Actor de la gran pantalla con Bardem, Aranda, Almodóvar o Barroso y de series televisivas de éxito como Cuéntame, Herederos, Acusados o Carlos, Rey emperador, de reciente estreno, Helio Pedregal es historia viva del teatro español. Este fin de semana se mete en la piel del padre del psicoanálisis para representar en el Teatro Rosalía de A Coruña La última sesión de Freud, una obra que ha cautivado al público internacional con un trascendente y divertido duelo intelectual entre Sigmund Freud y C.S. Lewis, dos de las mentes más lúcidas del siglo XX. El padre del psicoanálisis y el autor de Crónicas de Narnia -interpretado por Eleazar Ortiz- debaten con rigor y fina ironía sobre Dios, el amor, el sexo... el sentido de la vida.

-Buscamos respuestas a estas cuestiones desde hace siglos.

-Son cuestiones que nunca han sido resueltas ni lo serán jamás. Lo que proponemos en La última sesión de Freud es un debate para que cada uno se acomode a lo que le parezca más conveniente.

-Freud es el ateo en este debate. ¿Sale convencido?

-Freud se suicidará veinte días después de esta conversación con C.S. Lewis y trata de reafirmar muchas convicciones. Es ateo convencido y solo cree en lo que la ciencia le pueda alumbrar. Freud se despide de Lewis diciendo 'Adiós, profesor, volveremos a vernos, quizá' y el otro le responde: 'Si dios quiere'. La función termina como empieza, pero en medio está el maravilloso recorrido por dos de las mentes más lúcidas del siglo XX.

-¿Dios tiene todavía gancho intelectual?

-Creo que sí. La obra se basa en el libro The question of God, publicado en 2002 por el científico estadounidense Armand Nicholi, que confrontaba a estos dos gigantes. El autor es cristiano y se decanta por C.S. Lewis. El dramaturgo Mark St. Germain lo reescribió después para el teatro sin tomar partido. Hemos tenido un exquisito cuidado en eso al montar la función. Las propuestas de ambos personajes son honestas, hablan de lo que están convencidos sin el objetivo de llevar al otro a su terreno.

-¿El Papa ha resucitado socialmente a Dios o es marketing

-Creo que este nuevo Papa sí sabe que la estructura ideológica de la Iglesia necesitan actualizarse. Está haciendo un esfuerzo y yo lo creo. Sabe que para los católicos actuales es necesario buscar nuevas respuestas a cuestiones que están estancadas desde hace siglos. Difícil lo tiene.

-El dios de Trueba era Billy Wilder. ¿Cuál es el suyo?

-El trabajo y el rigor en lo que hago. Ese es para mí el único dios en el que creo, aunque por supuesto tengo como todo el mundo mis mitos personales. Sé que hay personas que han iluminado los rincones oscuros que todos sufrimos en la vida. Pero espero poco de lo que no sea la consciencia de que uno no es otra cosa que lo que hace.

-¿Es un milagro el éxito de una obra tan trascendental?

-Efectivamente, llevamos un año ya con esto y comprobamos que la función es muy sorprendente para el público. Estoy convencido de que muchos vienen a verla con cierta prevención porque piensan que les aguarda un bodrio intelectual difícil de digerir. Pero la sorpresa viene de la mano del autor. No lo plantea así. Las personas sabias nunca se ponen trascendentes cuando hablan de cosas serias. Hay una fina ironía y un sentido del humor que el público disfruta.

- "El infierno es el otro", decía Sartre. El respeto a la otredad que emana de esta obra parece extinguido en la España actual.

-Si reflejamos el debate entre Freud y Lewis en la situación actual de nuestro país, la lección es que aún hablando de cosas tan importantes, lo hacen dos personas dispuestas a escuchar al que tienen enfrente, a sabiendas de que piensa lo contrario. Escuchar y debatir con ironía es una lección para todos nosotros ahora mismo. En este momento, en este país, hablando de cosas que nos importan a todos, el gallinero se ha vuelto absolutamente insoportable.

-¿España precisa un psicoanálisis?

-No le vendría mal. Lo que precisa sobre todo es educación y cultura. Me asombran declaraciones de personas con liderazgo de las que con demasiada frecuencia tengo la sensación de que no saben tanto como dicen. Frivolizan mucho sobre lo que nos importa. Se puede hablar de todo de una forma constructiva, no destructiva, que es lo que está ocurriendo.

-¿A qué personaje de la sociedad española le gustaría a Freud tener en su diván?

-Hay muchas personas con pretensiones mesiánicas en este panorama nuestro. Estoy convencido de que a Freud le encantaría debatir con el mismísimo presidente del Gobierno. Pero se conformaría con esos personajes con una posición social que les permite hablar a la gente con grandes palabras un tanto huecas.

-¿Cuesta salir de la piel de Freud para meterse en el papel de una serie televisiva de éxito?

-Soy fundamentalmente un actor de teatro y me he encontrado con uno de los personajes que más me han tocado. Lo otro es más bien un producto de consumo, los personajes no tienen esa complejidad tan interesante.

-¿Cómo ha evolucionado el público del teatro en España?

-Quiero ser cuidadoso con la respuesta, pero creo que hay en nuestra sociedad un serio problema con respecto al nivel cultural general. Es flojo. Y no se está haciendo gran cosa por mejorarlo ni por los propios ciudadanos ni por las personas responsables en las instituciones.

-Ha rodado con grandes del cine y figura en los grandes éxitos de ficción televisiva. ¿Las series han superado al cine también en España?

-Sí, pero lo que nos ofrece la producción de ficción de todas las cadenas de televisión en nuestro país son productos de consumo sin demasiadas exigencias creativas. Es cierto que tienen un gran éxito de público, pero es por la poca exigencia de la gente, que se conforma con resultados a menudo mediocres. Yo no me excluyo del problema, soy parte de esa realidad ya que yo mismo lo hago. El cine, aunque de manera minoritaria, a veces arriesga bastante más que la televisión.

-Después de tantos años sobre las tablas, ¿se llega a perder el miedo escénico?

-Nunca jamás. Cada vez es peor. Y es comprensible. Cuando uno es joven y tiene la suerte de subirse a un escenario, eres un poco inconsciente de lo que significa. A medida que aprendes, terminas por convencerte de que es mucho más difícil de lo que pensabas.