La cruda prosa urbana y la experimentación vanguardista de Lou Reed, fallecido ayer, sonaron dos noches en Galicia en la primera década del siglo XXI, ambas en Santiago: en los conciertos del Nuevo Milenio en el Auditorio del Monte do Gozo en julio de 2004 y en la plaza del Obradoiro en el mismo mes de 2009. En la primera cita, el rockero neoyorquino entró de rebote en el programa de los actos musicales del Xacobeo en sustitución de David Bowie, caído del cartel por una lesión en un hombro. En la segunda, lo acompañó su esposa, la artista Laurie Anderson.

La baja de Bowie desilusionó a miles de ansiosos seguidores que soñaban con un histórico primer show en Galicia aquel 16 de julio de 2004, aunque recibieron de buena gana la elección de su sustituto. Reed no sedujo a los jóvenes pero no decepcionó a un público más adulto. Salió al escenario entre dos conciertos que entusiasmaron a la entregada audiencia santiaguesa: unos explosivos Muse, aún no contagiados de grandilocuencia, y unos envolventes The Cure.

La actuación de Reed rebajó la excitación general en la que se habían sumido los espectadores del Monte do Gozo con la contundencia del trío británico con un reposado repaso a su repertorio más reconocible en solitario y con The Velvet Underground y algunos temas más recientes: White light / white heat (para arrancar), Dirty Blvd., Romeo had Juliet, Jesus, New sensations, The day John Kennedy died, Egg cream... Quince cortes excelentemente puestos en escena, aunque con frialdad emocional en su intérprete, al que se le reprochó alguna ausencia en el set list, como Walk on the wild side. Hacía ya bastante tiempo que Lou Reed no estaba para pasearse por el lado salvaje.

Más apaciguada (y fría) fue su actuación cinco años después, una propuesta extravagante, con arriesgadas versiones de viejas canciones, fragmentos hablados de Anderson y pasajes instrumentales no aconsejables para todos los oídos. Ni Lou ni su esposa atraparon al escaso público -solo 1.000 personas se animaron a pagar por 4.000 entradas disponibles- y los fans se marcharon a casa desde la plaza de la Catedral como si no hubiera actuado nadie relevante. Fueron éstos los pasos que Reed dio en Galicia, testigo de una obra inmortal.