–¿Es verdad que se despierta con el himno de la Legión ?

–Cuando me despierto con el teléfono, que es cuando voy por ahí, sí. Es un buen despertador.

–¿Es hijo de militar?

–Sí, pero no tiene nada que ver.

–Estará familiarizado con los himnos militares.

–No, no soy nada de himnos, en realidad, tener esa melodía en el teléfono es una broma. Empieza así: ´Legionarios, a luchar; legionarios, a morir´. Oír eso por la mañana en el mundo en el que vivimos me parece una broma.

–Ha ascendido a su famosa pareja de la Guardia Civil: Bevilacqua ya es sargento y Virginia Chamorro, cabo.

–A él, por antigüedad, se va haciendo mayor. Y a ella porque va a la academia a hacer cursos para promocionar.

–Les ha dedicado cinco novelas y un libro de relatos, ¿no cree que el mercado está ya saturado de novela negra?

–Empecé en esto cuando no estaba de moda. Hace quince años, los autores nos comíamos con patatas las novelas policiacas y yo me las estuve comiendo durante bastantes años. Empecé a publicarlas en 1998 y seguí a mi ritmo, hasta el punto de que cuando estalló la fiebre, en 2006, dejé de escribir novelas policiacas cuatro años y me dediqué a escribir otras cosas. Sigo y seguiré, pero a mi ritmo.

–¿Las novelas negras son todas iguales, como dicen algunos?

–Leo bastantes novelas del género y no me parece que todas sean iguales; ni todas me interesan.

–¿Cuáles le interesan?

–Don Winslow es uno de los autores que me interesa muchísimo. Lo que hace lo hace muy bien y habla de las grandes cuestiones. Una de las grandes cuestiones actuales, a mi juicio, es cómo un país tan enorme como México se está viniendo abajo de una manera tan estrepitosa y se está convirtiendo en un estado cuasi fallido y sin embargo no está hablando casi nadie de esto, salvo los mexicanos. El único novelista que ha contado con profundidad el proceso de descomposición del país es Don Winslow, y lo hizo con una novela negra.

–¿Cuál es para usted la gran cuestión actual de España?

–Está en mis libros de manera muy explícita y en este último intento mostrar la perplejidad de un país que ha descubierto de pronto que está en crisis y que vivía en la irrealidad. La crisis no ha sido súbita, ya estaba ahí, pero no se había querido reconocer. ¿Y de dónde viene esa crisis? De las trampas públicas y privadas. De lo que hay que hablar en este país es de que está lleno de tramposos; sigue siendo un país de Rinconete y Cortadillo. Hay tramposos que son concejales y que tienen cargos públicos para enriquecerse, pero también hay mucho ciudadano tramposo.

–Y no pasa nada, a pesar de los escándalos que se publican continuamente.

–No, pero se supone que debemos de mantener algún espacio de insurrección mental. La literatura también cumple esa función, en parte. Los responsables de los partidos no reaccionan y los medios de comunicación cuentan la realidad de una manera que al lector le resulta indiferente porque hay tantas corruptelas que el tratamiento informativo se reduce a una descripción de los hechos mecánica.

–¿Cómo tendría que tratar la prensa los casos de corrupción para evitar la banalización?

–Debería profundizar más en esas historias. Me parece muy representativa la historia del alcalde de Murcia que mandó matar a su propio teniente de alcalde. La mayoría de los medios la trató de forma superficial, salvo en un caso, que publicó un reportaje en profundidad sobre esos dos hombres que llevaban veinte años en política, con fotos de cuando los dos eran veinteañeros y empezaban. Era un reportaje modélico porque no era una mera enumeración de hechos.

–¿Periodistas como Saviano?

–Exacto, se necesita contar con esa profundidad. Simplemente, con la fotografía que ilustraba el reportaje de esos dos hombres, con veinte y pocos años y pantalones de campana en un mitin... Esos dos hombres que se han convertido en un alcalde que mata a su teniente de alcalde era el meollo de la historia de cómo se había producido un envilecimiento de este calibre.

–Usted fue auditor financiero, habrá visto muchas trampas.

–Estuve sólo un año pero muy intenso y claro que he visto trampas. No puedo decir nada.

–¿La ingeniería financiera es un arte?

–A veces, no tanto. Yo era bastante joven, licenciado en Derecho, ni siquiera era economista y pillé más de una.

–Empezó a escribir novela negra por diversión y para provocar.

–Me divierto con todo lo que escribo, no escribo sobre nada que me aburra, y me divierte escribir incluso un ensayo sobre Kafka, y la novela policiaca me ha divertido siempre como lector y como escritor. ¿En qué medida fui provocador? Ahora la percepción es muy distinta, pero en 1995 no se escribía novela policiaca en España prácticamente; los editores no las querían, sobre todo de autores españoles, más allá de Vázquez Montalbán y dos nombres más, porque pensaban que la novela policiaca española no era creíble, no tenía glamour, era cutre. Mi provocación, pues, fue hacer novela policiaca cutre con personajes cutres, tan cutres y tan españoles que son una pareja de la Guardia Civil

–¿Cada cuánto lee usted El Quijote?

–Tengo 44 años y lo leí cuatro veces, o sea que cada década, más o menos. Ya me va tocando...

–¿Saca siempre nuevas enseñanzas?

–Es el libro más completo que se ha escrito. Y más profundo.

–Es coautor de un libro sobre Irak. ¿La explosión musulmana es otro buen motivo?

–Lo que está ocurriendo en Egipto, Túnez y demás países quizá sea el acontecimiento más importante a escala global después del 11-S; no olvidemos que los musulmanes son 1.400 millones, y han contraído la responsabilidad de demostrar que no obedecen a la imagen preconcebida que se tiene de ellos. A Irak fui porque me pareció un episodio histórico: hacía mucho tiempo que el Ejército español no entraba en guerra en un país lejano y nadie se ocupaba. Igual que nadie se ocupa de Afganistán, y hay soldados españoles combatiendo.

–Que pirateen la obra de uno, ¿es un signo de prestigio?

–No lo sé, a mí ya me piratean mucho. De lo que es síntoma es de que circula.

–¿Le ley Sinde es un remedio?

–Es un parche. Es mejor que nada. El creador siempre merece recompensa pero mucha gente que lo ha olvidado. La solución completa requiere también una nueva comercialización de los contenidos culturales.

–¿Las editoriales tienen que ponerse las pilas?

–Dentro de unos días mis libros estarán digitalizados a precios bastante más bajos de los que hay ahora mismo en el mercado. Le dije a mi editor que no me parecían razonables los precios de los libros de papel, llegamos a un acuerdo y él sí se puso las pilas.

–Como guionista ocasional, no es ajeno al mundo del cine.

–No es mi mundo, el mío, el de la creación literaria, es muy diferente. En el cine hay un excesivo afán de protagonismo. A veces no se dan cuenta de que el mundo es algo más de lo que alumbran los focos.