtrando de arriba hacia abajo y horizontalmente entre los propios ciudadanos. Las conversaciones de los personajes intentan analizar eso, los mecanismos del miedo, del control.

¿Cree que la sociedad es consciente de la falta de libertad actual?

Evidentemente, hay mecanismos que no conocemos ni controlamos. Nuestra opinión política la decide más un algoritmo que nosotros mismos. Son nuevos mecanismos ante los que tenemos que estar atentos. Bajo esa aparente libertad de los clics, también hay un ordenamiento y no lo hacemos nosotros.

Hay escenas con nieve real, ¿fue el rodaje dificultoso?

Fue, efectivamente, un rodaje difícil. Es difícil rodar en el exterior y además, si grabas de noche y en el invierno del interior de Galicia, más. A mí, me gusta filmar en espacios naturales porque añaden dificultad técnica y práctica pero te permite estar más concentrado.

¿Qué destacaría del personaje principal?

Siempre lo he visto como un personaje que no se desvela inmediatamente y que, en la primera parte de la película, es más bien un recolector de historias que regresa a su lugar de origen y encuentra diferentes puntos de vista que explican cómo funciona esa sociedad: desde unos pobres pidiendo a la puerta de la iglesia, a un comerciante, un aspirante a alcalde, una señora en una estación... Poco a poco, vamos conociendo más de ese personaje y en la tercera parte sabemos más de su historia, que representa a una colectividad. En la última parte, con las cartas que él va leyendo, se entiende que son cartas reales y escritas por diferentes personas y que él representa a una parte de la sociedad. Fueron cartas escritas por presos en cárceles y campos de concentración en Galicia y fuera de Galicia.

¿Tenía como fin la poesía en imágenes?

Sí, para mí, esa es otra de las cualidades del cine,que puede construir pensamiento a partir de la forma. Longa noite es un filme donde la palabra tiene mucha importancia pero no se renuncia a la potencia del cine, como una expresión plástica, sensorial. Es un posicionamiento del autor, como que no se trata de hacer cine político sino filmar políticamente. Eso significa también acercarme al idioma, a los rostros.