Alejandra Buesa, una mujer de 48 años, apareció ayer estrangulada en su casa de la calle Císcar número 16 de Valencia. Todo sucedió sobre las seis y media de la tarde cuando la madre, la hija y la hermana de Alejandra acudieron a su domicilio porque hacía varios días que no sabían nada de ella y estaban preocupadas.

Las tres mujeres subieron al segundo piso y comenzaron a llamar a la puerta cinco. Nadie contestaba. Asustadas llamaron a la policía, minutos después llegó una patrulla de la policía nacional que intentó, sin éxito, que Alejandra abriera la puerta.

Cuando las mujeres le contaron que hacía varios días que no daba señales de vida, los policías avisaron a los bomberos para que echaran la puerta abajo. La sorpresa saltó cuando al acceder al interior de la vivienda vieron a la mujer muerta con un pañuelo alrededor del cuello. La casa estaba revuelta.

Hasta el lugar de los hechos se desplazaron varios agentes del Grupo de Homicidios. Según fuentes cercanas al caso, no se descarta ninguna hipótesis aunque, por el momento, se siguen dos líneas de investigación.

La primera sería que hubiera sido un robo que acabó de forma trágica, aunque esta hipótesis parece ser que pierde cada vez más fuerza. Y la segunda sería que alguien que conocía a la víctima hubiera acabado con su vida. Para determinar este hecho, los agentes del Grupo de Científica realizaron una minuciosa inspección ocular cuya finalidad principal fue determinar si el escenario del crimen -todo revuelto- podía estar preparado para que pareciera un robo.

El día de la muerte está todavía por determinar, aunque parece ser que lo más probable es que hubiera muerto durante el fin de semana. La autopsia que se realizará mañana revelara esta punto.

Los investigadores no descartan nada. Al cierre de esta edición los agentes del Grupo de Homicidios le estaban tomando declaración a la pareja sentimental de Alejandra. Antes habían pasado por el despacho la madre, la hermana y la hija de la fallecida.

Alejandra hacía apenas ocho días que había acabado el traslado a la casa de la calle Císcar. De hecho, firmó el contrato en plenas fallas. Le había alquilado el piso al hijo de la vecina de la puerta siete. Todos los vecinos coincidían ayer en describirla como una mujer discreta que no creaba problemas, aunque también aseveraron que prácticamente no la conocían porque llevaba muy poco tiempo en el inmueble.

Hasta la puerta del edificio llegaron la pareja sentimental de Alejandra, un hombre de mediana edad que se mostraba muy afectado por lo sucedido, y una amiga íntima de la víctima. Ésta rompió a llorar diciendo: «no me lo puedo creer, no lo puedo entender».

Ella decía que era arquitecta

Los nuevos vecinos de Alejandra la describían como una mujer de mediana edad, muy moderna y que se dedicaba a la arquitectura. Una de sus vecinas dijo que, en varias ocasiones, se cruzó con ella tendiendo y que la mujer le decía «hasta luego, me voy a dibujar». En cuanto a sus amigos, ayer su mejor amiga permanecía en la puerta de la calle Císcar 16 rota de dolor.

Hacía apenas ocho días que la había ayudado a terminar con el traslado. Muy nerviosa se abrazaba al novio de Alejandra repitiendo, una y otra vez, que no podía entender lo que había pasado, que Alejandra no se merecía eso.