El que fue a Sevilla perdió la silla. Eso fue lo que le ocurrió a Felipe Valdés. Cuando quiso volver a su actividad investigadora en el Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento, del CSIC, en Santiago, tras concluir su trabajo sobre los balleneros, ya no tenía sitio. Ahora trabaja en algo tan ajeno a su formación como es un banco, y espera que sea transitorio: "Acabé el doctorado, luego tuve un proyecto posdoctoral en Dinamarca y al volver me fue imposible reenganchar con la carrera investigadora", se lamenta.

-¿Tiene vínculos con la actividad ballenera?

-Tengo antepasados en Malpica que fueron arponeros y mercaderes de grasa de ballena en el siglo XVII, pero esa no fue la razón de la investigación. Este libro compagina mi interés por la historia y por la naturaleza. Antes de acabar la licenciatura me di cuenta de que estaba ante un episodio importante de nuestro pasado que no ha sido valorado suficientemente.

-¿El suyo es el primer estudio en el ámbito académico?

-Es la primera tesis doctoral en España, lo cual tiene aspectos positivos, porque estás pisando sobre terra incognita, pero también sus dificultades: trabas, falta de apoyos, prejuicios y obstáculos para encontrar la información.

-Escribe en el libro que trataron de disuadirle por la escasa relevancia del tema.

-Sí, en algún despacho universitario me han llegado a decir que con este tema no habría ni para escribir un artículo riguroso y mínimamente serio y documentado. Y mira, he escrito un libro de casi 600 páginas documentadísimo.

-También se queja de los problemas que tuvo para acceder a algunos archivos.

-Sí, sobre todo, aunque sea paradójico, en el caso de la documentación más reciente, la del siglo XX, porque no está, como la más antigua, centralizada en archivos históricos, sino que está en manos de la Administración, que no tiene todavía esa idea de servicio a los investigadores. En algún caso, tuve que buscarla debajo de las piedras, pero tuve suerte y la encontré.

-La actividad ballenera llegó a ser muy importante en los siglos XVII y XVIII.

-Fue muy importante del XVI al XVIII, que fue la etapa tradicional, artesanal. En aquella época, en la que no había electricidad ni petróleo, se utilizaba la grasa de ballena como carburante para alimentar los candiles. Por eso era vital y tenía muchísimo valor. En el siglo XX, cuando ya no tenía esa utilidad, se diversificaron sus usos: en cosméticos, en la margarina, en las sopas, en los lubricantes de maquinaria.

-Impuestos, diezmos, limosnas y hasta ofrendas: da idea de la importancia económica.

-Había todo un universo económico en torno a esta actividad muy importante. El estamento eclesiástico sacaba mucho beneficio con el diezmo, las rentas en los puertos o incluso, como en el caso de los monjes de Caión, cobraba las aletas y colas de todas las ballenas para hacer con su piel correajes para los instrumentos de labranza.

-Los gallegos llegaron a hacerse con el monopolio del negocio.

-Los vascos protagonizaron y monopolizaron el negocio hasta finales del siglo XVI y, después, cuando los gallegos ya dispusieron de la experiencia y la capacidad económica -eran inversiones de cierto riesgo- se fueron metiendo poco a poco en el oficio hasta desplazar a los vascos. Incluso les prohibieron su entrada en los puertos de Malpica y Caión.

-Esa actividad cesa en el XVIII con la primera crisis pesquera.

-El problema de la actividad ballenera tradicional es que se sustentaba sobre las capturas de una única especie, la ballena franca, y, cuando desapareció, se acabó la actividad. Algunas veces aún aparece la ballena franca, pero los arponeros se han extinguido.

-¿Por qué no se reanudó la actividad hasta el siglo XX?

-En el XX, gracias a las innovaciones técnicas heredadas de la revolución industrial, con los grandes barcos a vapor, los balleneros tuvieron una segunda oportunidad y pudieron salir al paso de otros grandes cetáceos alejados de la costa, como el rorcual. Pero el final de la actividad en el XX no fue debido a una sobreexplotación sino a razones de orden político. Había habido una sobreexplotación en el resto de mares, a causa de otros países, y los gallegos pagaron el pato de los excesos cometidos por las industrias de esos otros países. Desde luego, los balleneros gallegos no fueron los responsables de la sobreexplotación del siglo XX.

-La moratoria llegó justo en el momento más boyante, con grandes exportaciones a Japón.

-Justo se puso fin a la actividad cuando la industria ballenera estaba en su mejor momento. Se exportaba la carne a Japón y, desde finales de los años setenta, se pagaba muy bien. Es paradójico que en plena crisis del sector pesquero, a finales de los setenta y en los ochenta, obliguen echar el cierre a la única pesquería que funciona bien.

-¿Qué queda de las últimas factorías: Punta Balea, en Cangas; Morás, en Lugo, o Caneliñas, en Cee?

-Por desgracia, las tres están en un estado ruinoso y espero que mi libro contribuya a que se rehabiliten y conserven esas factorías, además de la memoria de aquellos balleneros que quizás fueron injustamente tratados en los últimos años, convertidos en matarifes deshumanizados.

-¿No se ha animado a escribir sobre su antepasado Pondal?

-De Pondal ya se ha escrito mucho y no creo que yo pueda aportar algo. En el libro que sobre mi bisabuelo (El director general de Aduanas José Valdés Díaz (1854-1916). Del Ponteceso de Pondal a la Paz de París) escribí algunas cosas de él que no se habían dicho.

-¿Qué faltaba por decir?

-Quedaban cartas inéditas y hablaba sobre todo de asuntos familiares, de la difícil relación de Pondal con su hermano, en cuyas desavenencias mediaba José Valdés Díaz; también los problemas de salud mental de Eduardo Pondal salen en ese libro que publiqué en 2005. Pondal era una persona bastante especial y particular.

-Era muy perfeccionista. Reescribía constantemente.

-Sí, es cierto, y tenía la manía de escribir de pie. Mi bisabuelo sabía del estado de salud en que se encontraba Pondal por la caligrafía de las cartas que le dirigía.

-¿Estaba entre la extravagancia y el dandismo?

-Sobre todo en sus primeros años de estudiante de Medicina en Santiago. Después, cuando se recluyó en la casa de Ponteceso, no tanto.

-También ha coeditado la primera biografía sobre el Padre Sarmiento.

-Me siento muy afortunado de haber tenido la oportunidad de hacer un libro de bibliófilo de un manuscrito que otro investigador y yo encontramos en el archivo del Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento. Estaba olvidado y es la primera biografía que se escribió sobre el Padre Sarmiento, a penas trece años después de su muerte, en 1782. Sobre el Padre Sarmiento se ha escrito mucho, pero este libro tiene el valor de ser la primera biografía sobre su figura.