-¿Qué respuesta hay tras su nuevo disco What's up?

-Me surgió la posibilidad de ir puliendo un concepto para hacer algo especial. Creo que hubo una conjunción de factores. Uno fue firmar con OKeh, el nuevo sello de Sony, para hacer algo nuevo. El otro es algo personal, mi bajista Charles Flores falleció de cáncer el año pasado y ya no me veía grabando en trío de nuevo. No tan pronto al menos. En la segunda pieza del disco hay un recuerdo a Charles, que habíamos grabado juntos en el Live at the Blue Note (Grammy al Mejor álbum de jazz latino en 2004).

-Este disco cuenta con tributos a personas que le marcaron.

-De ahí parte el concepto del disco. Personas y estilos que me han marcado. Se me ocurrió dar una visión de todas esas influencias que me han marcado. El conjunto de todas ellas me define como artista de jazz. Y en solitario no hay dónde esconderse, no hay un solo de batería, así que tengo que tener mucha mano izquierda.

-¿Por eso sale en la portada levantando el puño izquierdo?

-Sí, porque entre los pianistas hay un tabú con la mano izquierda. Hay que trabajarla y lleva muchos años. Para este disco me propuse estar un año entero usando la izquierda: abriendo puertas o levantando copas. Una manera de despertar ese lado dormido. Sin la compañía de un batería o un bajo, la mano izquierda nos da esos acordes.

-¿Hace sangrar a la mano izquierda tanto como a la derecha?

-Diría que aún sangra más (risas). Normalmente es la que sangra porque la hago trabajar mucho. Además, este concierto lo estamos haciendo en acústico dentro de grandes templos de la música. No es usual escuchar jazz así, por eso la gente se concentra más.

-¿Qué sonidos mezcla en este nuevo trabajo?

-El disco comienza con el Honky Tonk Blues, que tiene un poco de new orleans, boogie-woogie o ragtime. Tiene de todo en una sola pieza. Por eso le puse What's up, porque quería comenzar por las raíces de cualquier pianista de jazz. Para tocar jazz hay que hacer blues y luego viene todo lo demás. También quería añadir un poco de lo que en la historia del jazz llamaban el teñido español. Scott Joplin y J.R. Morton hablaban de la influencia española en su forma de tocar, supongo que lo decían porque tocaban también habaneras.

-También se acercó a la música española con Tomatito, ¿cómo lleva esa variedad de estilos?

-No me gustan los muros, quiero sentirme libre y entrar en diferentes estilos del mundo. Miles Davis era un asiduo del flamenco también. Es muy importante tener mente amplia, por eso me encanta volar y tomar riesgos. En los riesgos está el desarrollo de un artista.

-¿Por qué se decidió por hacer carrera en el jazz a pesar de recibir una educación clásica?

-Llegué a Nueva York en 1979, y los primeros cinco años fueron de una formación muy clásica. Pero al mismo tiempo también jazzística. Tenía la oportunidad de poder ir a los clubs de jazz a hacer jam sessions, que son muy importantes en los comienzos de un músico joven. Así fui conectando con la comunidad de músicos en Nueva York, y fue en esa época cuando todo empezó a perfilarse. En estos años comenzó a despegar el jazz.

-Y eso que cuando llegó a Nueva York se encontró con un artículo titulado La muerte del jazz.

-¡Sí, en el New York Times! Recuerdo ir a conciertos de jazz y las salas estaban medio vacías. Los grandes sellos discográficos habían dejado de fichar a nuevos talentos, seguían contratando a los ya establecidos. Afortunadamente, los japoneses sí vieron que había futuro en el jazz. Venían a los clubs a ver cuáles eran los nuevos talentos. Así fue cómo me encontraron y, por eso, mis dos primeros discos fueron para el mercado japonés.

-¿Diría que los japoneses salvaron el jazz?

-Yo creo que sí. En los ochenta tenían los catálogos antiguos y fueron los primeros en sacar a Bill Evans o Herbie Hancock. Es curioso, porque llegaba a Estados Unidos importado de Japón a pesar de haber sido grabado en América. Por eso Japón ha sido siempre tan importante para los jazzistas. No fue hasta mediados de los ochenta que las discográficas norteamericanas se sintieron con más fuerza para comenzar a fichar nuevos talentos. A mí no me ficharon hasta 1988, aunque ya tenía seguidores.

-Ya ha sido director de orquesta, ¿su futuro pasa por ahí?

-Algún día volveré. Llegué a dirigir cinco años en el teatro de Broadway para costearme mis estudios. Trabajé con el director de cine Bob Fosse en el musical Dancin', donde tocaba el piano y dirigía a la sinfónica. El trabajo en Broadway es muy arduo, pero me daba la ventaja de poder salir del show y descargar en los clubs de jazz. De alguna forma, todo tiene una razón de ser.