"Si usted es uno de los felices y raros mortales que no han sufrido un fracaso sentimental, este libro no es para usted. Ciérrelo y dese una palmadita en la espalda". Lo dice la escritora Carmen Posadas (Montevideo, 1953) en su ensayo El síndrome de Rebeca.

-Fue un término que me inventé hace treinta años, cuando me separé de mi primer marido y me casé con el segundo. Me di cuenta de que hay gente que busca un clon de lo que tenía antes y, sin embargo, a veces lo que buscamos es justamente lo opuesto: la antítesis. Cuando me separé, me di cuenta de que mucha gente estaba pasando por lo mismo que yo, y entonces decidí poner un anuncio en el periódico pidiéndole a la gente que me enviara sus historias de desamor. Me quedé impresionada, la gente me mandó cientos de relatos contándome historias verdaderamente asombrosas; todo el mundo tiene sus fantasmas del pasado, y hay que saber cómo liberarse de esos fantasmas: a veces hay que matar a ese personaje que ya se ha muerto. Le puse Rebeca por la película de Hitchcock donde ella se da cuenta de que tiene la casa llena de fantasmas. Si tienes un fantasma anterior que no te deja seguir adelante, entonces padeces este síndrome. Hay gente que no se da cuenta de que está alimentando a esos cadáveres, que se siguen regodeando en el sufrimiento y de que hay que saber enterrar.

-Dice usted que en ocasiones es necesario recordar y recordar al ex hasta cansarse de él.

-Es que a veces hay que exterminar el recuerdo del ex de forma sangrienta; pero si no se puede quizás es mejor acabar alejándose por agotamiento. Yo creo que todo el mundo ha sufrido mucho por amor; o casi todos. La verdad que si nunca te ha pasado, es muy raro o eres muy raro. Cuando yo escribí este libro hace treinta años, divorciarse era algo casi extraordinario, no era como ahora que la gente se casa cinco o seis veces y no pasa nada.

-¿Se curan las heridas?

-Lo primero que hay que hacer es tener voluntad de que cicatricen, en el fondo nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Cuando empezamos a pensar qué horror con lo que estoy sufriendo, nadie está pasándolo tan mal como yo? Eso nos hace daño, pero lo importante es que todo pasa, cuando tienes veinte años y rompes con alguien, o te dejan, piensas que es el fin del mundo; pero la vida da muchas oportunidades.

-¿Existe la media naranja?

-Lo que sí existe son personas que nos gustan con veinte años pero que con cuarenta años nos dan una pereza enorme, y por eso llegan las separaciones. Yo me casé con diecinueve años con el más alto, el más rubio y el más guapo. En aquella etapa me parecía maravilloso, pero cuando van pasando los años y te das cuenta de que te has casado con Peter Pan entonces ya no lo soportas.

-¿Por qué nos empeñamos en dar segundas oportunidades a historias que no han funcionado?

-Yo creo que es muy difícil que una relación funcione cuando hay que recomponerla; es como un jarrón: si se rompe, puedes pegarle las piezas, pero cuando metas perfume dentro se va a escapar por los agujeros que se le han quedado. Hay que darse cuenta de que algunas veces las relaciones están muertas y no vamos a llegar a nada. Es como ser amigos, es muy difícil que dos personas que han sido pareja puedan llegar a tener una relación de amistad sana, para eso los dos tienen que haber pasado página. Yo, cuando me he desenamorado, habría estado encantada de ser amiga de esa persona; pero resulta que quizás a esa persona no le apetece porque aún está sufriendo y es comprensible.

-¿Aman diferente los hombres que las mujeres?

-Sí, claro que sí. Nosotras somos mucho más valientes, más prácticas. Los hombres se quedan colgados de una especie de idealizaciones que no existe. Me he encontrado a muchísimos hombres que me han contado que la mujer de su vida se cruzó con ellos en un aeropuerto y nunca le dijeron nada. ¿Pero cómo va a ser la mujer de tu vida si no la conoces? Las mujeres nos fijamos más en compartir las aficiones, en ser personas compatibles y nos dejamos de tanta romantiquería. Lo que también es cierto es que una vez dentro de una relación las mujeres aguantamos más, pero de repente un día nos cansamos y decimos hasta aquí hemos llegado y no hay marcha atrás.

-¿A quién va dirigido este ensayo del amor y el desamor?

-A todas esas personas que tienen un ex, que llevan un fantasma en su pasado, a toda la gente que sufre al ver que la persona con la que estaba se ha casado con otro o sale con otro. A las personas que se echan la culpa de que una relación no haya funcionado. El que no tenga un fantasma puede cerrar el libro, pero yo creo que es muy difícil no tenerlo o no haber sufrido nunca por amor.

-¿Se puede sacar algo positivo de una ruptura?

-Siempre. La vida nos va dando lecciones; y si no lo aprendes a la primera entonces te va a volver a pasar y vas a volver a darte un tropezón con la misma piedra. Es mejor pensar, bueno, mira, pues me equivoqué, vamos a aprender la lección. Las personas siempre piensan que las cosas terribles solo le pasan a otro pero resulta que un día también te pasan a ti. Cuando hay una ruptura o una persona no te quiere, hay que asumirlo. Los hombres tienen mucha manía de luchar y luchar hasta el final, y eso sí que resulta patético, se convierten en unos auténticos pesados. Cuando pierdes a una persona querida, hay que pasar un luto, es normal, es triste y es sano llorar. La herida tiene que cicatrizar e ir desapareciendo.

-¿Usted está inmunizada contra el síndrome de Rebeca?

-Yo creo que sí, yo soy ya vieja y he aprendido mucho por el camino. Por lo menos la teoría me la sé toda, ¿quién sabe?

-¿Qué le parece la renovación de la monarquía?

-Hace cinco años todo el mundo era monárquico y ahora ya nadie se siente monárquico. Yo soy sudamericana y no está en mi ADN lo de tener un rey y una reina, pero hay que reconocerle a Juan Carlos I que le ha dado el período más largo de prosperidad a este país y que ha sido un gran rey. Pero, bueno, yo creo que la abdicación se ha dado por un cúmulo de cosas, pero las personas somos así y ahora solo nos quedamos con la anécdota del elefante. Es importante que seamos capaces de analizar toda la trayectoria de las personas.