Una mano artificial que siente. Hace veinte años hubiera sido impensable, pero el danés Dennis Aabo Sorensen, de 37 años, acaba de comprobar que sí es posible. Dennis perdió su mano izquierda hace casi diez años en un accidente y ahora ha tenido la suerte de ser el primer paciente en el mundo al que se ha implantado una prótesis manual dotada de tacto y sensibilidad. Lo más parecido a la mano natural, si bien los médicos e ingenieros creen que esto solo es el comienzo.

Sorensen es beneficiario de las investigaciones de un consorcio europeo coordinado para la ocasión por el Instituto de Biorrobótica de Pisa (Italia) y la Politécnica Federal de Lausana (Suiza), pero en el que también intervinieron entidades científicas alemanas, danesas y británicas. El proyecto Lifehand 2 demuestra las inmensas posibilidades de lo que los científicos llaman la retroalimentación sensorial, es decir, el camino de vuelta, por decirlo en términos muy populares, del cerebro a la mano, con datos muy precisos que van mucho más allá de la mecánica de agarrar o soltar.

Dennis Sorensen toma un objeto con su mano robótica, conectada a los nervios y tendones del brazo. A tiempo real es capaz de, con los ojos vendados, dar información sobre las características del objeto, incluidas la textura o la resistencia. "Puedo sentir cosas que no he sido capaz de sentir durante casi diez años", asegura feliz el danés Sorensen. La mano robótica también le permite calibrar la fuerza de agarre del objeto. El mecanismo es aparentemente simple, sobre todo cuando nos conformamos con enunciarlo en teoría. La mano robótica envía señales a través de los nervios del brazo. El destino, el cerebro, tal y como sucede con los miembros naturales.

El gran avance es que el cerebro traduce y envía señales, pequeños impulsos eléctricos, al brazo y la mano con información precisa sobre el objeto en cuestión. No solo da una orden, sino que abre un mundo de sensibilidades táctiles. Mano y cerebro se reconocen más allá de la orden pura y dura. La mano le envía información al cerebro y el cerebro se la devuelve enriquecida. Lo que en cualquiera de nosotros es un proceso permanente que nuestro cerebro pone en práctica millones y millones de veces, en una persona con mano robótica implantada es casi un milagro de la ciencia.

En la nueva mano izquierda de Dennis Aabo Sorensen, casi tan sensible como la derecha, hay mucha ingeniería pero también mucha matemática y mucha informática. La mano que siente abre nuevas esperanzas para lesionados parapléjicos. Percibir las sensaciones es un salto cualitativo porque las sensaciones, en este caso el tacto, se desenvuelven en un mundo de matices hasta la fecha inaccesibles para la ciencia.

Nada puede compararse a la naturaleza, pero la biónica va camino de acercarse mucho. La que probablemente va a ser la noticia médica del mes tiene que ver con una mano artificial que siente, un sistema robótico que es capaz de traducir los impulsos cerebrales en información táctil. Los científicos lo llaman la retroalimentación sensorial y augura muchas emociones para el futuro.