La única huelga que ha secundado en su vida —"y no estaba de acuerdo con ella"— es una huelga de hambre a la que se unió por motivos políticos y por la que pasó 35 días de aislamiento en la cárcel de Carabanchel (Madrid). De esa incomunicación nació Antagonía. Y la promesa que hizo con Luis Solana (hermano de Javier) de repetir la experiencia, algo que no ha vuelto a suceder.

–¿Ha sacado algo en claro de quién es usted tras escribir autobiografías?

–Básicamente que somos fruto de lo aleatorio. Pero vayamos por partes, porque la gente se confunde: uno no es su vida. Por un lado, la vida es sólo lo que le pasa al yo. Y, por otro, el yo está a merced de la vida, y a su vez está condicionado por ese carácter aleatorio de la vida.

–Que todo es azar, vamos. Pero ¿sabe más de usted por haberlas escrito?

–Sí que sé más de mí por escribir. Y espero que el lector también se conozca mejor a sí mismo y también el mundo tras haberme leído. Escribir es algo generoso y egoísta a la vez. Como componer música.

–¿Le hubiera gustado ser músico?

–Estoy contento escribiendo, pero sí es cierto que me pregunto mucho cómo se hace la música. Es un gran misterio para mí.

–¿Supo algo más de usted mismo tras leer la biografía de los Goytisolo, de Miguel Dalmau?

–No. Creo que Dalmau recoge bien la evolución de mi vida y los análisis que hace de mis obras son correctos, que es de lo que se trata. En general estoy de acuerdo. Sólo leí mi parte, no las de mis hermanos.

–¿Lee las obras de sus hermanos?

–Nos leíamos una vez publicados los libros, antes no. Los dos son autores importantes.

–¿Los lee como familiar o como lector?

–Procuro leerlos como lector. En vida, José Agustín fue un poco arrinconado por otros escritores de su generación, lo consideraron populista. Le perjudicó quizás la cuestión de que los poemas los cantaba Paco Ibáñez.

–Estuvo vinculado al Partido Comunista, ¿formaría ahora parte de algún partido?

–Bueno, sí íbamos a las reuniones del Partido Comunista, pero no éramos marxistas. Estar con el Partido era la única oposición efectiva en los años de la clandestinidad. Sabíamos perfectamente lo que pasaba en la URSS y conocíamos el estalinismo. Sabíamos que si algún día se instalaba en España el comunismo tendríamos que marcharnos en el primer avión.

–Hablando de comunismo, ¿hay hoy día una lucha obrera real?

–No hay obreros como antes. Ahora estamos en una sociedad fluctuante. Hace unos años un obrero era un obrero, vivía en un barrio determinado... Todo se ha mezclado mucho. Hoy día los obreros también pueden viajar a Tailandia. Hay ciertos cambios sociales que son peligrosos. Los gobiernos empiezan a no pintar nada. La Bolsa o Lehman Brothers ya pueden derrocar un estado. Esta inseguridad no es buena para nadie, excepto para los que se enriquecen con ella.

–Con el panorama que describe, ¿cree que la huelga tendrá éxito?

–No funcionará. Dentro de los propios sindicatos hay ciertos sectores que rechazan esa convocatoria porque creen que no es un buen momento para parones. El papel de los sindicatos se ha ido diluyendo por lo que decíamos antes. Y no deja de ser una pena. La huelga es una medicina antigua para un caso totalmente nuevo.

–¿Escritor por azar también?

–Sí, por azar. Y porque es algo genético. Una hermana de mi madre, Consuelo Gay, era una poeta muy buena, probablemente superior a José Agustín. Otra bisabuela mía también escribía, allá por la época de Pardo Bazán. Ser escritor se me ha transmitido por la línea femenina de mi familia porque en casa ni siquiera había un ambiente literario.

–La experimentación es el motor de sus escritos. ¿Considera usted la novela un género actual?

–La novela al estilo del siglo XX está acabada. Es un género que está en crisis, pero se trata de una crisis externa que proviene del cambio en los hábitos sociales de la gente, que está enganchada a la televisión y tiene Facebook. Todos estos cambios terminarán por influir en la novela, no hay duda.

–¿Ser académico es sinónimo de aburrido?

–(Risas) Se puede tener una idea muy equivocada de lo que es la Academia, de gente mayor que se reúne y que de vez en cuando hace tertulias. Y la verdad es que se trabaja mucho. A mí lo que más me interesa ahora es el trabajo de revisión de las acepciones del diccionario.

–¿Se sintió Nobel alguna vez?

–Me llevé una sorpresa cuando mi editora me dijo que estaba en las quinielas pasadas. Es una buena noticia porque significa que estás ahí sobre la mesa, pero nada más. Punto.

–Escribir es un acto creativo como...

–El sexo. La actividad sexual es algo muy estimulante. La pulsión sexual favorece la creación literaria. En Proust también se daba. La base de En busca del tiempo perdido son los celos. O Leopold Bloom, en el Ulises de Joyce, que pasea arriba y abajo porque sabe que su mujer se va a encontrar con un empresario de la ópera. En cambio, parecía que el sexo no existía para Faulkner. Igual la abstención es muy fructífera. Pero no lo sé. Yo nunca la he practicado.