Jorge Cameselle | Médico e investigador clínico

“Hacer investigación clínica en Galicia es cada vez más difícil”

“Los comités de bioética están castrando muchas investigaciones”

ágatha de santos

Fue una conferencia que el cirujano estadounidense Bernard Fisher, pionero en la biología y el tratamiento del cáncer de mama, impartió en Vigo lo que decidió al doctor Jorge Cameselle a dedicarse a la investigación clínica. De su experiencia hablará hoy en la sede de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia, en A Coruña (Durán Loriga, 10), de la que es académico correspondiente, en la ponencia El mono poeta. Reflexiones sobre las investigaciones del cáncer de mama y de las enfermedades raras. Especialista en medicina familiar y anatomía patológica, este médico gallego ha publicado 65 artículos en revistas médicas internacionales y ha editado 50 documentales científicos.

¿Qué le impulsó a dedicarse a la investigación clínica?

En 1984, cuando ya era médico, tuve el privilegio de escuchar, aquí en Vigo, al cirujano estadounidense Bernard Fisher, quien, junto con su hermano, patólogo, estableció un nuevo paradigma en la diseminación del cáncer de mama al demostrar que podía ser una enfermedad sistémica, ya desde su inicio. Esta idea cambió radicalmente la forma de tratar esta enfermedad. Los resultados de sus investigaciones demostraron que con la cirugía conservadora y la radioterapia se obtenían los mismos resultados que con la mastectomía cuando el cáncer de mama era diagnosticado con un tamaño relativamente pequeño. Él había impulsado los primeros grandes ensayos clínicos prospectivos y aleatorizados para probar hipótesis clínicas. A pesar de que era el médico que más sabía de cáncer del mundo, al terminar su conferencia dijo algo que me impactó: “El mérito de este avance médico se debe más a las enfermas de cáncer de mama que se negaron a ser tratadas con cirugías agresivas que a nosotros, los médicos. Nosotros simplemente nos limitamos a registrar los datos de supervivencia para comparar la evolución de las mujeres tratadas con una u otra técnica quirúrgica”.

¿La clave de la investigación está en la obtención de datos?

Efectivamente. Ese día comprendí que el primer paso para investigar es hacerse preguntas (a diario nos surgen multitud de preguntas durante nuestra actividad asistencial) y el segundo, disponer de datos para responderlas. Ésa es la clave: disponer de datos para poder obtener respuestas.

¿Qué le motiva a investigar?

Lo que más me ha motivado para ser médico e investigador es lo que yo llamo el “sufrimiento innecesario y evitable” de los enfermos. Siempre concebí la investigación como un viaje al futuro del que intentas regresar con nuevos conocimientos que sirven para aliviar el sufrimiento de los enfermos y de sus familias. Pero lo que realmente me ha compensado y continúa haciéndolo es mi compromiso con la Asociación de Enfermas de Cáncer de Mama y Ginecológico (Adicam) y, recientemente, con colectivos de enfermedades minoritarias. Los estímulos recibidos a lo largo de mi vida por parte del Sergas y de la universidad no me han animado, precisamente, a investigar; más bien lo contrario.

¿La universidad no facilita el camino de la investigación?

Realmente, el bloqueo viene impuesto por la propia universidad. Resulta triste comprobar cómo en cada convocatoria, la Facultad de Medicina limita a 30 el número de inscripciones para comenzar la tesis doctoral clínica. Una gran parte del mundo universitario rechaza o infravalora las investigaciones clínicas en Medicina, en parte por el miedo a que acaparen las subvenciones para investigar, ya de por sí limitadas. No tienen en cuenta que los médicos ya tenemos garantizado un sueldo por nuestra profesión, nos dediquemos o no a la investigación.

¿Qué mensaje trasladaría a los médicos más jóvenes en relación con la investigación?Me gustaría que conocieran de primera mano el mundo de la investigación y que colaboraran con algunas de las múltiples asociaciones de enfermos que tanto apoyo profesional necesitan. Vivimos tiempos realmente muy complicados. La inestabilidad laboral por parte del Sergas y la sobrecarga asistencial generan un enorme rechazo hacia la investigación. Además, las nuevas leyes de protección de datos y los comités de bioética lo dificultan todo aún más.

Hacer investigación clínica en Galicia es cada vez más difícil. La investigación clínica no es más que evaluar nuestro quehacer diario y debemos evaluarlo porque es la única forma de progresar. El secreto médico es uno de los pilares de la relación médico-paciente, basada en la mutua confianza y las nuevas leyes de protección de datos están bien, pero en el ámbito médico están obstacularizando las investigaciones porque no podemos disponer de las bases de datos. Los comités de bioética también están castrando muchísimas investigaciones clínicas. Detrás de su imposición hay razones comerciales e ideológicas.

¿Quiénes están detrás?

Las razones comerciales fueron impuestas por los lobbies de abogados de la industria farmacéutica, que han legislado en Europa a la carta: creando la figura de los comités de bioética nacionales y autonómicos, se aseguran que ante las secuelas o efectos secundarios que pudieran ocurrir tras la comercialización de algún fármaco nuevo, los Estados y las autonomías implicadas tendrán que compartir las indemnizaciones, e incluso, que el Estado ejerza su ‘presión’ para que éstas sean menos costosas. Las razones ideológicas fueron impuestas por los sectores ultraconservadores y religiosos de algunos Estados para frenar investigaciones en el entorno de las células madre o en el ámbito de la genética clínica.

¿A qué responde lo de “mono poeta”?

Para explicarlo me remonto al médico ruso Iván Pávlov, Premio Nobel de Fisiología, quien sentó las bases científicas del conductismo (asociación de las conductas a determinados estímulos) y al psicólogo estadounidense, Skinner, quién estableció la teoría del condicionamiento instrumental que defiende que nuestra conducta es el resultado de refuerzos positivos y negativos. Cuando experimentaban con monos siempre había alguno que no respondía a los estímulos como ellos pretendían, siempre había algún mono que iba por libre. A ese mono lo denominaron coloquialmente “mono poeta”. A mí me ha sucedido algo parecido.

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