-¿Qué objetivos persigue la comisión que preside?

-Un mejor uso del tiempo y la necesidad de unos horarios racionales, normalizados con los de los demás países de la Unión Europea. De la misma manera que tenemos una misma moneda, lo lógico sería que tuviéramos unos horarios similares.

-Ni siquiera España tiene una hora común. Una hora menos en Canarias.

-España debe abandonar la hora de Berlín. Estamos mucho más al oeste y se debería adoptar la de Londres, la que tienen Canarias, Portugal o Irlanda, entre otros.

-¿Es posible adecuarnos a las horas de los europeos para comer o cenar?

-Hasta las décadas de los años 30 y 40 del siglo pasado nuestros horarios eran similares a los del resto de Europa. En toda España se almorzaba entre las doce y la una y se cenaba entre las siete y las ocho de la tarde.

-¿Y qué ha ocurrido en esos ochenta años para separarnos tanto de esos horarios?

-Las cosas nunca son de hoy para mañana. Uno de los motivos fundamentales fue el pluriempleo. En los años de hambre y sacrificio anteriores y posteriores a la Guerra Civil, el país estaba destruido y una persona con un solo sueldo no podía vivir. En esa época existía un claro reparto de papeles: el hombre trabajaba fuera y la mujer, tanto o más que él en la casa. El pluriempleo fue trasladándose a los horarios. Que los padres de familia llegaran a las nueve de la noche tenía una importancia relativa, porque ya los niños estaban atendidos. Hoy en día trabajan padre y madre, con lo que estos horarios no son válidos.

-¿Se incrementaría la productividad adecuándonos a esos horarios?

-Le pongo el ejemplo de Iberdrola, que está muy en línea con nuestras propuestas. Haciendo un cambio de los horarios, ha logrado aumentar la productividad y disminuir los gastos. Tener una oficina abierta hasta las ocho o las nueve de la noche genera unos gastos muy diferentes a los que ahora tienen ellos cerrando a las tres de la tarde. Con nuestra propuesta de horarios se aumenta la productividad, porque cambiamos la cultura del presentismo, muy aplicada en España. Hasta que no se va el director del periódico o el ministro, ningún trabajador se marcha aunque haya terminado sus tareas. Eso es propio de una cultura tercermundista. Estamos propiciando una cultura tercermundista. Nosotros estamos propiciando una cultura de la eficiencia buscando la excelencia.

-¿Están las empresas españolas preparadas para este cambio de mentalidad?

-Las que estén preparadas sobrevivirán, las otras ya pueden ir despidiéndose. Ahora en España están las empresas que han sabido enfocar el futuro, que no solamente pasa por el mercado español sino también por otros mercados exteriores. Son las que están salvando su cuenta de resultados. Luego están las que se han quedado aquí y ya se ve cuántas están cerrando diariamente. Hay que cambiar, poner más imaginación, más creatividad y no más horas, sino gestionar el tiempo de una manera diferente.

-La competitividad es una de las grandes asignaturas pendientes en España.

-Es imprescindible incrementarla. El mundo cada vez está más globalizado y está más complejo y difícil. Este año de grave crisis en España es crucial. Si en estos momentos no aplicamos aquello de a grandes males, grandes remedios, mal asunto.

-¿Podremos subirnos al carro de los países que son más eficientes?

-Si no lo hacemos, nos lo harán hacer. Un padre de familia puede ayudar a sus hijos, pero si ve que sus hijos se arrugan, llega un momento en que no ayuda más. Hay que ponerse las pilas. Eso no pasa por los empresarios que piensan que en momentos como los actuales tenemos que estar más horas en el trabajo. Tenemos que hacer mejor el trabajo, de un modo más eficiente. Hay que saber optimizar el tiempo.

-¿Nos acostamos tarde?

- El español medio es el europeo que menos duerme y eso es preocupante. Según las últimas estadísticas, disfrutamos de 53 minutos menos de sueño que la media europea y esto afecta gravemente a la productividad, al absentismo laboral, al estrés y a la siniestralidad laboral. Lideramos estos tres últimos conceptos en Europa.

-¿Por dónde proponen empezar a cambiar esto?

-Por ejemplo, somos contrarios a que en días laborables se programen partidos de fútbol a las diez de la noche. Esto no pasa en ningún país europeo. ¿Qué es lo que quieren? ¿Que al día siguiente las personas bajen la productividad, que aumente el estrés, el absentismo? Si no se descansa lo suficiente, podremos estar fichando en la empresa a la hora, pero la productividad no será la misma. Pedimos un gran pacto nacional entre todas las televisiones, públicas y privadas, para que los programas de máxima audiencia finalicen no más allá de las once de la noche.

-¿No tiene un punto utópico querer acercar nuestro carácter latino a esos parámetros?

- No. También lo tienen los italianos, los griegos y los portugueses, y yo he estado almorzando en Nápoles o Sicilia entre las doce y la una. Su jornada laboral finaliza entre las cinco y las seis de la tarde. Son tan latinos como nosotros, tan mediterráneos como nosotros y pueden tener tantas horas de sol como puede tener Andalucía. Es una excusa absurda.