-Hace ahora 30 años que fue alcaldesa. La única mujer que llegó a la alcaldía de A Coruña.

-Treinta años, toda una vida, y parece que fue ayer. Lo de ser la primera mujer no lo noté. Todos se volcaron en facilitarme la tarea. Como era funcionaria y había estado en servicios próximos a la corporación me era un mundo conocido.

-¿Le cogió de sopetón?

-La cosa venía mal, Liaño estaba agotado de luchar contra las circunstancias y yo, como era teniente de alcalde, me lo figuraba. Lo que no se me pasó en mi vida por la cabeza fue participar en la política municipal y Gonzalo Docampo me animó a presentarme en 1973 por el tercio familiar.

-¿Fue una época convulsa?

-Bastante. Eran las vísperas de las elecciones y los nuevos partidos luchaban por el poder. Me hicieron un poco difícil mi actuación, pero fue una época interesante.

-¿Quién se lo puso peor?

-UCD y sobre todo Perico Vaquero, que me antecedió como teniente de alcalde y pensaba que él iba a ser el alcalde. Les costó asimilarlo. Los representantes del tercio sindical y los del tercio familiar, que eran más bien pro Liaño, fueron los que más me apoyaron, salvo Ripoll, que se inclinó por la UCD.

-Fue la última alcaldesa del franquismo.

-No, el último alcalde designado del franquismo fue Jaime Hervada. La ley había cambiado y Liaño ya fue elegido por los concejales. Fui miembro de la última corporación franquista y alcaldesa de la transición.

-¿Luis Pita y José Antonio Gaciño le hicieron la vida imposible?

-Se la hicieron imposible a Liaño; a mí, no. Al revés, estoy agradecida a todos los periodistas. Eran críticos, pero me llevé bien con ellos, eran veraces. Los consideré amigos, quizá más a Pita; Gaciño era más retorcidillo.

-¿De qué está más orgullosa?

-En cuatro meses... Una de las cosas más importantes fue haber acabado con el antiguo mercado de Santa Lucía, que estaba a punto de derrumbarse y las vendedoras se negaban a irse. No fue fácil, tuve que imponerme. Otra cosa de la que estoy satisfecha es de haber hecho, con la ayuda de Juan Naya, el inventario del patrimonio artístico municipal, que estaba desperdigado y sin catalogar. También puse mucho interés en la limpieza y en el cuidado de los jardines, y en que la gente bajase la basura a partir de las diez de la noche y no a las ocho.

-¿Cómo ve la ciudad hoy?

-Progresa en algunas cosas pero debe mejorar muchísimo en la limpieza y en el tráfico. Si el Ayuntamiento ejerciera de verdad su autoridad.. No se entiende... ya es una ciudad urbanísticamente difícil.

-¿Echa de menos a Vázquez?

-Tanto como de menos, no. Reconozco que era un alcalde brillante, con mucha personalidad, que representaba muy bien a la ciudad, hizo cosas muy buenas, pero ya estuvo tiempo suficiente.

-¿Le gusta el alcalde Losada?

-Me parece buena persona pero está muy supeditado a su propio partido y a los nacionalistas. A lo mejor no puede hacer todo lo que quisiera. Hoy, que tienen mucho más dinero, lo emplean en cosas que el ciudadano no aprecia ni necesita, y no resuelven problemas.

-¿Por ejemplo?

-Todo el suelo de la Ciudad Vieja está fatal, la plaza de Azcárraga está hecha una ruina y el tráfico está de pena, tanto para los ciudadanos como para los coches. En cambio, hay más palacios de congresos.

-¿No le convencen?

-No, sobre todo el Centro de Ocio, de espaldas al mar. Palexco aún menos mal... Y van a hacer otro en Someso. Estas mismas casetas (de la plaza de María Pita)... Ahora las van a quitar. Podrían haberlo pensado antes de gastar el dinero.

-¿Multó a una pescantina que no le quiso vender tres cigalas cuando era alcaldesa?

-Un día vi unas cigalas riquísimas en la plaza de Lugo y a mí con cuatro me llegaban, pero la vendedora no quiso ponérmelas. Yo sabía que tenía obligación de ponerme una si quería. Pregunté por el encargado del mercado y no estaba. Pregunté por el guardia municipal, y tampoco. Me fui y al día siguiente protesté en el Ayuntamiento que no había ningún responsable que hiciera cumplir su obligación a la vendedora, pero no la denuncié.

-Fue gerente del sanatorio de Conxo en una etapa complicada.

-Colaboraba con el patronato, conocía el centro y me mandaron en comisión de servicios. El Arzobispado de Santiago se vio superado y lo cedió a la Diputación, de la que yo era funcionaria. En esa época se reorganizó la atención psiquiátrica y se empezó a evitar el internamiento permanente. Hubo un incendio, en el que murieron siete personas, y se lo atribuyeron a grupos de nacionalistas extremistas. Conxo y los cuatro años que pasé en Madrid trabajando en el poblado de Canillejas para erradicar el chabolismo fueron las mejores experiencias de mi vida, me permitieron conocer otro mundo y me hicieron más comprensiva y tolerante.

-Y denunció al Dépor.

-Es que no me parecía bien que copase con el fútbol el campo de deportes municipal, cuando entonces estaba en auge el atletismo.

-¿Nunca estuvo tentada de presentarse a unas elecciones?

-No, yo lo de los partidos... soy muy independiente. Como ninguno me llena del todo y la política de partidos en España... Soy forofa del asociacionismo. Soy de la Asociación de Amas de Casa, de Coros y Danzas Eidos, de Acción Católica, de las Congregaciones Marianas... Las asociaciones deben de ser un contrapeso a los partidos.