-Su hermano Javier y usted se han intercambiado los papeles: él publica un libro sobre la Guerra Civil y usted otro de África, ¿casualidad o premeditación?

-Es completamente fortuito. Yo iba enterándome de que Javier estaba haciendo una biografía del general Modesto y, por supuesto, él también sabía que yo estaba haciendo un libro de Gálvez, pero no nos habíamos puesto de acuerdo, y mucho menos en las fechas. Es una estupenda coincidencia.

-Ocho años sin Gálvez. Mire que ha llovido y que han pasado cosas en este tiempo.

-Ha pasado de todo en este tiempo y siguen pasando cosas, por eso Gálvez me ha urgido a que le volviese a sacar.

-¿Por qué Tanzania?

-Me apetecía llevar a Gálvez de viaje y, como justamente había hecho un viaje maravilloso con mi hermano Javier, y como no iba a hacerle la competencia contándolo en un libro de viajes, pues decidí ambientar allí la nueva aventura del periodista.

-Han pasado ya 40 años desde que Julio Gálvez empezó, ¿ha notado en este tiempo el cambio que ha sufrido el periodismo?

-Lo ha notado, sí; ha notado que las condiciones de trabajo son mucho peores, todo es mucho más miserable y ve, como ya había visto en las últimas aventuras, que lo de trabajar en este oficio está muy complicado.

-Y, en esta ocasión, ha tenido que emplearse de jefe de prensa de un extraño parque temático.

-Es un oficio que ha encontrado, mal pagado, de mileurista; lo primero que se le presenta, y resulta que el parque temático es fiasco, como lo son casi todos.

-Se ve envuelto en peripecias que son un claro trasunto de lo que leemos a diario en la prensa: empresarios corruptos, fundaciones sin más sentido que el lucro, un gobernante empeñado en cazar elefantes en Tanzania...

-Claro, es que si abrimos al azar el periódico de cualquier día, encontramos que realmente no paran de pasar cosas espantosas y, desde luego, trabajo hay para las personas que nos dedicamos al oficio de periodista.

-Es bueno saber que siempre habrá un periodista para contarlo.

-Lo que no está claro es que haya un medio de comunicación para que lo publique.

-¿Tal mal está la cosa?

-No soy catastrofista, siempre hay medios (dispuestos). Algunos están en las redes, todavía no consolidados, pero algún día creo que se consolidarán. Una vez que cumplan requisitos como los controles de calidad o de fiabilidad, y todas esas cosas necesarias para que el periodismo funcione, se consolidará y habrá un nuevo periodismo.

-¿Esta época es tan corrupta como la que vivía Gálvez en sus comienzos?

-No, lo que pasa es que ahora, afortunadamente, es más fácil meterse en los asuntos, hurgar y que no le pase a uno nada. El primer Gálvez ocurría en pleno franquismo, donde la corrupción, además, estaba aliada a la fuerza del Estado, e investigar era dificilísimo.

-Hace unos días escribía un artículo sobre la Corona, ¿es urgente una legislación para regular su funcionamiento?

-Yo creo que sí. Tiene que haber unas leyes de transparencia y tiene que hablarse muy mucho de la responsabilidad de la Corona. Luego decidiremos si seguiremos tragándonosla o no, porque lo hemos decidido así en 1978, y que dependa del ADN. Eso me importa menos, siempre que todo esté muy controlado.

-¿La república puede esperar, entonces?

-Soy republicano pero mi urgencia para mañana no es esa; hay cosas mucho más importantes antes y que exigen enormes esfuerzos, como los tres millones de españoles en situación de pobreza, los seis millones de parados, los miles de desahucios, la crisis económica en general... Todo esto nos va a llevar bastantes esfuerzos, pero se puede en paralelo abordar la república, aunque tenemos que tener claro que la república no arregla la crisis económica.

-¿Es partidario del escrache?

-Tengo mis dudas respecto a los límites. Me parece muy bien que se denuncie a personas públicas que o bien ignoran realidades muy graves o bien están implicadas en que esas condiciones leoninas del mercado permanezcan vigentes. Yo tendría muchísimo cuidado con la cuestión de los límites -rodear domicilios particulares- aunque me parece bien que se señale a quienes están metidos o no hacen nada para reparar esa situación.