Han pasado casi tres semanas desde que José Ignacio Bilbao asesinase a su propias hijas, Amets y Sara, de nueve y siete años, a golpes durante una visita para luego arrojarse al vacío desde el viaducto de la Concha de Artedo en Asturias. Un crimen así, que escapa al entendimiento y conmueve la entraña más sensible, tardará en olvidarse, y la familia de las pequeñas que crecieron en Soto del Barco está dispuesta a que la memoria de estas preciosas niñas no se pierda jamás, y que su sacrificio sirva para evitar una nueva tragedia. Quizá sea esto lo que ha animado a la madre de las pequeñas, Bárbara García Martínez, una mujer que atraviesa un calvario que solo pueden entender quienes hayan pasado por una experiencia tan extrema, a contestar esta entrevista.

-¿Algo en el comportamiento de su expareja le hacía sospechar que podía hacer algo así?

-¿Quién en su sano juicio va a sospechar que alguien va a hacer algo así? Es que, de sospecharlo, yo misma hubiese sido la que lo cometiese en su propia persona, antes de permitir tal atrocidad, independientemente de cualquier resolución judicial.

-¿Es cierto que seguían discretamente a su expareja cuando se quedaba con las niñas?

-Sí, es cierto, porque no las teníamos todas con nosotros, aunque jamás creímos que llegase a tal extremo. Siempre pensé que pudiera marcharse con ellas, pero no llegar a hechos tan trágicos. La primera vez que las niñas se tuvieron que quedar con su padre, no quisieron ir y no se las dejé. Él me denunció y en la siguiente ocasión, para que ellas estuvieran más tranquilas, mi hermano las acompañaba desde la distancia. Eso motivó otra denuncia contra mi hermano a mediados de octubre, porque el padre de mis hijas se sentía perseguido.

-¿Pidieron que se le retirasen las visitas?

-A la mesa del juez parece ser que nunca llegó la petición. Existen trámites previos que pasan por la visita a la Asistencia Social, que valora la situación y luego te pasan a Psicología, donde vuelven a valorar lo que les cuentas. En mi caso concreto, allá por el mes de febrero, el psicólogo que me atendió me dijo que, si tan mal estaba en casa, que cogiera a las niñas y me marchara, sin ofrecerme soluciones o proporcionarme ningún tipo de ayuda. No podía abandonar mi casa con dos niñas a mi cargo y sin trabajo. Tiempo perdido. La ayuda que demandé no sirvió de nada. Hace poco volví a la Asistencia Social para pedir una cita para el psicólogo. Estoy pendiente de que me cite, aunque ahora ya sirve de menos.

-¿Es posible sobreponerse a una tragedia de esa magnitud?

-No lo sé, lo ignoro. Comprenderá que en estos momentos responder a su pregunta me resulta imposible. Me refugio en los recuerdos y en mi familia que son los que están manteniendo mi ánimo, pero también reconozco que eso no será suficiente para afrontar la tragedia, mi tragedia.

-¿Cómo se encara la vida tras algo tan terrible?

-Simplemente no se encara. Vives como puedes, sin importarte el mañana, porque tu vida ha perdido interés. El esfuerzo y la lucha ya no son necesarios. ¿Para quién? Tus hermanos te dicen: 'Venga Bárbara, hay que tirar para adelante, es necesario buscar un sentido a la vida para que las niñas no se hayan ido por nada'. Sigues en silencio y piensas: sí, sí, veré crecer a vuestros hijos, a mis sobrinos, pero ya no tendré más a mis niñas...

-¿Siente que le han fallado las personas que deberían haber velado por su seguridad y la de sus hijas: los jueces, los policías, los servicios sociales?

-En este momento no siento nada y lo siento todo. Desconozco si eso es rabia, impotencia o simplemente trastorno. Entiendo que cada uno de los que usted cita hizo su trabajo como supo, pudo, o le dejaron. Al fin y al cabo, para la mayoría no deja de ser trabajo y como tal no se suele empatizar con las personas. El problema lo tiene el otro y por tanto lo sufre quien realmente lo padece. Ahora todos se sobrecogen y tratan con palabras de dar respuesta a la barbarie, pero son eso, simplemente palabras que al final tan sólo formarán parte de una simple estadística, y aquí nos quedamos las víctimas vivas, las que tenemos que aprender a vivir sin los hijos que nos han arrebatado.

-Según el Tribunal Superior de Justicia de Asturias, usted no describió agresiones físicas por parte de su marido. ¿Fue objeto de malos tratos psicológicos?

-Es cierto, no alegué agresiones físicas, porque no las hubo y flaco favor haría al resto de mujeres y hombres si mintiese en algo así. Pero eso no impide las agresiones y el maltrato psicológicos. Esto hace mucho más daño que un puñetazo o una bofetada. El daño y el desgarro interior que sufres tú y tus hijas es permanente y funciona como una espiral a la que no le encuentras salida. Creo que esto sólo lo entienden los que por desgracia lo padecen.

-Ruth Ortiz, la madre de los niños asesinados por su padre en Córdoba, le ha escrito una carta. ¿Qué le ha parecido?

-Me ha parecido muy dolorosa y siento mucho el que haya tenido que pasar una vez más por una atrocidad como la suya. A la vez le doy las gracias por el esfuerzo que ha tenido que hacer para dirigirse a mí en estos momentos. La entiendo y me entiende desde la distancia que nos separa, porque nuestras comunes desgracias nos han vuelto víctimas de por vida sin quererlo y creo que nadie que no pase por ello podrá comprenderlo nunca. Desde aquí aprovecho para mandarle un fuerte abrazo y darle las gracias de nuevo.