Genes del neolítico en la raíz de la esclerosis múltiple

Descubren el origen del mayor riesgo genético de los europeos del norte a padecer esta dolencia | Estudios en ‘Nature’ indagan el vínculo del ADN ancestral con el alzhéimer y otras enfermedades

Rafa López

Los habitantes del norte de Europa tienen la mayor prevalencia de esclerosis múltiple (EM) del mundo. Un estudio publicado este pasado miércoles en Nature sugiere una posible explicación, que quizá sirva también para aclarar el misterio de por qué Galicia —y Ourense especialmente— presenta la más alta prevalencia de EM de España y una de las mayores de Europa. Los genes que aumentan significativamente el riesgo de que una persona desarrolle esta enfermedad fueron introducidos en el noroeste de Europa hace unos 5.000 años por una tribu de pastores que emigraban desde la estepa póntica, una región situada en lo que es ahora Ucrania, el suroeste de Rusia y el oeste de Kazajistán. El contacto estrecho con el ganado les hizo muy susceptibles a contraer enfermedades infecciosas, y desarrollaron una fuerte respuesta inflamatoria como defensa. Ese efecto beneficioso tuvo como contrapartida perjudicial un mayor riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes, como la EM.

Este concepto se denomina “pleiotropía” y se aborda en el libro Homo imperfectus, de la paleoantropóloga gallega María Martinón-Torres. Para la evolución prima la ventaja, cuyo peso contrarresta los “daños colaterales”. “En estos casos, la enfermedad no es necesariamente un fallo, sino un arancel a pagar por un beneficio mayor”, apunta la científica en el libro.

Determinados cambios en el ADN producidos en el neolítico —periodo que comenzó entre el 6000 a. C. y el 4000 a. C., y en el que se generalizó la agricultura y el pastoreo— se analizan en un estudio publicado el pasado miércoles en Nature, que junto con otros tres trabajos destacados en la misma revista indagan en las modificaciones en el ADN ancestral y cómo estos cambios se vinculan a un mayor riesgo de padecer esclerosis múltiple, alzhéimer y otras dolencias.

Se registran el doble de casos de esclerosis múltiple por cada 100.000 personas en el noroeste de Europa, incluidos Reino Unido y Escandinavia, en comparación con el sur del continente. Los europeos del sur tienen una mayor probabilidad de desarrollar trastorno bipolar y los del este, mayor riesgo de diabetes tipo 2 y alzhéimer. Según estos estudios, los genes que incrementan el riesgo de padecer alzhéimer y diabetes tipo 2 se remontan a los cazadores recolectores.

María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana en Atapuerca, señala que, aunque no ha podido leer los artículos en detalle, constituyen un trabajo “magnífico” que pone de relieve “cómo la enfermedad es a veces la consecuencia o el efecto secundario de algunas mutaciones que nos han permitido adaptarnos a un mundo cambiante y mucho más amplio”.

Para la paleoantropóloga gallega, la peiotropía —que un mismo gen pueda tener efectos positivos y negativos a un tiempo, pero priman los positivos— “nos permitió adentrarnos en territorios nuevos, pero nos hizo vulnerables al padecimiento de algunas enfermedades”. “Es difícil, o casi imposible, querer jugar a todo y ganar a todo —añade— La posibilidad de dispersarnos y habitar territorios muy diferentes lleva consigo algunos desajustes biológicos que pueden hacernos más propensos al padecimiento de enfermedades que, en global, no afectan al éxito demográfico y supervivencia de nuestra especie y por eso persisten”. Así ocurre con la esclerosis múltiple: “Cambios en la genética de nuestro sistema inmune que nos permiten defendernos de nuevas amenazas y exposición a nuevos patógenos o alérgenos, podrían favorecer la aparición de patologías en otros sistemas. Es un malabarismo entre beneficios e inconvenientes”, resume la científica ourensana.

El estudio sobre la esclerosis múltiple está firmado por una treintena de investigadores internacionales, entre ellos el gallego Santiago Rodríguez, profesor en la Universidad de Bristol (Reino Unido). En total, en los cuatro trabajos de investigación contribuyeron 175 científicos de todo el mundo.

Según el profesor Lars Fugger, coautor del estudio sobre la EM y médico consultor del Hospital John Radcliffe de la Universidad de Oxford, “la EM no es causada por mutaciones, sino que está impulsada por genes normales para protegernos contra patógenos” —ha explicado a la BBC—. “Ahora podemos comprender y tratar la EM tal como es en realidad: el resultado de una alteración genética como resultado a la adaptación a ciertas condiciones ambientales que ocurrieron en nuestra prehistoria”.

Al doctor José María Prieto, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Clínico de Santiago, no le sorprenden los resultados. Recuerda que un estudio danés de los años 70 ya vinculaba una mayor prevalencia de EM con cierto sistema en el cromosoma 6. Y en los 60, un neurólogo americano trazó un mapa de la distribución geográfica de la enfermedad: “Si te alejabas del Ecuador, la prevalencia iba aumentando”. Apunta a una mezcla de factores ambientales y genéticos, aunque advierte que no se puede identificar genética con herencia familiar: “Sabemos que hay un componente hereditario, sin duda: la probabilidad de que un paciente con EM tenga un hermano con EM es mayor que en la población general, pero no justifica ni hacer consejo genético ni plantear ninguna medida preventiva en ese sentido”, precisa.

“Hoy por hoy no vale como dato de diagnóstico, ni siquiera de pronóstico”, señala Prieto sobre estos y otros estudios genéticos que “solamente te permiten hablar en probabilidades”, aunque no descarta que “en un futuro muy lejano”, y quizá “con inteligencia artificial”, el análisis genético de un paciente pueda arrojar un pronóstico de esclerosis múltiple con cierta consistencia.

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