Locura por el fundido a negro

Millones de personas experimentaron el fenómeno en Norteamérica, aunque en algunas zonas el eclipse solar se vio deslucido por las nubes

Nubes impiden visualizar el eclipse en A Coruña

Nubes impiden visualizar el eclipse en A Coruña / CABALAR / EFE

Idoya Noian

Por unas horas, este lunes, Estados Unidos ha sido un país unido. Por unas horas no ha habido colores políticos y polarización, dos trazas que lo marcan todo, especialmente en un año de elecciones presidenciales. El eclipse solar total que ha recorrido el país tras llegar desde el Pacífico y México y antes de despedirse por Canadá y perderse por el Atlántico norte ha sido el fenómeno social que se anticipaba. Y aunque la campaña de Joe Biden ha aprovechado para atacar a Donald Trump recordando que, contra todas las recomendaciones, miró el último eclipse del país en 2017 sin las gafas protectoras, fuera de Washington, de las redes sociales y de los círculos abonados a las teorías de la conspiración, la experiencia era otra.

Expectación en O Portiño. Las nubes privaron ayer a cientos de personas de ver el eclipse solar desde A Coruña. O Portiño fue uno de los lugares escogidos por los coruñeses, por sus vistas al horizonte y su imponentes puestas de sol, pero tuvieron que irse sin premio. A las 21.17 horas sacaron sus cámaras de fotos, pero no pudieron captar una parte del eclipse por culpa de las nubes. | CABALAR / EFE

Expectación en O Portiño. Las nubes privaron ayer a cientos de personas de ver el eclipse solar desde A Coruña. O Portiño fue uno de los lugares escogidos por los coruñeses, por sus vistas al horizonte y su imponentes puestas de sol, pero tuvieron que irse sin premio. A las 21.17 horas sacaron sus cámaras de fotos, pero no pudieron captar una parte del eclipse por culpa de las nubes. | CABALAR / EFE / Idoya Noian

Las nubes han hecho su indeseada aparición en buena parte del recorrido de la franja de totalidad y en algunos lugares la nubosidad ha reducido algo la asistencia esperada o ha provocado desplazamientos de última hora por carretera a zonas donde la previsión era más despejada. Pero, aun así, se han llenado carreteras, ciudades y pueblos, llanuras y montañas, desde Texas hasta Maine.

Pese a los claroscuros, la danza magnífica de la Luna ante el Sol, 400 veces más pequeña, 400 más cerca de la Tierra, ha creado una experiencia que los millones que han observado en vivo no olvidarán.

“Nos recuerda que nuestro sistema solar es único, algo muy especial y nos da la oportunidad de recordar que estamos en una nave espacial (la Tierra) que viaja a 30 kilómetros por segundo”, afirmaba Brandon Fleming, profesor de Física en la Universidad de Utica, en un acto organizado en un centro recreativo a la afueras de Old Forge, una idílica y coqueta localidad a los pies de la cordillera de los Adirondacks en el estado de Nueva York.

Llegado con sus tres hijos —Isaac y Nicola, bautizados en honor a Newton y Tesla, y Xavier (por los X-Men)—, Fleming instaló sus cuatro telescopios en la explanada donde habitualmente se juegan los partidos de fútbol. Allí, como en centenares de localidades en el recorrido del eclipse, se organizaron actividades culturales y científicas. Y junto a la cancha exterior de baloncesto y un parque infantil de columpios y toboganes, se prodigaron ayer sillas de camping, mantas de pícnic y unas 800 almas esperando al momento más esperado: las 15.24 pm, cuando durante dos minutos y 47 segundos debía experimentarse la totalidad, el momento en que la interposición de la Luna entre la Tierra y el Sol crea la noche en el día.

“Algo como esto promueve la ciencia, ayuda a acercarla a la gente”, añadió en esta explanada Helen, una treintañera que estudió Ciencias Medioambientales. Se trataba de su primer eclipse y quiso “aprovechar y disfrutar al máximo”. Junto con su pareja, Kevin, fotógrafo especializado en naturaleza y preparado con sus filtros especiales para el eclipse, hablaba también del aspecto social de un acontecimiento para el que ellos habían viajado desde Connecticut, tras alquilar ya en enero una cabaña en Airbnb en este enclave donde suelen venir a hacer senderismo.

“Nos aleja un momento de toda la política. Une a la gente en un momento especial”, afirmó. “Y nos recuerda que estamos en la Tierra, algo que olvidamos en la vida diaria”.

Entrada por Texas

Tras entrar en EE UU poco después de las dos de la tarde, la primera totalidad del eclipse llegó a Eagle Pass, en Texas, una ciudad que en los últimos meses ha sido noticia por la guerra abierta entre el gobernador republicano y la Administración demócrata en Washington por la inmigración. Allí por primera vez, y durante casi cuatro minutos, se vivió el fundido a negro, el descenso súbito de la temperatura, esa luz como de amanecer o puesta de sol que rodea en 360 grados.

El eclipse siguió su recorrido hacia el noreste por esa franja de totalidad que atravesó varios estados con un ancho de 185 kilómetros, alcanzando a 31 millones de residentes, más los otros millones desplazados desde otros puntos del país para ver y vivir algo que en EE UU no se repetirá hasta 2044.

Mientras, tres misiones de la NASA volaron a 15 kilómetros de altura, por encima de las nubes, fotografiando la corona del Sol y tomando también datos de la ionosfera terrestre. Otros estudios científicos se realizaron en la tierra y especialistas y aficionados analizaron la reacción de los animales y las plantas. Se aprovechó también el fenómeno para tratar de arrojar luz sobre las comunicaciones o los movimientos de tráfico. Los ciudadanos, por su parte, vivieron el espectáculo como Isaac, el hijo de Fleming. “Es emocionante”, dice el chaval, de “nueve años y tres cuartos”. Y si se le pregunta a qué se puede comparar, afirma: “Es como cumplir 10 años”.