La identidad picassiana de A Coruña, que el Ayuntamiento intenta ahora impulsar como reclamo de la ciudad, ha sido históricamente desaprovechada. Pese a la trascendental importancia que el pintor más valorado del siglo XX concedía a la obra de su período coruñés, es la única ciudad picassiana en la que no hay parte importante de su obra y en la que más tardó en organizarse una exposición relevante de Picasso.

Hubo que esperar al siglo XXI para que la obra pintada por Picasso al final del XIX en A Coruña, donde con apenas catorce años la mostró públicamente por primera vez en una tienda de muebles de la calle Real en 1895, retornase a la ciudad donde fue creada. Fue en 2003, cuando la Barrié trajo algunas emblemáticas muestras de la etapa coruñesa del artista como La niña de los pies descalzos, su novia coruñesa de entonces, seguramente el primer amor, un cuadro que el genio conservó celosamente hasta su muerte.

Picasso comentó en una ocasión a su marchante y amigo Daniel-Henry Kahnweiler que el período pasado en A Coruña, de octubre de 1891 a junio de 1895, era mucho más interesante artísticamente que el realizado posteriormente en Barcelona. Parece que el artista no se enorgullecía demasiado de las obras pintadas en la capital catalana, que consideraba excesivamente académicas. Pero el pintor también se lamentó en varias ocasiones del escaso interés que en A Coruña se mostraba por sus vivencias y el nacimiento de su visión artística en esta ciudad. Quizás esta actitud que Picasso pudo sentir como un desdén haya influido en 1970, tres años antes de su muerte, en su decisión de donar una importante parte de su obra al Museo Picasso de Barcelona, entre la que se incluía prácticamente toda su obra realizada en A Coruña.

El actor coruñés Fernando Rey comentó a este cronista, en una conversación mantenida en 1992 días antes de ser nombrado hijo predilecto de la ciudad, que Picasso le había confesado que, de haber existido desde A Coruña un interés de sus autoridades e instituciones que nunca se hizo llegar al entorno del pintor, habría dejado parte de su legado en la ciudad en la que se formó como artista. "Yo cenaba en París con Buñuel y Picasso poco antes del rodaje de Tristana y les contaba que no me importaría retirarme en A Coruña para olvidarme de mi personaje cinematográfico, cuando Picasso se puso nostálgico. Hablamos largo rato de nuestros mutuos recuerdos coruñeses y Picasso me dijo que en esa ciudad se habían despertado sus sentidos y eso ahora era algo que el tiempo y la distancia no podían borrar. Se sentía dolido por no haber recibido ninguna petición para que parte de su obra se quedara en A Coruña", recordaba Fernando Rey en esa entrevista, poco antes de su muerte.

El problema era que en aquellos años de deshielo de la dictadura, la ciudad coruñesa formaba parte aún de la geografía oficial del franquismo, al ser la residencia veraniega de Franco, y aún no se había disipado por completo la atmósfera de temor de la posguerra. Aquí no se había olvidado que el primer intento de organizar una exposición de Picasso en A Coruña tuvo lugar en 1936 y que su impulsor, el artista Luis Huici, fue paseado y apareció muerto en una cuneta de A Pastoriza. Huici era ilustrador de Alfar, una publicación coruñesa de extraordinaria influencia en la España de los años 30, en la que llegaron a colaborar Picasso, Dalí, Buñuel, Unamuno, Azorín, Machado, Paul Eluard, André Bretón y hasta un jovencísimo Borges.

El propio Museo Picasso de Barcelona se inauguraría en 1963 con el engañoso nombre de Colección Sabartés, para evitar las iras de la jerarquía franquista y aún así abrió sus puertas solo porque el alcalde barcelonés en ese momento, José María de Porcioles, decidió desoír las instrucciones de prohibir su apertura. El tiempo le ha dado la razón: el Museo Picasso, que recibe más de un millón de visitantes al año, se ha convertido en uno de los principales reclamos de Barcelona.

Díaz Pardo contaba que por aquellos mismos años 60 comentó en los círculos coruñeses la oportunidad de organizar una muestra de Picasso y fue como mentar a la bicha.

Ese periodo, en los años sesenta, resultó clave para decidir finalmente la geografía picassiana pero A Coruña, lamentablemente, dejó escapar una oportunidad de oro.

"A Coruña pudo tener el mejor museo Picasso de todo el mundo, él lo hubiera dado todo. Con un pequeño gesto bastaba, pero las autoridades franquistas prefirieron salvar su puesto a poner en su ciudad un cartel con el nombre de un comunista", sentencia Antonio D. Olano, biógrafo y amigo personal de Picasso y Dalí.