-¿Ya cerró todas las puertas?

-Es que a la caída del sol aprovecho para regar y vivo en un sitio que es como la torre de Hércules, hay un tiro de corriente terrorífico y tengo que cerrar.

-¿No es para protegerse?

-Los vecinos de enfrente se hacen lenguas de cómo vivo, sobre los tejados y sin protección. Cualquiera puede saltar sobre mi terraza.

-¿Vive solo?

-Sí, sólo acompañado cuando llega la ocasión, pero suelo ser autónomo, me hago todo: la compra, la comida, la limpieza, la administración... todo.

-Y en lo profesional, también vive ajeno a la industria discográfica. Se lo guisa y se lo come.

-Es una decisión que tomé hace unos doce años. Hice una lectura muy crítica del panorama y probé a ejercer esta profesión sin las servidumbres de la industria y de la crítica. Y lo conseguí.

-¿Es muy individualista?

-No, si fui director de orquesta doce años. Con eso ya puse a prueba lo que es convivir una gran familia y tengo buenas relaciones con mis antiguos compañeros.

-Es un hombre orquesta.

-En lo profesional y en la vida.

-Sus espectáculos son ahora a capella.

-Sí, en la época de la orquesta compuse veinte canciones de ritmos distintos y les puse instrumentación pero luego tuve que inventar una técnica para que sonaran a orquesta sólo con voz y guitarra. Y el más difícil todavía ha sido pasarlas a la voz sola para mi espectáculo Alberto Pérez y la orquesta Volátil. Ha sido algo gradual y sin buscarlo.

-¿Todavía a vueltas con La Mandrágora?

-Es mi público el que sigue ahí. Es para no dejar de convocarlo y de sorprenderlo. Está claro que es Más allá de La Mandrágora (el título del espectáculo), que fue en 1981 y 1982, ¡fíjate si pasaron años!

-¿De allí salió tarifando?

-No, el día que me di cuenta de que no éramos amigos comprendí que ya no tenía sentido y me fui.

-¿Javier Krahe ya no es amigo?

-Más bien, vecino. Yo le digo que me sigue y me persigue porque antes vivía alejado. Estamos en los mismos circuitos y de vez en cuando coincidimos. A Joaquín (Sabina) no lo veo desde hace mucho.

-¿No se llevaban bien?

-Tuvimos relación todos con todos. No, Joaquín era un hombre muy simpático, muy divertido.

-¿Tiene mucho yo?

-¿Conoces a algún divo, mito, alguna figura del espectáculo que no tenga un yo que no le deje pasar por las puertas? Es lo que llaman un mal de altura. Joaquín tuvo siempre clarísimo lo que quería.

-¿Y Krahe?

-De una manera más soterrada porque su religión le impide perseguir fines terrenos.

-¿Y usted, que siempre dijo que era el menos ambicioso?

-Era el que más años llevaba en la música y el que menos ambición tenía, y sigo sin tenerla. Eso me permite algunas cosas y me obligó a renunciar al estrellato. El bajarse del star system, como hice yo, te inhabilita para triunfar. Me falta algo elemental para ser artista, tener ambición. La ventaja es que tengo el público cerca. Si eres una estrella como Joaquín no ves al público.

-¿Cómo organiza sus giras?

-Yo soy un trovador paisajista, me vuelvo a casa cuando se me acaba el dinero y en los sitios me quedo con la gente que conozco. Es una excursión continua.

-Cuando cantaba ritmos latinos le miraban mal pero luego muchos se subieron al carro.

-Cuando dejé La Mandrágora y me puse a cantar ritmos de América, los cantautores no me hablaban, se cambiaban de acera y muchos hicieron después sus carreras fundamentadas en eso, pero no han acabado de entender esos ritmos.

-'Cantan los boleros de una forma muy rancia', dice usted.

-No sólo eso, es que se pueden cantar con más o menos profundidad y algunos confundieron el paso del tiempo con la modernidad.

-¿Lo suyo es nostalgia?

-¡Nooo! yo no soy nada nostálgico. Muchos lo confunden. La prueba está en mi manera de cantar los boleros, no es nada tradicional, sin embargo, casi todos los cantautores que se acercaron a ese género lo han hecho de la manera más ratonera.

-¿Chicho Sánchez Ferlosio?

-Chicho es como una luz en la vida, un privilegio. Durante quince años nos veíamos o hablábamos a diario e hicimos 25 canciones juntos. Chicho era el más libre, el que menos se casaba con nadie, el que menos se quejaba. Tuvo cuatro hijos, uno con parálisis cerebral; una hija se cayó de un caballo y se mató, otro hijo se ahogó en la piscina, y jamás se quejó. Chicho era un pozo de ciencia. En los descansos me leía pasajes de La Divina Comedia en italiano, era una gloria. Sabía canciones en todos los idiomas e hizo canciones como Círculos viciosos, para mí, de las más bonitas. Chicho era otra cosa, era profundo, y nunca se las dio de nada.

-¿Cómo fue la época de TVE y los programas de Tola?

-Éramos vecinos. Fue una época muy emotiva y muy arriesgada. La gente se iba a casa a ver el programa Si yo fuera presidente.

-¿Ya tiene televisión?

-Se puede decir que no. Tengo un aparato pequeño que estuvo mucho tiempo vuelto hacia la pared. Yo nunca vi la tele.

-¿Lo llaman las televisiones?

-Poco. Estoy dispuesto a ir a la tele siempre que sea en directo.

-¿Piratea música?

-No mucha, pero a los que buscan mis discos y no los encuentran les digo que están en la Red mientras las discográficas no los reediten.

-¿Hay música interesante hoy?

-Estamos en el momento musical más rico en mucho tiempo y me llama la atención el rap. Los raperos dicen cosas extraordinarias. El rap es magnífico, muy sabio, dicen las cosas como las sienten.