Cada vez que la prensa del ramo anuncia el Barça-Madrid como el partido del siglo, todo el mundo se calienta, aun sabiendo que partidos del siglo hay para dar y tomar. Es lo que nos está pasando con el caso Nóos. Con su importancia y trascendencia habrá, por desgracia, muchos más en los meses y años próximos, pero será bueno ver este partido porque aprenderemos cosas valiosas para saber cómo funciona en realidad la Justicia, siempre e irremediablemente sujeta a la condición humana. Aprenderemos que no es lo mismo el derecho a la defensa, que todos nominalmente tenemos por igual, que el ejercicio efectivo de ese derecho que, en la práctica, casi nunca por igual puede ejercerse. Desgraciadamente el poder, el dinero o incluso la cuna siguen determinando más de lo razonable los recursos con los que unos u otros podemos contar para defendernos o para acusar. Dicho esto hoy, cuando el juicio del siglo aún no se ha celebrado, puede parecer un prejuicio y efectivamente lo es en relación con este caso pero, como ya estamos hasta el gorro de partidos del siglo, podemos prever cómo funcionarán habitualmente las cosas sin temor a un prejuicio temerario. En todo caso, veremos cómo se aplican, por igual o no, las doctrinas Botín y robagallinas. Aprenderemos también que "la cosa" que los jueces juzgan y que, en muchos casos, tratan de hacerlo con justicia e imparcialidad no es exactamente la misma que van a juzgar la opinión pública y la publicada, que acabarán juzgando muchas "cosas" más, incluidos el juicio y los jueces mismos. Se trata de valoraciones legítimas que tienen que ver con la política, la ética, la honorabilidad de las personas o la eficiencia de las instituciones. Constataremos, sobre todo, a quién benefician más y para quién están hechas en realidad leyes y procedimientos que imperativamente los jueces deben aplicar, pero que también nosotros hemos contribuido a promulgar en la medida -seguramente demasiado limitada y restrictiva- en que votamos y elegimos a nuestros representantes y legisladores. En definitiva, el juicio del caso Nóos debiera servir también para mejorar en eso de hacer política, que al final es lo que puede realmente ir cambiando las cosas.