–¿La figura de su padre ocupa el lugar que le corresponde?

–No está en su sitio definitivo, tiene que ser más conocido. Su poesía debe ocupar un lugar más destacado, aunque no quiere decir que ahora no tenga relieve.

–Se habla de una ´generación en penumbra´ o ´truncada´.

–Pertenece a una generación, la de la guerra, que es una generación truncada, porque corresponde a un periodo dramático de la historia de España. Pero hay que pensar que la mitad de la obra de mi padre está escrita entre 1970 y 1984, abarca mucho tiempo, y no se puede decir que porque pertenezca a la generación del 36 es maldito.

–La generación que ganó la guerra se quedó fuera de los manuales, dice Trapiello.

–Depende. La generación del 36 es la del movimiento de Burgos: Dionisio Ridruejo, Pedro Laín, Antonio Tovar, Luis Felipe Vivanco, que fueron muy importantes y ganaron la guerra. La ganaron relativamente, porque luego se deslizaron hacia posiciones diferentes y no tuvieron los favores de los dioses. Mi padre quiso ser catedrático, era la ilusión de su vida, pero se negó a ser catedrático con Franco, aunque luego reconoció que fue un error.

–Su padre evolucionó desde el falangismo a posturas demócratas y perteneció al consejo privado de don Juan de Borbón.

–Efectivamente, mi padre era monárquico, no sólo porque pensaba que la monarquía era necesaria para España entonces sino porque pensaba que era la mejor forma de Estado.

–¿´Calumniado y silenciado por el franquismo´?

–Calumniado, no; silenciado, sí. A mi padre nunca le apoyó el poder político.

–¿Se hace ahora justicia con la figura y obra de Rosales?

–Todo el mundo reconoce la categoría poética de mi padre y, por tanto, todos tratarán de que tenga un centenario digno, pero las ayudas no pueden ser flor de un día. Es el centenario y es lógico que se coloque en su lugar a un poeta como él, Premio Cervantes, y se publiquen sus libros. Hasta este año prácticamente no había libros de mi padre en el mercado. Ahora se están reeditando sus obras, salen antologías y se publicarán dos libros inéditos, Baladas líricas y Romances del colorido. La reedición de sus libros es lo más importante porque es imposible que ocupe el lugar que se merece si la gente no puede leer su obra.

–¿Cómo era el ambiente en el que creció usted?

–Tuve la suerte extraordinaria de haber nacido y crecido en el mundo de mi padre y de haber conocido a muchas personas con un elevadísimo nivel humano y artístico.

–Buena parte de su obra la escribió en la casa de Cercedilla.

–A partir de 1961, que es cuando compra la casa en Cercedilla. Venían Ridruejo, Laín, Dámaso Alonso, Rodrigo Uría... y pintores como Pepe Escassi, José Caballero o Benjamín Palencia, gente con la cual yo crecí y asistí a conversaciones muy importantes y muy divertidas.

–¿Qué recuerda de su padre?

–Un poema de El contenido del corazón: ´Luis Cristóbal es pescador. Luis Cristóbal tiene ocho años y este verano, en La Coruña, le he comprado una caña para que vaya aprendiendo a esperar. La pesca es una cátedra´. Después de todos estos años, me gusta la pesca y sigo tratando de aprender a ser paciente. Recuerdo que mi padre me llevó como cinco o seis veces a ver una película que se llamaba Al oeste de Zanzíbar, porque yo me ponía como loco con los hipopótamos.

–Su madre es gallega, de Melide, ¿cómo se conocieron?

–Mi madre era secretaria de Dionisio Ridruejo en Burgos.

–¿Cómo se vivió en su casa la evolución política de Ridruejo?

–Como entre amigos íntimos. Para mi padre, Dionisio Ridruejo encarnaba al hombre bueno e inteligente. Mi padre, aunque nunca se metió en política, estaba a su lado.

–Usted dice que la figura de su padre ´es incómoda´.

–Por lo que decía antes. El poder político nunca apoyó a mi padre y él nunca fue político, y unos por unas razones y otros por otras... Mi padre conllevaba la muerte de Lorca y un compromiso ético: siempre pidió que se reuniesen historiadores, testigos y familiares para aclarar un suceso tan importante en la historia de España que entonces estaban vivos y podían contar lo que ocurrió, pero nadie quiso hasta ahora, que ya se murieron.

–¿Está todo dicho de Lorca?

–Lo que conocemos nosotros está escrito. Mi padre, siempre que los historiadores le preguntaron, contestó: a Gibson, Vila-San Juan, Marcel Auclair, Agustín Penón...

–Gabriel Pozo recoge en un libro la versión de Enma Penella, hija de Ramón Ruiz Alonso, según la cual, Miguel, el mayor de los Rosales, fue quien dijo a Ruiz Alonso que Lorca estaba en su casa y lo llevó al Gobierno Civil.

–En las poquísimas conversaciones con periodistas o historiadores que tuvo Ruiz Alonso, jamás citó el nombre de Miguel Rosales. Es muy extraño que setenta años después salga un periodista diciendo lo que le contó la hija de Ruiz Alonso, que también se murió; no tiene el menor crédito. Este hecho causó enormes problemas a toda mi familia, empezando por mi padre y mi tío Pepe, y tuvo un efecto devastador sobre mis abuelos. Me resulta muy difícil pensar que mi tío Miguel delatase a Lorca sabiendo que ponía en riesgo la vida de sus padres y de sus hermanos.

–¿El fantasma de Lorca ha perseguido siempre a su padre?

–Federico García Lorca era maestro y amigo de Luis Rosales y Luis Rosales lo cobijó porque se sentía de alguna manera amenazado y se fue a una casa donde supuestamente no le iba a ocurrir nada porque había altos mandos de la Falange, mis tíos Pepe y Antonio. Pero, desgraciadamente, no fue así y, como decía mi padre, un don nadie [Ruiz Alonso] se hizo responsable de la muerte de una de las personas más importante que había en España entonces. Y ese es el terrible horror de la guerra.

–¿Cómo influyó en su vida?

–Hizo que mi padre viviera con la tristeza de no haber podido hacer nada por salvar a su maestro y amigo, pero con la cabeza muy alta por haberlo intentado y haberse jugado la vida. Periodísticamente, Luis Rosales no vende, vende Lorca, pero mi padre es mucho más poeta que eso. Es un poetazo.