Nicolás Sesma | Historiador

“Franco ni era tonto ni se mantuvo en el poder solo por la represión”

Autor de ‘Ni una ni grande ni libre’, plantea otra perspectiva de la dictadura más próxima a todos los sectores sociales

ANNA aBELLA

Historiador nacido en 1977. En el ensayo Ni una ni grande ni libre (Crítica) reinterpreta la dictadura franquista desde una perspectiva colectiva acercándose a todos los sectores sociales.

Capítulos con títulos como Ha nacido una estrella o Juego de tronos y voluntad divulgadora. ¿Pensaba en los jóvenes que creen que Franco no era un dictador?

Pensé más en los profesores de Educación Secundaria, que nos transmiten que entre los jóvenes está de moda ser de extrema derecha y decir que Franco era estupendo. Quiero deshacer ideas que van asentándose y son mayoritarias en redes sociales, como que Franco creó la Seguridad Social. No. Ya existía antes y se llamaba Instituto Nacional de Previsión. Lo que el régimen llama Seguridad Social tiene muy poco que ver con lo que es hoy. No me importaría que los jóvenes vieran el franquismo como la Prehistoria si fuera para decir “pasamos página y miramos hacia el futuro”. El problema es que se impone una mirada provocadora muy negativa para la convivencia democrática.

Es profesor en la Universidad Grenoble Alpes, en Francia. ¿Cómo se ve allí el auge fascista?

Demuestra que España no es diferente. Hay una oleada global de extrema derecha y en España no salimos tan mal parados porque no los tenemos en el Gobierno. En Francia el Frente Nacional está en un proceso ya no de normalización sino de llegada al poder. Aquí hay nostálgicos de la dictadura que dicen que la Barcelona de los 70 era maravillosa y había más libertad que hoy. Tenías libertad siempre y cuando te mantuvieras al margen de las decisiones políticas, si tu orientación sexual era la considerada adecuada, si no vivías en pecado o no eras madre soltera… Y no habrías podido decir que no había libertad.

La resistencia tenía rostro de mujer, escribe.

María Telo, Clara Campoamor, Victoria Kent... En la inmediata posguerra la oposición la llevan las mujeres, como Matilde Landa, formada en la Institución Libre de Enseñanza. Le dan la gestión del Partido Comunista (PC) en la clandestinidad, una patata caliente por el riesgo que implicaba; cayó por una delación y en la cárcel ayudó a otras presas a recurrir las penas de muerte. Le dicen: “O te conviertes al cristianismo y te bautizas públicamente y así vendemos que hemos logrado la redención de una roja laica republicana o te prohibiremos ayudar a las reclusas”. Y el día del bautizo se suicidó lanzándose al patio.

¿Y el papel de las mujeres de presos?

Llevaban comida al marido, el hermano o el padre preso, tras ellos en cada traslado de cárcel. Muchas, en Burgos empezaron a trabajar en el servicio doméstico. La propaganda las llamaba “rojas peligrosas”, pero la gente vio que eran amables, educadas, trabajadoras… y empatizó con ellas. Cambiaron la mentalidad de muchos.

Pertenece a una generación nueva de historiadores. ¿Qué aporta al trabajo de figuras como Paul Preston, Ángel Viñas, Gonzalo Pontón…?

Lo afronté como la continuación natural del trabajo de estos grandes nombres, también de Julián Casanova, Santos Juliá, Carmen Molinero… Trazaron las grandes líneas de la dictadura. La generación siguiente, Mercedes Yusta, Javier Rodrigo…, somos un poco sus herederos, incorporamos otras visiones, como la de género, la historia social… Luego viene otra generación aún más interesante que piensa cosas que nosotros no pensamos. En los congresos hay investigaciones nuevas sobre la prostitución, suicidio, minorías sexuales...

No opina, como se ha dicho, que Franco era poco hábil políticamente, inculto, mediocre…

Caricaturizar a Franco a quien más favor hace es al antifranquismo. Si somos tan listos y Franco era muy tonto, ¿cómo es que estuvo tanto tiempo en el poder? Franco sabe aprender del pasado cercano, de la dictadura de Primo de Rivera, que es un ensayo de lo que él hizo después, y tiene mucha capacidad de reacción. Es hábil escuchando y se deja aconsejar en el cambio de la política económica o al inicio de la Guerra Fría, cuando Carrero Blanco le dice “orden, unidad y aguantar”. También cuando Franco quiere aplastar la reunión de opositores en Múnich entre monárquicos de derecha y la izquierda; Fraga le dice “calma, es mejor una campaña de desprestigio en la prensa internacional que reprimirlos porque será mal visto fuera”. Sin los consejos de su clase política no se habría mantenido tanto en el poder. Es un error pensar que dura tanto solo por la violencia y la represión.

¿Y la fuerza de la oposición?

Ser antifranquista es muy meritorio. Hitler y Mussolini conquistan el poder de forma relativamente sencilla, son designados por el jefe del Estado y destruyen la democracia desde dentro. En cambio, Franco necesita una Guerra Civil durante la que extermina todos los focos de rebeldía y depura todos los cuadros de partidos y sindicatos, y otros van al exilio. Y aún así hay mucha resistencia. El franquismo necesita un goteo constante de torturas y penas de muerte para mantenerse en el poder. Y si no usa la violencia irregular: enviando a unos cachorros de las juventudes o a dos veteranos de la División Azul a dar unas hostias a un profesor de la universidad que dice cosas que no debe. Hubo mucha oposición y fue constante, pero no tuvo ninguna ayuda exterior.

¿Habla del papel de Estados Unidos?

Estados Unidos siempre actúa según sus intereses y la dictadura para ellos es estupenda porque le da lo que necesita en la Guerra Fría: un régimen anticomunista y que procura un marco empresarial adecuado, sin huelga ni libertad de sindicación para sus inversiones. EEUU siempre cae de pie: mientras da la mano derecha al dictador, con la izquierda acoge a un represaliado. Financia a la dictadura pero se porta bien con la oposición, así se asegura el futuro.

¿Qué hay de la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial?

Franco y Serrano Suñer están deseando entrar en la guerra y hacen todo lo posible por conseguirlo. Se ofrecen varias veces a Hitler, que los rechaza con un “ya veremos”, porque le interesa un poderío naval que España no tiene. Cuando ataca la Unión Soviética, Franco envía a la División Azul, pero en 1942 ya no ve tan claro que vayan a ganar, ya no tiene voluntad de entrar.