El párroco de Santa María de Cruces (Padrón), Ramón Barral Camba, simuló que estaba muerto durante el presunto asalto que sufrió el domingo por la noche en la casa rectoral, y en el transcurso del cual falleció su asistenta, María Soto, una mujer de 78 años que residía con él y que le ayudaba en las tareas domésticas desde hacía 26 años. Así lo afirman parientes próximos al religioso, que está descansando en la casa de una hermana, en Santiago de Compostela.

El cura pasó la noche ingresado en el Hospital Clínico Universitario de la capital gallega, donde le diagnosticaron un fuerte traumatismo en la cara y le encontraron dos costillas astilladas. Poco antes de mediodía le dieron el alta, y la autoridad judicial le trasladó de vuelta a la rectoral, donde se procedió a la reconstrucción de los hechos en presencia de la juez de Padrón encargada del caso y de la unidad de Policía Judicial de la Guardia Civil, que llevaba desde primera hora de la mañana inspeccionando palmo a palmo el interior de la vivienda.

La hipótesis que se maneja con más fuerza en estos momentos es la del robo económico, y la Guardia Civil busca a tres hombres, dos de los cuales habrían entrado en la rectoral a cara descubierta. También se está intentando localizar el coche del párroco, un modelo antiguo de Peugeot 308, de color blanco o gris, que los ladrones se llevaron tras revolver toda la casa.

Barral pasó la tarde del domingo en casa de su hermana en Santiago, a donde se desplazó para presenciar la contrarreloj final de la Vuelta a España. Terminada la carrera regresó a la casa rectoral, situada en una pequeña aldea próxima al santuario de Nosa Señora da Escravitude y la carretera nacional A Coruña-Vigo. Sobre las 21.30 horas María Soto y él estaban cenando cuando les timbraron a la puerta. La mujer salió a abrir, y parece ser que en ese momento tres hombres la empujaron para acceder al interior del inmueble.

La mujer se enfrentó a ellos -siempre según la familia del cura- y Barral acudió en su auxilio, momento en el cual uno de los asaltantes lo habría amenazado y golpeado en la sien con un revólver, si bien el religioso no se atreve a afirmar si el arma era real o de fogueo.

Los hombres empezaron entonces a golpear a la pareja, al tiempo que les amordazaban y ataban. Ramón Barral, también de 78 años y natural de Arzúa, contó a su familia que le ataron de pies y manos, que le metieron unos trapos en la boca para que no pudiese gritar, y que le dejaron en un cuarto de la planta baja, mientras la asistenta quedaba en el pasillo. Entonces el cura intentó simular que estaba muerto pues se temía lo peor.

María Soto corrió peor suerte. Presuntamente la mujer logró quitarse la mordaza y empezó a gritar para alertar a los vecinos, aunque la casa habitada más próxima está a unos 50 metros de distancia y su fachada está orientada hacia otro lado. Los asaltantes habrían reaccionando llevándola de nuevo hacia el interior de la casa y amordazándola más fuerte. La mujer falleció, y la autopsia determinará ahora las causas de su muerte.