"He suspendido todas las entrevistas", anuncia Rafael Fernández Obanza, aunque accede a hablar como decano de los médicos en activo. "Es que contar una cosa una vez está bien, pero repetirlo y repetirlo, es ridículo. Esto fue un accidente, no muy agradable, desde luego, porque sentí miedo cuando vi que yo era el último testigo, pero no es para levantar un monumento. Noticia es la del monstruo de Austria, y no lo mío".

Se interesa por la cámara del fotógrafo, ante el que posa con paciencia. Obanza le muestra la suya, una Olimpus digital, y las fotos que hace con ella. También tiene una vieja cámara Rolleflex, que es la admiración del profesional. Explica que condujo hasta el año pasado: "Pero como no tenía donde aparcar, vendí el coche". Sobre la mesa tiene varias publicaciones de medicina, el periódico y libros, entre ellos Inteligencia emocional, de Daniel Goleman.

-¿Sigue haciendo usted análisis y placas de rayos X?

-Hago de todo. Yo soy médico internista y un internista hace de todo, qué es eso de un médico para cada cosa.

-¿Lleva en activo desde...?

-Desde 1932.

- Y tuvo ilustres pacientes, como el tenor Fleta.

-Eso ya está muy visto. Vi muchos más desconocidos. Ante la enfermedad, los considero igual a todos. No doy nombres ni diagnósticos: el secreto profesional es fundamental. Creo que vi a unos cien mil enfermos entre lo privado y lo oficial. Fui médico por oposición de la lucha antituberculosa y estuve destinado en el Sanatorio Marítimo de Oza y de ahí fui a la Dirección del Dispensario Antituberculoso Central: después ya tenía suficiente clientela aquí y pedí el retiro.

-¿Tiene ayuda?

-Me ayudó muchos años un muchacho llamado Manuel Lombao que ya había estado con mi padre. Eran tantas las virtudes que tenía que desde que murió no busqué otro porque no encontraría a nadie igual. Era un amigo fiel, honrado, prudente y tenía un carácter excepcional.

-Su padre era médico.

-Mi padre, Rafael Fernández y Fernández, era de Santiago, médico e hijo de don Marcial Fernández, decano de la Facultad de Medicina. Cinco de mis tíos eran médicos y Carlos, mi hermano, también, y varios primos carnales. Somos una familia de médicos.

-Y de banqueros.

-Eso es por parte materna, por Obanza. Mi abuelo y mis tíos eran banqueros y, por tanto, mi madre, también. Don Narciso Obanza, mi abuelo, fue el fundador de la Banca Obanza, en la calle Real.

-Y usted con el dinero bajo el colchón.

-Lo tenía en casa porque era una mezcla diversa de ingresos, de unas cosas y otras, y lo fui dejando hasta encontrar una ocasión oportuna, que no encontré, porque no sabía cómo invertirlo, dadas las oscilaciones del dinero. Y como mis necesidades personales son escasas y se reducen a libros -novelas y de medicina- y a aparatos profesionales... Mi vida fue siempre corriente, sin exhibicionismos ni grandes apetencias.

-¿Por qué no se casó?

-Pues no por falta de novias guapas, bonitas y buenas chicas. Entonces dedicaba el tiempo intensamente a la profesión.

-¿Estuvo a punto de casarse?

-Déjalo pasar. Pon, simplemente, soltero genético.

-¿Genético por qué?

-Por aquello de que ´boda y mortaja el cielo baja´.

-¿Fue uno de los primeros médicos en aplicar la penicilina?

-Fui el primero de España, en 1943, pero eso también está muy manoseado. Luego pasé a la parte primitiva de la medicina -medio ciencia, medio arte-, en la que continúo, mientras que la de hoy es una medicina fundamentalmente tecnológica. Mejora muchos aspectos diagnósticos pero muchas veces a expensas de dejar en segundo lugar la clínica, que para mí sigue siendo lo más importante de la medicina.

-¿Sigue yendo a visitar a los enfermos a sus casas?

-Sólo a los amigos, yo no hago medicina domiciliaria.

-¿Es su propio médico?

-Pues sí, realmente. Sólo tuve enfermedades de niño: sarampión, tosferina, escarlatina... Después, nunca tuve un proceso importante que me obligase a recurrir a un compañero.

-¿Nunca fue al hospital?

-En la carrera, destinado en el sanatorio de Oza y en el dispensario donde trabajé.

(Llegan unos pacientes a la consulta. "Con lo valiente que fue, merece una medalla", dice ella.)

-¿No piensa jubilarse?

-No, mi carrera no tiene jubilación. Las carreras liberales, como la Medicina o el Derecho, no tienen jubilación más que la voluntaria. Mi hobby es la medicina, ejercida o estudiada. El trabajo me estimula y el ocio me deprime, por lo tanto no es un mérito, es genético también.

-¿Cuál es su secreto?

-No hay secreto.

-¿Come de todo o hace dieta?

-De todo; hago vida normal.

-¿Sigue yendo a comer al Náutico?

-Ya no, ahora como en casa la comida que me traen mis hermanas, que es la comida más rica y más barata.

-¿Ha tomado alguna medida de precaución tras el susto?

-No, ninguna, en absoluto. En estas cosas no hay precaución que valga. Llegan a tu casa, llaman, te dicen que son de una empresa seria y resulta que son unos canallas.