Como a muchas otras parejas, la pandemia pilló a Sabela Sande y Adrián Rodríguez en plenos preparativos de una boda que estaba prevista para octubre de 2020. “Durante el confinamiento ante la incertidumbre que había y las noticias de cómo estaba la situación, los fallecimientos, etc... decidimos aplazarla a abril de 2021. Es cierto que al final el 10 de octubre casi no habríamos tenido restricciones, pero teníamos claro que no queríamos casarnos en 2020, no nos parecía lo adecuado ante la situación general que había”, explica Sande. Pero cuando llegó la fecha marcada el pasado mes de abril “la situación tampoco era como esperábamos”. “Había muchas restricciones porque coincidía con Semana Santa”, explica esta joven oleirense, quien junto a su pareja tuvo claro que al menos la ceremonia religiosa sí la realizarían en la fecha prevista. Ya están casados y ahora, el 19 de junio, realizarán el banquete al que irán más invitados.

“Teníamos ganas de casarnos, de celebrar ya la ceremonia y por eso optamos por hacerlo. Fue algo íntimo, con solo 22 personas, los familiares y amigos más cercanos y fue una decisión muy acertada. La gente valoró mucho el esfuerzo que hicimos y se entregó en una ceremonia que además fue muy emotiva”, indica Sabela que se casó en la Iglesia de Liáns. “Nos ha tocado vivir esto, no fue la boda que había imaginado pero fue perfecta. Lo positivo es que al final la ceremonia fue con la gente que más quieres y todos se volcaron y estaban muy emocionados”, indica.

Aunque reconoce que, al principio, llevó “mal” el tener que aplazar la boda — “Adrián lo llevó mejor”, asegura—, pronto asumió que “no se podía tener todo controlado y que había que adaptarse” a las restricciones y los protocolos COVID impuestos que varían casi cada semana. Porque el cambio de fecha y la pandemia hizo que también modificasen el concepto de boda que tenían previsto inicialmente.

“Tuvimos que reducir la lista de invitados. Íbamos a ser unos 260 y ahora lo hemos limitado a cien. Además teníamos previsto una boda de tarde-noche, pero con la restricciones hemos preferido hacerla de mañana”, indica Sabela, que reconoce que es un acierto haber pospuesto el banquete a junio porque “ahora podemos poner mesas de hasta seis personas y en abril serían cuatro y además tendríamos el toque de queda”. “Aprovecharemos todo lo que se pueda el exterior del pazo que ahora está al 75% de aforo”, indica Sabela que aun así es consciente de las características que tiene casarse en pandemia. “En la Iglesia todos, salvo nosotros, estaban con mascarilla, en los bancos solo dos personas o cuatro si eran no convivientes y en el banquete también habrá que ir siempre con mascarilla, se dividirán las mesas por grupos de convivientes o amigos, los aperitivos del cóctel serán individuales...”, explica.

A menos de un mes para que celebren la boda — “habrá una especie de ceremonia para los que no acudieron a la Iglesia”, señala—, Sabela y Adrián no han tenido cancelaciones de invitados “por culpa del COVID”. Se muestran tranquilos porque “llevamos a mucha gente joven y los mayores, casi todos están vacunados”, pero conscientes del riesgo que puede suponer un evento de estar características, van a pedir a sus invitados que se sometan a un test de saliva antes de la celebración. “Ahora que se pueden hacer gratuitamente en la farmacias ya hemos hablado con dos para hacer este cribado, obviamente no podemos obligarles, pero se lo vamos a recomendar”, indica Sabela Sande, que tiene claro que quiere que la celebración de la boda sea “un entorno seguro”.

Además, Sabela Sande reconoce que algunos invitados, “que tienen más miedo o que son gente de riesgo”, lo más probable es que solo se queden hasta que finalice la comida. “Habrá gente, como ocurre al final en todas las bodas, que se retire antes de la fiesta”, sostiene esta joven.