Ha colaborado con más de 15 filarmónicas del mundo como la London Philarminic o la Filarmónica de Israel. Premio Excelencia Europea por su proyección internacional, fue invitada por la Comisión Europea en 2010 para dirigir la Joven Orquesta Europea en la clausura de la Expo de Shangái.

–¿Cómo inicia su idilio con Piazzolla?

–Fue en Suiza, recibí una propuesta para dirigir un repertorio de Piazzolla en una orquesta. Yo lo conocía, evidentemente, pero no conocía toda su obra. A raíz de esa oferta, empecé a interesarme tanto por su obra que, las veces que he viajado a Suramérica, tengo esa necesidad de recorrer todas las tiendas de discos para conocer más y más. Hay obras que no se conocen; el problema es que su obra está muy dispersa.

–¿Traducir música de tango a cargo de una sinfónica centroeuropea supone algún tipo de esfuerzo adicional?

–Son cambios de registro. La música es música. En Piazzolla, hay que destacar los cambios de ritmo y de ambientación. Es una música muy sutil que es también muy difícil de interpretar.

–Georges Prêtre recordaba en una entrevista que él de pequeño, realmente, ansiaba ser compositor, ¿usted, también?

–Yo hice Composición y la verdad es que acabé con muy buenas calificaciones; pero, para mí, la composición es una herramienta de la dirección de orquesta. Yo me siento directora con mayúsculas.

–Desde el primer día que dirigió hasta ahora, ¿su sentimiento con batuta en mano se ha mantenido o ha ido cambiando?

–Siempre es como la primera vez (sonrisa amplia). Es la pasión del directo aunque el directo no es fácil porque cada concierto es una responsabilidad. Uno siempre tiene la ilusión de darlo todo al público. Lo que ha cambiado en estos 12 años de profesión es la experiencia, que le da a una más serenidad. Hace doce años veías la Cuarta (Sinfonía) de Brahms de una forma y ahora la ves de otra, ni mejor ni peor, diferente. La experiencia te da estabilidad, pero la ilusión y los miedos son los mismos.

–¿A usted, la batuta le transforma la tristeza en alegría?

–Sí, sí, la música es una utopía; te da una paz interior comparable a nada porque afecta directamente al corazón, como si se separara el alma del cuerpo.

–Haber actuado ante el Papa, en 2008, fue un regalo. ¿Interiormente, la ha cambiado en algo?

–Fue, como dice, un gran regalo personal y profesional; uno siente orgullo y agradecimiento a la vida por esta oportunidad, que se desarrolló en el marco del 60 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue un momento especial que creo que aún no he digerido.

–Usted colabora asiduamente con organizaciones benéficas, ¿qué le anima a participar?

–La música me da tanto equilibrio personal que lo hago hasta por egoísmo. Si necesitas hacer un llamamiento a la sociedad a través de la música, no podemos vivir en una locura de sociedad. La música está por encima del aspecto racional que está primando en esta sociedad.

–Fue una niña con altas capacidades, ¿cómo se dio cuenta del don de la música?

–Empecé a los cuatro años. No fui una niña prodigio. Sí fui una persona responsable y muy equilibrada. Siempre he trabajado por conseguir los objetivos que me harían felices. He confiado en una actitud ante la vida, la de entender el fracaso no como un problema sino como algo que te ayuda a madurar, a evolucionar. Si uno tiene realmente un objetivo o una ilusión, llega a conseguirlo.

–Ser director de orquesta supone, por un lado, dedicarse al aspecto musical; y, por otro, lidiar entre las posibles desavenencias entre músicos.

–Si hay discrepancias entre los músicos, difícilmente podemos proyectar buena música. Esta es mi máxima. Las orquestas son organismos vivos y debemos trabajar para transmitir lo mejor de nosotros. Nadie es más que nadie, cada uno tiene su cometido. Amo tanto esta profesión que no entiendo de problemas sino de pasión. Quizás lo más difícil sea cuando el director de orquesta tiene que estar encerrado mucho tiempo analizando la partitura, memorizándola y haciéndola suya. Quizás ese proyecto de soledad es más duro porque son horas de interiorización.

–¿Realmente es un sacrificio?

–Son horas y horas interminables porque la música es una obsesión, yo reconozco que soy un poco obsesionada, siempre pensando en las resoluciones musicales. A veces, también te priva de la vida personal por esa obsesión por pensar siempre en música.

–¿Cuál ha sido el compositor cuyas partituras han presentado más ambigüedades para usted?

–No puedo establecer cánones generales, pero quizás la música contemporánea centroeuropea sea más difícil de interpretar. Se necesita tiempo para asimilarla, digerirla. Es lo que más esfuerzo requiere y menos beneficios a corto plazo emocionales.