Honor a Scorsese en la Berlinale

El director de ‘Taxi Driver’ recibió un Oso de Oro en reconocimiento a su gloriosa carrera

Martin Scorsese, ayer, en la Berlinale.   | // MARKUS SCHREIBER

Martin Scorsese, ayer, en la Berlinale. | // MARKUS SCHREIBER / nando salvà

nando salvà

“Los festivales de cine tienen la responsabilidad de prestar atención a las nuevas voces y nuevos talentos, y a películas capaces de afectar nuestra manera de pensar en la vida y en las personas que nos rodean, y en la de comportarnos; y también sirven para hacer que el mundo sea más pequeño, que las personas y sus respectivas culturas conecten las unas con las otras”. Quien dice eso es Martin Scorsese, que de festivales de cine sabe bastante porque lleva medio siglo visitándolos y porque, podría decirse, ha hecho historia en los que actualmente siguen siendo los tres más importantes: gracias a una de sus obras maestras, Taxi Driver (1976), en el de Cannes obtuvo la Palma de Oro a la Mejor Película, el galardón cinematográfico más prestigioso que existe; dos décadas después, en 1995, la Mostra de Venecia le concedió un León de Oro honorífico; y desde ahora, además, el director neoyorquino también tendrá en su vitrina un Oso de Oro en reconocimiento a una carrera que de momento suma más de seis décadas y una treintena de largometrajes.

Si es cierto lo que él mismo comentó ayer horas antes de recoger el premio sobre el escenario del Berlinale Palast, Scorsese da a esos premios y honores una importancia relativa. “Nunca he pensado en ello”, confesó al ser preguntado si en alguna ocasión reflexiona sobre todos los logros que su filmografía y su apellido representan. “O supongo que sí lo hacía cuando era más joven y estaba más lleno que ahora de ego y ambición; lo cierto es que uno nunca pierde la ambición, pero, por lo que respecta al ego, sí es importante intentar quitárselo de encima, porque puede llegar a ser un obstáculo. Hace mucho comprendí que creerme los elogios puede hacerme mucho daño”.

Historiador ademas de director, y cinéfilo empedernido entregado a la conservación y restauración de películas clásicas, Scorsese ha sido testigo de primera mano de buena parte de los cambios que el medio cinematográfico ha afrontado a lo largo de su historia y especialmente a causa del veloz desarrollo tecnológico que ha tenido lugar en los últimos años, y por tanto su opinión sobre las profecías que auguran la muerte inminente del cine es especialmente valiosa. “No creo que el cine esté muriendo”, ha afirmado con relajada rotundidad. “Se está transformando, y eso no es motivo de alarma porque, después de todo, nadie dijo que el cine tuviera que ser siempre la misma cosa. Las condiciones técnicas han cambiado muy rápido y con gran exhaustividad, pero la responsabilidad de mantener viva la creatividad sigue estando en las manos de los talentos individuales, ya sea a través de una película, o de una serie de televisión de varios episodios o de TikTok. No deberíamos dejar que la tecnología nos asuste o nos marque el camino a seguir, deberíamos marcárselo nosotros a ella”.

Reconocido, en todo caso, que presta una atención limitada a las ficciones que se producen y se estrenan en la actualidad. “Tengo 81 años, así que para mí el tiempo es un bien cada vez más precioso y debo ser muy selectivo a la hora de escoger el cine frente al que me siento”, dijo antes de mencionar Vidas Pasadas, de Celine Song, y Perfect Days, de Wim Wenders, como ejemplos de películas del pasado año que ha visto.

Scorsese podría hablar de cine durante horas sin necesidad de respirar mientras, y dejó buena parte de su encuentro con los periodistas a dejarlo claro pese a los intentos de muchos de estos de desviar el foco hacia asuntos más mundanos. ¿Cuáles han sido los mejores treinta segundos de su vida?, le preguntó alguien, probablemente con malicia. “Un anuncio de medio minuto que rodé para Giorgio Armani en los años 80, sobre un chico y una chica que hablan en una habitación y se enseñan el uno al otro su idioma respectivo”, respondió.

“Es cierto que casi todas las lasañas son buenas, pero la de mi madre es extraordinaria”, contestó a una pregunta gastronómica poco después, y antes de que un periodista búlgaro decidiera tomar la palabra para imitar a Jack Nicholson en Infiltrados (2006) —el único largometraje de Scorsese hasta la fecha ganador del Óscar a la mejor película, al que Los asesinos de la luna podría sumarse en unas semanas— con muy poco éxito.