La Opinión de A Coruña

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Actor y presentador de televisión, acaba de publicar el libro autobiográfico ‘Bipolar y a mucha honra’ y ayer apadrinó en Santiago la Carrera por la Depresión

Javier Martín: ‘Cuando piensas en suicidarte el sufrimiento es tan absoluto que no ves la salida... ¡pero sí la hay!”

“A mí me salvó mi psicóloga, pero cuántas personas se habrán quitado la vida por no poder acceder a un profesional de la salud mental en la sanidad pública”

El actor y presentador de televisión Javier Martín, esta semana, en la Praza do Obradoiro, en Santiago. Cedida.

El actor Javier Martín saltó a la fama, a finales de los 90, como presentador y reportero del programa de televisión Caiga Quien Caiga (CQC), bajo la batuta del Gran Wyoming. Tras un éxito abrumador, cambió la pequeña pantalla por el teatro, su gran pasión, y hoy compagina las tablas con la divulgación de la salud mental. Acaba de publicar el libro Bipolar y a mucha honra (Espasa), un testimonio en primera persona para romper estigmas, y esta semana ha estado en Santiago, donde ayer apadrinó la Carrera por la Depresión. Una iniciativa impulsada por las asociaciones de pacientes La Barandilla y LAR Pro Salud Mental, la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria y la compañía farmacéutica Lundbeck para visibilizar esa dolencia, que afecta a casi 130.000 gallegos.

Apadrina la carrera, ¡pero no se ha enfundado el chándal!

En esta ocasión, no [risas]. Últimamente estoy tan atareado que no he podido prepararme como para participar en una carrera, pero hago deporte y se lo recomiendo a todo el mundo. Está científicamente demostrado que el ejercicio físico genera serotonina, levanta el ánimo y desencadena una serie de reacciones químicas en nuestro cerebro que ayudan a tener mejor salud mental. Cuidarse, evitar las drogas y llevar una buena alimentación es súper importante, igual que lo es tener una actitud positiva ante la vida. Ser optimista, de alguna manera, crea también buena salud mental.

Usted disfruta ahora de una vida estable, pese a sufrir trastorno bipolar, un problema de salud mental crónico que llegó a empujarlo, literalmente, al borde del abismo. ¿Cuándo fue consciente, por primera vez, de que algo no iba bien?

No es algo de lo que te des cuenta de un día para otro. La primera vez que me hablaron del trastorno bipolar estaba en una fase maníaca y me daba un poco igual. Hasta me sentó bien, porque en la fase maníaca todo te va bien. Para mí, de hecho, todo eran conexiones universales. Lo que sucede es que, con el tiempo, vas asimilando ciertas cosas...

¿Cuáles?

Primero, entender que tienes que tomar una medicación todos los días. Yo también pasé por esa fase de esconder las pastillas debajo de la lengua y tirarlas, o romperlas y tomar menos porque creía que me encontraba mejor de lo que estaba. A muchas personas con problemas de salud mental les cuesta asimilar que la medicación es nuestra tabla de salvación, hasta hay estigma con eso. Después, hay que comprender que el entorno, la familia y los amigos, son súper importantes. Muchas veces ellos te avisarán de que algo no va bien cuando tú no te das cuenta. Para mí fue un paso muy grande el hecho de aceptar ir al psicólogo o al psiquiatra cuando mi familia me dijese “Javi, no te vemos bien”, aunque crea que no tienen razón. Hay que desestigmatizar, también, la labor de los profesionales de la salud mental. En ocasiones tienes que ir a su consulta, para que vean cómo vas, y siempre hay que seguir sus pautas y sus recomendaciones. Ponerse en manos de psicólogos y psiquiatras es fundamental, se lo recomiendo a todo el mundo, aunque soy consciente de la situación de la sanidad pública en España...

A eso iba. Se habla cada vez más de salud mental, pero los recursos en la sanidad pública son escandalosamente deficitarios.

Hablar del problema de la salud mental está muy bien, porque haciéndolo también podemos hablar de la solución. Pero la solución, en este caso, pasa por inversión en la sanidad pública. En España tenemos tres veces menos psicólogos que en el resto de Europa. Si necesitas acudir a un profesional de este tipo, sabes que tendrás que pagarlo de tu bolsillo porque en la sanidad pública no te darán cita hasta dentro de tres, cuatro, cinco y hasta seis meses, como sucede en muchísimos casos; cuando te vean, lo harán cinco o siete minutos; y, cuando te vuelvan a ver, habrán pasado otros tres meses. No se puede llevar un tratamiento adecuado en esa situación. Urge priorizar la salud mental porque, sin ella, no hay salud. A veces tenemos problemas físicos y podemos ser felices. Si tenemos un problema de salud mental, no podemos serlo ni llevar una vida estable, y a nuestro entorno también le afecta muchísimo.

María Tajes, jefa del Servicio de Salud Mental del Sergas; Celso Arango, expresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental; Javier Martín; la atleta Julia Vaquero; Susana Gómez-Lus, directora médico de Lundbeck; y Jorge Aboal, director xeral de Asistencia Sanitaria del Sergas. L.O.

Son los grandes olvidados.

Sin duda. Como no hay inversión ni profesionales suficientes en la sanidad pública para tratar a las personas con problemas de salud mental, muchas veces son las familias las que se tienen que encargar de ese acompañamiento y no saben cómo actuar porque no estamos formados en educación emocional. Los datos son tremendos. Por ejemplo, cada vez que alguien se suicida, seis personas de su entorno caen en una depresión, con muchísimo peligro de quitarse también la vida, ya que el suicidio es una bomba en las familias. Urge atajar de alguna manera toda esta problemática, romper esa barrera e invertir realmente en salud mental.

Usted mismo ha contado que en la peor fase depresiva de su trastorno bipolar estuvo a punto de quitarse la vida. ¿Qué le llevó hasta ese punto?

Quien no haya pasado por ahí no puede ni imaginarse el sufrimiento tan absoluto que se siente... Para mí ha sido el momento más duro de mi vida, y aunque puede haber razones externas que te lleven a esa situación, en mi caso no las había. Todo en mi vida estaba estupendamente, pero el trastorno mental me hacía ver la realidad de una manera distorsionada y todo eran problemas para mí. Llegó un momento en que estaba tan hundido que pensaba que jamás iba a poder salir de ahí. Y cuando piensas que ese sufrimiento tan absoluto va a estar siempre ahí, crees que no hay otra salida que quitarte la vida... ¡pero sí la hay! Yo llegué a un punto muy peligroso, porque vivo en un 7º piso, tengo una terraza y estuve a punto de hacerlo subiéndome a esa barandilla.

¿Qué le frenó?

En el último instante, pensé en las personas que me quieren, sobre todo en mi marido. Me imaginé claramente el dolor que infringiría en todos ellos y me dije: “No puedo hacerlo. Tengo que aguantar”.

¿Cómo salió de ese precipicio?

Lo que me salvó, realmente, fue ponerme en manos de una psicóloga. Ella supo qué decirme y qué hacer, desde el primer día, para darme esperanza. Había una cosa que me repetía siempre: “Espérame. La semana que viene te vuelvo a ver, pero no hagas nada. Espérame”. Y a mí ese “espérame” me sonaba a esperanza. Y, cada vez que acudía a su consulta, trabajaba conmigo y me decía ciertas cosas que me hacían ver la realidad, porque yo en aquel momento tenía puestas unas gafas oscuras. Lo que yo pensaba, no era real. Por eso insisto en que la ayuda de los psicólogos y los psiquiatras es indispensable. Cuántas personas se habrán quitado la vida por no haber podido acceder a un profesional de la salud mental en la sanidad pública. Yo sí me podía permitir pagar 70 euros de psicóloga y 100 de psiquiatra cada semana, más de 600 al mes. ¿Quién puede hacer eso?

“Con apoyo familiar, terapia, tomando la medicación y cuidándote, las cosas se van arreglando poco a poco”

¿Por qué decidió hacer público su trastorno bipolar?

Primero, tenía que sentir que se había estabilizado todo. Desde hace años, ya no sufro depresiones, tengo una pequeña subida mínima, una vez al año, que no me impide seguir trabajando. Mi necesidad de contarlo viene, sobre todo, de esa certeza absoluta que tenía en el peor momento de mi vida de que no podría salir de ahí y, cuando por fin lo hice, siempre estaban en mi cabeza todas esas personas que pasan por lo mismo y piensan que no lo van a superar. Compartir mi historia, qué me ha ayudado a mí y qué no, lo importante que es el entorno para apoyarte en ellos cuando lo necesitas, lo fundamental que es que te escuchen... creo que les puede ayudar.

Su tono es positivo, pese a la crudeza del relato.

Es que creo que hay que hablar de la salud mental en positivo. En España hay miles de personas con problemas de salud mental y una vida estable. Al principio hay momentos de crisis y se pasa mal, pero con apoyo familiar, terapia, tomando la medicación y cuidándote, las cosas se van arreglando poco a poco. El trastorno mental está ahí, es crónico, pero no da la cara muchísimas veces durante mucho tiempo y se puede ser muy feliz.

¿Usted lo es?

Mucho más que antes de saber que tenía trastorno bipolar. Diez años de psicóloga me han ayudado a afrontar la vida y a darme cuenta de qué es lo que quiero y lo que no. Y, después de aquel día en la terraza de mi casa en el que quise suicidarme, para mí la vida son regalos. Estar en Santiago ahora, pasear, ir a ver una película en el cine... son pequeños milagros que a veces pasamos por alto. Es importante ser consciente da la maravilla que es estar vivo.

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