-¿Por qué edición va su último libro, La playa de los ahogados?

-En castellano (Siruela), por la tercera, y en gallego (Galaxia), por la primera, porque ha sido una tirada de 5.000 ejemplares, que es más de lo que se edita normalmente en Galicia. Va a muy buen ritmo.

-¿Y el anterior libro, Ojos de agua, su opera prima?

-Siete en gallego y acaba de salir la octava en castellano.

-¿A cuántos idiomas fue traducida?

-Además de al gallego, al inglés, el italiano, alemán, ruso, búlgaro... y pronto saldrán en francés, en finlandés y en danés las dos novelas.

-¿Se imaginaba tal éxito?

-No, aunque es un éxito relativo. Está muy bien pero si se compara con el esfuerzo que requiere la escritura, el tiempo de dedicación, etcétera, por bien que vaya la recompensa económica... El éxito no es tangible en términos económicos, es otra historia.

-Porque usted es un escritor lento, ¿corrige mucho?

-Corrijo mucho, voy despacio, pienso mucho, tardo mucho en escribir... Yo no soy de grandes éxitos creativos, yo creo que la escritura tiene mucho más que ver con la duda, con volver a empezar otra vez. La literatura da lecciones de humildad; muchos días te acuestas pensando que nunca lo vas a lograr y al siguiente vuelves a intentarlo.

-¿No es ya un profesional?

-Vivo de escribir, de escribir y de alguno de sus satélites: hablo por la radio de literatura, que si no escribiese no lo haría, y hago algunas colaboraciones que si no escribiese tampoco las tendría. Supongo que sí, que vivo de esto.

-En la radio tuvo antes un programa de gastronomía.

-Estuve seis años hablando de gastronomía en la Cadena Ser y, desde hace dos, hablo en Radio Nacional de literatura. La cosa fue derivando hacia los libros y ahora hablo de literatura prácticamente todas las semanas.

-¿Qué le llevó al salto de uno a otro, Cunqueiro, quizás?

-No. Empecé en la gastronomía por mi relación familiar con el mundo del vino -en mi casa había una bodega y era un tema que conocía bien- y pasé del mundo del vino al de la cocina -un paso muy fácil- y empecé a escribir y, en vez de interesarse por los restaurantes que visitaba, me empezaron a preguntar por mis lecturas.

-¿Es buen gourmet?

-No soy malo.

-¿Como a su personaje, el inspector Leo Caldas, le gustan los percebes y los berberechos?

-Sí, sobre todo ahora que estoy fuera de Galicia -llevo veinte años viviendo en Madrid-. Cuando vuelvo a casa lo que busco es la comida gallega lo menos elaborada posible. Tenemos la suerte de que casi cualquier cosa que haya en las rías se pone en una cazuela con agua, sal y laurel, y es un manjar.

-¿En su caso la literatura es un ejercicio de morriña?

-Un poco. Ambiento mis novelas en Galicia y la literatura me sirve para estar de vuelta en casa todas esas horas que estoy ante el ordenador. En cierto modo, sí, vuelvo con frecuencia a Galicia y los lugares que describo salen de la memoria.

-Leo Caldas va al Eligio a tomar los vinos...

-Tiene sus rutas habituales. Como los protagonistas de las novelas nacen de los autores, es normal que tengan parte de nuestra carga genética, por eso llevo a Leo Caldas a las tabernas a las que yo voy cuando estoy en Vigo.

-¿Está de moda la novela negra, parece ser, a tenor del éxito de la trilogía de Larsson?

-En cierta medida, sí, pero yo creo que tiene que ver con el momento convulso y de incertidumbre en el que estamos envueltos, porque en la novela policiaca, al final, todo recobra el orden original. Además, la novela policiaca ya no es vista como de segunda categoría.

-¿Ha sido un lector compulsivo de novela negra?

-Soy un lector frecuente, no es lo único que leo pero sí leo bastante.

-¿Sus favoritos?

-Georges Pelecanos, Andrea Camilleri, Fred Vargas, Manolo Vázquez Montalbán, Simenon...

-Se ha dicho que Leo Caldas es el nuevo Pepe Carbalho.

-Es un honor que se diga eso.

-¿Cómo es Leo Caldas?

-Es un policía honesto, honrado, trabajador, escrupuloso, metódico; no es un tipo de gran talento, es un hombre cabal al que le interesa más conocer las razones que llevan a la gente a cometer un crimen que la identidad de los criminales. Es consecuente y cree que el mundo de hoy es demasiado agitado para tener hijos aún a costa de perder a su pareja. Es un tipo lacónico y quizá un poco tristón.

-¿Y el policía Estévez?

-Es uno de sus ayudantes en la comisaría, un tipo aragonés que me permite explicar las costumbres de Galicia.

-Usted está casado con una periodista aragonesa.

-Sí, y es tan pertinaz como Estévez.

-¿Cuál es la próxima aventura de Leo Caldas?

-Va a haber una nueva aventura de Leo Caldas seguro, pero no sé cuándo. Está todavía en los preliminares.

-¿No tiene la presión de su editorial para cumplir unos plazos?

-No, no. Si me marcan unos plazos yo los incumplo religiosamente. Soy un desastre amoldándome a los plazos. Afortunadamente, mis editores prefieren que los libros estén bien a que estén pronto y no me han presionado nada, a pesar de que con La playa de los ahogados me retrasé casi un año.

-¿Cómo está de avanzado?

-Estoy empezando a escribirlo y tampoco sé si llegará a buen puerto. Y no tengo presión porque los otros dos libros hayan ido bien. Al revés, eso me da tranquilidad.