Todas las miradas se dirigen, estos días, hacia las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y Reanimación (REA), sometidas a una presión asistencial sin precedentes por el imparable aumento de los ingresados por COVID. En el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) hay, sin embargo, otras dos unidades (una en funcionamiento desde hace ya “entre siete y diez años” y la otra puesta en marcha a raíz de la emergencia sanitaria), desconocidas para buena parte de la población, cuya labor está siendo clave, desde el inicio de la pandemia, para aliviar la tensión sobre aquellas. Las Unidades de Cuidados Respiratorios Intermedios (UCRI) o “unidades de críticos respiratorios”, como prefiere denominarlas la jefa del Servicio de Neumología del Chuac, Carmen Montero, son un lugar de paso entre hospitalización convencional e intensivos, en ambas direcciones. Allí los enfermos reciben soporte ventilatorio mediante técnicas no invasivas, como la bipresión positiva (Bipap), la presión positiva continua (CPAP) o el alto flujo. “En las UCRI, los pacientes no están intubados, tienen otro tipo de respirador, que a veces también se usa en las UCI”, apunta la doctora Montero, quien reivindica la utilidad de estos espacios para sortear, en un porcentaje significativo de casos, el ingreso en las unidades de críticos —“probablemente se eviten más de la mitad”, subraya— y reducir en lo posible sus consecuencias, tanto respiratorias como de tipo motor.

¿Desde cuándo cuenta el Chuac con Unidad de Cuidados Respiratorios Intermedios (UCRI) y cuál es su función?

Nuestra UCRI lleva en funcionamiento en torno a siete o diez años, y está destinada a pacientes con problemas respiratorios que precisan un soporte ventilatorio, mediante técnicas como la bipresión positiva (Bipap), la presión positiva continua (CPAP) o el alto flujo. Enfermos procedentes de la UCI, con postoperatorios complicados a raíz de un trasplante o de otro tipo de cirugía pulmonar, con patologías pulmonares crónicas —como la EPOC— o restrictivas de origen toracógeno, cifoescoliosis o dolencias musculares degenerativas en el momento de la agudización.

Y ahora, también, enfermos con COVID.

La unidad sigue funcionando igual, lo que sucede es que actualmente acogemos en ella también a algunos pacientes que estuvieron en la UCI mucho tiempo por COVID, pero que ya negativizaron esa infección y, por tanto, no contagian. En este caso, la UCRI está siendo de gran utilidad para facilitar su salida de la UCI y liberar camas en esa unidad. Los pacientes llegan a cuidados intermedios con respirador, y es ahí donde inician el proceso de rehabilitación, lo que nosotros llamamos “destete”.

La UCRI es un paso intermedio, por tanto, entre la UCI y las plantas de hospitalización convencional.

Así es. Una condición es que los pacientes vengan a la UCRI con una máquina para respirar. En cuanto tienen capacidad para hacerlo solos, son trasladados a una cama de hospitalización convencional.

¿Cuánto tiempo pasan de media, los enfermos con COVID, en esta unidad?

Los pacientes que estuvieron en la UCI por COVID pueden pasar en la UCRI un mes, a veces dos, pero también pueden salir de esa unidad más rápido. La estancia media dependerá siempre de la afectación que traigan de la UCI y de las consecuencias de la infección. En general, se trata de enfermos con secuelas pulmonares y también con mucha patología muscular, de ahí que no puedan respirar solos y necesiten ayuda para volver a hacerlo.

¿Qué aspectos se trabajan en la UCRI para favorecer la recuperación de esos pacientes?

Esta UCRI está formada por un equipo multidisciplinar, integrado por neumólogos, fisioterapeutas, nutricionistas y personal de enfermería. Se trabaja, por un lado, el tema respiratorio, para poder ir retirando poco a poco el soporte ventilatorio a los enfermos. Muchos llegan a la unidad con traqueostomía, es decir, con un agujero artificial en el cuello, que intentamos cerrarles lo antes posible. Y también se trabaja mucho la rehabilitación motora, para que puedan volver a caminar, recuperarse y hacer una vida normal.

¿Cuántas camas se reservan en la UCRI del Chuac a pacientes que superaron la infección causada por el SARS-CoV-2?

No hay un número de camas reservadas, se trabaja a demanda. No obstante, en esa UCRI siempre hay ocupadas entre cuatro y seis camas por enfermos COVID que ya negativizaron la infección y que por tanto, insisto, ya no contagian.

La emergencia sanitaria les obligó a habilitar una segunda unidad de este tipo, dedicada exclusivamente a patología COVID...

Así es. A raíz de la pandemia tuvimos que montar otra UCRI para pacientes con COVID que necesitan un respirador, porque sufren una hipoxemia muy grave (tienen una saturación muy baja de oxígeno en sangre). En este caso, el objetivo es intentar evitar que estos enfermos ingresen en la UCI. Es una UCRI habilitada para esta situación, y actualmente alberga a 13 pacientes.

¿Qué diferencia hay, en este caso, entre estar en la UCRI o en una unidad de críticos convencional?

Al igual que sucede en la otra unidad de cuidados respiratorios intermedios, el paciente ingresado en la UCRI COVID no está intubado. Tiene otro tipo de respirador, que a veces también se utiliza en la UCI, y se le aplican de una manera más o menos precoz técnicas de soporte ventilatorio no invasivas, como la bipresión positiva (Bipap), la presión positiva continua (CPAP) o el alto flujo. Algunos pacientes tienen que progresar e ir a la UCI, pero otros consiguen evitar el paso por esa unidad.

¿Cuántos?

Probablemente más de la mitad.

¿Esta UCRI COVID estuvo ya operativa en la primera ola de la pandemia?

Sí, pero se recurrió a ella mucho menos. Durante la primera ola, nos parecía que la única solución, en casi todos los casos, era intubar a los enfermos, no tenían tanta cabida estos soportes no invasivos. Pero ahora tenemos un conocimiento mucho mayor sobre la enfermedad causada por el SARS-CoV-2, y vemos que las terapias no invasivas tienen un papel muy importante también y evitan intubaciones.

¿Cuál sería el principal inconveniente de la UCRI, si es que tiene alguno?

El principal problema de estas unidades es que los sistemas de apoyo a la respiración que emplean, a diferencia de la intubación que ofrece la UCI, provocan una importante aerosolización. Eso convierte a las UCRI en espacios con un alto riesgo de contagio para el personal sanitario, de ahí la importancia de tener a los pacientes muy bien aislados, en habitaciones individuales y preferiblemente con presión negativa.

El edificio principal del Chuac está más tensionado que nunca ante una curva de ingresos por COVID que no para de crecer. ¿Cómo están los ánimos en el Servicio de Neumología?

Nunca imaginamos vernos en una situación como la actual. Nuestra UCRI lleva años en funcionamiento, este tipo de unidades están totalmente instauradas en los grandes hospitales, pero jamás pensamos en tener a un número tan elevado de pacientes ingresados en cuidados intermedios. La UCRI COVID, que ahora mismo también hay en muchos otros centros hospitalarios españoles, produce muchísima sobrecarga asistencial, tanto para el personal de enfermería como para los médicos y el resto de profesionales implicados en el trabajo en esa unidad. Espero que esta situación sea transitoria, y que lo antes posible la UCRI COVID deje de tener razón de ser y pueda desaparecer.

¿Ha variado el perfil de los enfermos con insuficiencia respiratoria grave por COVID en esta tercera ola de la pandemia?

Los pacientes que estamos viendo ahora son más jóvenes, y esto también facilita que puedan ser tratados en la UCRI, porque su colaboración es mayor, tienen más fuerza muscular y no sufren otras comorbilidades, lo cual permite que se beneficien más de las terapias que se aplican en esta unidad, como el alto flujo.

¿Cuál es la franja de edad de los pacientes ingresados, actualmente, en la UCRI COVID?

Entre 40 y 80 años.

Esto demuestra que el COVID no afecta solo a mayores, y que sus consecuencias pueden ser graves. ¿Qué secuelas están viendo los neumólogos, a medio plazo, en pacientes que estuvieron muy afectados pero lograron superar la infección?

En el Servicio de Neumología tenemos una consulta postCOVID para realizar seguimiento a los pacientes que reciben el alta hospitalaria. A las seis semanas, revisamos su estado mediante una radiografía de tórax y otras pruebas, y aunque afortunadamente la mayoría se recupera totalmente, también vemos a personas con secuelas importantes. No sabemos qué va a pasar a largo plazo, pero detectamos casos de disnea en gente que ha superado el COVID, y que tardan mucho tiempo en recuperarse. Hay pacientes que presentan ya, incluso, una fibrosis establecida, es decir, secuelas pulmonares irreversibles. Si estuviesen en la franja de edad, algunos podrían ser candidatos a un trasplante de pulmón. El área de neumología, por desgracia, tiene COVID para rato.

¿Cómo afecta la actual presión asistencial a la atención de otras patologías de su especialidad? ¿Se están teniendo que aplazar consultas e intervenciones?

Ahora mismo nos estamos dedicando a atender la patología prioritaria, es decir, a pacientes que tienen que ingresar con problemas agudos, con sospecha de cáncer de pulmón —que requieren ser diagnosticados y tratados lo antes posible— y con otras dolencias, como la enfermedad intersticial, casos de asma grave o neumonías. Evidentemente, hay muchos enfermos pendientes de ver en este momento. Intentamos hacer mucha teleconsulta, para saber cómo están nuestros pacientes, pero en los próximos meses vamos a tener una demora considerable para ver a los crónicos.